Geograficando, vol. 14, nº 1, e033, julio 2018. ISSN 2346-898X
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Geografía

Artículo

El trabajo de las mujeres en la producción cebollera en el sudoeste bonaerense. Testimonios producidos en un taller de historia oral en una escuela de adultos.

Graciela Hernández

Universidad Nacional del Sur - CONICET, Argentina
María Belén Bertoni

Universidad Nacional del Sur - Universidad de Buenos Aires, Argentina
Cita recomendada: Hernández, G. y Bertoni, M. B.(2018). El trabajo de las mujeres en la producción cebollera en el sudoeste bonaerense. Testimonios producidos en un taller de historia oral en una escuela de adultos. Geograficando 14 (1), e033. https://doi.org/10.24215/2346898Xe033

Resumen: El objetivo principal del artículo es conocer y analizar las características del trabajo de las mujeres en la producción cebollera en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires. Nuestra propuesta se circunscribe a la metodología cualitativa e intenta estudiar las migraciones desde Bolivia a la Argentina y el trabajo –productivo y reproductivo– de las mujeres desde perspectivas (epistemológicas y teóricas) feministas. La estrategia de investigación delimitada es el análisis del material elaborado en los Talleres de Historia, Memoria y Producción de Textos realizados en una escuela primaria de adulto/as en Hilario Ascasubi. La base empírica a estudiar es producto de un trabajo etnográfico y de historia oral, a través del cual obtuvimos registros que analizaremos para captar los significados de los testimonios enunciados a través de los cuales se representaron en actividades grupales e individuales realizadas en el marco de un Proyecto de Extensión Universitaria en la Universidad Nacional del Sur.

Palabras clave: Trabajo hortícola; Migraciones; Feminismos.

Women`s work in the onion production at the southwest of Buenos Aires province. Testimonies given in an oral history workshop at a school for adults.

Abstract: The main objective of this paper is to acknowledge and analyze the characteristics of women's work in the onion production at the southwest of Buenos Aires Province. Our proposition is circumscribed to a qualitative methodology and aims to study women's migrations from Bolivia to Argentina and their work -productive and reproductive- from feminist (epistemological and theoretical) perspectives. The specific research strategy is the analysis of the material produced in the History, Memory, and Text Production Workshops carried out at an adult primary school in Hilario Ascasubi. The empirical object of study is the result of an ethnographic and the oral history work, from which records were gathered. These records will be analyzed to grasp the meanings of the stated testimonies through which they represented themselves during group and individual activities carried out within the framework of a University Extension Project at the Universidad Nacional del Sur.

Keywords: Horticultural Work; Migrations; Feminisms.

a. Introducción

Nos proponemos analizar las características del trabajo de las mujeres en la producción cebollera en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires. Para este artículo focalizaremos en nuestro trabajo de campo en la localidad de Hilario Ascasubi y fundamentalmente en las actividades realizadas en una escuela primaria de adultos, el CEA 706/02.

Las diversas tareas que insume las preparación de la tierra, siembra, cuidado de las simientes, cosecha, selección, acopio, traslado y venta de la cebolla requiere de una considerable y variada mano de obra. Esta necesidad de manos para el trabajo ha dado lugar a un tipo de migración y a una forma de trabajar que incluye a varones y mujeres, quienes ocupan distintos puestos en el ámbito productivo.

Esta migración llegada desde distintos lugares de Bolivia ha producido una espacialidad sustentada entre otras cosas por la presencia de los barrios de bolivianos, asociaciones que los y las reúnen, iglesias evangélicas de este país, festividades católicas como las de la Virgen de Copacabana y la Virgen de Urkupiña. Esta espacialidad se sustenta también desde la determinación de los cuerpos racializados, marcados por el sexo/género. Desde una lógica capitalista colonial estos cuerpos que encarnan ciertas minorías –en este caso lo/as migrantes llegado/as de Bolivia– son una fuerza de trabajo barata y disponible, a los que a su vez descalifican por considerarlos refractarios a la supuestamente buscada homogeneización cultural.

Las mujeres en su mayoría vienen con el grupo familiar. Algunas de ellas ya han migrado en Bolivia desde zonas rurales al sector urbano para trabajar como empleadas en el servicio doméstico para otras mujeres de la ciudad. Muchas de ellas antes de establecerse en el sudoeste bonaerense han migrado para trabajar de manera temporaria para la cosecha –especialmente de caña de azúcar, tabaco y vid– bajo relaciones laborales de dependencia frente a los varones de su grupo familiar, ya que eran contratadas por ellos para realizar tareas domésticas o de auxiliares en las labores en el campo.

El Valle Bonaerense del Río Colorado es un sitio elegido como destino migratorio por su lugar en la producción de cebolla a nivel nacional: se cultiva casi el 50% de la producción total del país. Cuando llegaron fueron a vivir al medio rural en condiciones de mucha precariedad y luego se fueron asentando en el ámbito urbano, principalmente en las siguientes localidades del partido de Villarino: Pedro Luro, Mayor Buratovich e Hilario Ascasubi.

Para estudiar esta temática nos centraremos en el análisis del material elaborado en el Taller de Historia, Memoria y Producción de Textos, realizado en el marco de un proyecto de extensión universitaria durante los años 2015-2016. Al taller concurrían las alumnas (hay algunos varones inscriptos pero no asisten regularmente) del turno mañana y tarde cuyas clases se llevan a cabo en dos sedes diferentes, pero se reunían para realizar esta actividad. El establecimiento escolar tiene una matrícula conformada en su mayoría por mujeres que llegaron desde Bolivia al sudoeste bonaerense y trabajan o trabajaron en la producción cebollera.

b- Metodología

1- Perspectivas epistemológicas.

Partimos de la premisa que las decisiones epistemológicas, las perspectivas teóricas y la metodología o prácticas/estrategias de investigación están totalmente imbricadas, no se pueden separar, ya que dan cuenta de los objetivos, de las preguntas que nos vamos haciendo, así como de los compromisos éticos e ideológicos que guían nuestras prácticas.

Como primer punto a destacar se encuentra la decisión de detenernos a estudiar las características del trabajo de las mujeres en un determinado nicho productivo; esta decisión nos conduce a la búsqueda de lineamientos epistemológicos feministas.

Como ha señalado Diana Maffía, las relaciones entre feminismos y epistemología son complicadas y bastante tardías, recién se pudieron hacer visibles en el último cuarto del siglo XX y estuvieron sustentadas por pensadoras que tenían distintas ideas, se diferenciaban del conocimiento tradicional y en sus posiciones hacia el interior del propio movimiento feminista. Para esta autora: “Los hallazgos epistemológicos más fuertes del feminismo reposan en la conexión que se ha hecho entre 'conocimiento' y 'poder'” (Maffía, 2007, p. 73). Desde esta perspectiva destaca las conexiones entre las redes de conocimiento, dominación y exclusión.

Si Maffía destaca el lugar de las relaciones entre conocimiento y poder, Ana María Bach ha puntualizado en el carácter situado del conocimiento y, siguiendo ideas que ya tienen una trayectoria en el pensamiento feminista, sostiene que entre las principales contribuciones de la filosofía feminista y de las epistemologías feministas se encuentran las ideas de “reconocer que los sujetos de conocimiento son seres encarnados, sexuados y por lo tanto situados física/psicológicamente y socialmente” (Bach, 2014, pp. 41-42). Estas nuevas epistemologías producen una ruptura en la concepción del sujeto abstracto y universal, columna vertebral del conocimiento en la tradición occidental.

Por otra parte, las disputas por una epistemología feminista, que supere la tradición occidental y que tenga en cuenta también las identidades étnicas y las críticas al colonialismo, ya tienen su genealogía. En México y Estados Unidos el movimiento de mujeres chicanas había propuesto desde hace varias décadas rever las formas de conocer para poder dar cuenta de las migraciones por razones laborales protagonizadas por las mujeres y de las complejidades relacionadas con los idiomas, lenguas, creencias y orientaciones sexuales que conformaban las diversas identidades que conjugaba este colectivo de intelectuales, obreras y activistas políticas.

Por otra parte, tanto en México como en Bolivia y Guatemala vemos que se está consolidando una perspectiva epistemológica que se fundamenta en la necesidad de dar cuenta de las luchas de las mujeres indígenas, con planteos que se nutren de raíces milenarias y desde principios filosóficos inherentes a las cosmovisiones de los pueblos originarios, para peticionar desde un campo discursivo propio que no se encontraba en otros feminismos. Pero, por el momento, estas cuestiones no son relevantes para nuestro estudio ya que las mujeres con las cuales trabajamos no se sienten originarias, aunque muchas consideran que lo eran sus madres o abuelas. Nos encontramos en un espacio muy diferente al de origen, con las cosmovisiones indígenas como recuerdos de distinta intensidad que conforman una memoria que articula lo indígena con el universo cristiano dividido entre catolicismo y protestantismo.

1.1. Perspectivas teóricas.

El eje del artículo se encuentra en el objetivo de aprehender el trabajo de las mujeres en la producción cebollera a través de relatos, narraciones y dibujos sobre sus actividades, así como las valoraciones sobre su trabajo en la producción.

Las perspectivas teóricas que nos guían se encuentran en la esfera de los feminismos de Nuestra América que interpelan al colonialismo para poder pensar en los vínculos entre las identidades y el trabajo. 1

Consideramos que el espacio de los feminismos se ha ido ampliando. Las cuestiones vinculadas al trabajo de las mujeres fueron y son uno de los grandes temas del feminismo marxista, pero también pueden ser abordadas desde el feminismo poscolonial, decolonial, descolonial y la teoría de la subalternidad 2 que cuestionan –desde distintos armados teóricos– al sistema colonial surgido en la modernidad que se apropió del mundo, de sus recursos, clasificó a las personas por razas, por su sexo/género y también las dividió en clases sociales, determinando así qué tareas le tocaba a cada uno/a.

Las relaciones entre feminismo y marxismo han sido bastante tortuosas, Celia Amorós Puente habla del “pacto patriarcal interclasista” y cita a Heidi Hartmann que definió con la metáfora del “matrimonio mal avenido” a las relaciones entre feminismo y marxismo (2013, p. 39). Según Hartmann, las trabajadoras representaban una anomalía que no se sabía cómo tratar. Compatibilizan la feminidad y el trabajo asalariado, participaban tanto en la reproducción en el ámbito privado como en la producción industrial en el ámbito público. ¿Podía ser compatible el trabajo asalariado con las mujeres? ¿Había que poner límites? ¿Qué tipo de trabajador era una mujer? ¿Debía obtener el mismo salario que un hombre? Para poder responder a estas preguntas las mujeres han elaborado y siguen reelaborando múltiples estrategias para conjugar lo productivo con lo reproductivo y para ir achicando la brecha de las desigualdades de género.

Los feminismos llamados de la “tercera ola” están focalizando en las nuevas formas de opresión y de violencias hacia las mujeres, pero también están poniendo el foco en la agencia de ellas, en su capacidad para organizarse y no en la mera victimización que muchas veces invisibiliza la agenda de las mujeres en la lucha por sus derechos. Desde estas perspectivas teóricas intentaremos analizar las ideas, deseos, búsquedas y esperanzas que tienen las mujeres que trabajan en la cebolla, para comprender qué les significa esta actividad que tiene una estacionalidad que se articula con el trabajo doméstico, que tiene diferentes labores, que puede permitir cierta independencia económica pero también puede ser una fuente de explotación por parte de familiares que suelen verse beneficiados por el trabajo femenino.

Las mujeres que trabajan en la producción cebollera son reconocidas en su entorno por sus actividades, la mayoría vinieron de Bolivia o son hijas de migrantes que llegaron en búsqueda de trabajo; esta situación las naturaliza como resistentes a las condiciones de vida más duras, y así se las considera incansables, capaces de estar trabajando en el campo con sus hijos, a veces con uno de ellos cargado en la espalda.

1.2. Perspectivas metodológicas.

Realizamos los talleres en una escuela de adulto/as ubicada al sudoeste de la provincia de Buenos Aires, en un espacio muy connotado por la presencia de migrantes llegado/as principalmente desde Chuquisaca y en menor medida de Tarija, Cochabamba, Potosí y Santa Cruz. Sabemos que también llegan migrantes de Paraguay –aunque no hemos trabajado con ellos– así como de las provincias de Santiago del Estero, Salta y Jujuy.

Desde el punto de vista metodológico consideramos que nuestro trabajo se enmarca en las metodologías cualitativas y sobre todo en la historia oral con un fuerte componente etnográfico. Es así que tomamos los lineamientos generales de la historia oral para articular nuestras prácticas, incluyendo al mismo tiempo la perspectiva de género.

Para analizar a los testimonios recopilados en el marco de los talleres vamos a identificar los “puntos nodales” o “significantes claves” para interpretar su sentido en el contexto situado de la enunciación. Para realizar esta tarea seguimos la estrategia que propone Homero Saltalamacchia para el análisis de los testimonios en historia oral. Este autor nos remite a los trabajos de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, quienes a su vez siguieron las sugerencias de Lacan, y puntualizan en los points de capito (puntos nodales para Laclau y Mouffe) “a los que se le podía atribuir la función de fijar el sentido de toda la cadena significante en cada uno de los discursos que habían habitado al testimoniante en cada una de las épocas de su vida.” (Saltalamacchia, 1992, p. 139). Por su parte Laclau y Mouffe han trabajado largamente estos nudos del relato y su articulación en el interior del campo discursivo, de este modo el concepto de articulación pasa a tener un lugar fundamental en su teoría, dado que nos ubica en el plano de lo contingente, de aquello que fija el sentido solo parcial y momentáneamente (Laclau y Mouffe, 2004, p. 129).

Como resultado del trabajo de campo en talleres con mujeres en una escuela primaria de adultos, que implicó dialogar, trabajar en el aula y leer textos de distintos géneros –literarios, de difusión científica sobre salud, alimentación, historia, material del INTA 3 y otros–, así como escribir y dibujar, identificamos los siguientes puntos nodales en relación con el trabajo y el género que observamos como relevantes para interpretar las experiencias de las mujeres:

a. Trabajo y migraciones. “Es un paraíso” decían ¡si trabajas!

b. Trabajo de las mujeres en el sector productivo. En el campo las mujeres somos como los hombres.

c. Trabajo productivo y reproductivo. Mi marido nunca para en casa ¿por qué los maridos tienen que ser tan malos?

d. Trabajo y empleo. Cuando empecé a salir a trabajar sola pude comprarme mis cosas.

c- Resultados y discusión

1. Trabajo y migraciones. “Es un paraíso” decían ¡si trabajas!

Las narraciones sobre las trayectorias que siguieron las mujeres al migrar surgieron desde los primeros talleres. Un relato muy significativo es el de S. y M. quienes nos describieron su llegada a la zona y las dificultades que tuvieron que atravesar:

S: “Es un paraíso” decían ¡si trabajas! Como yo trabajo desde los 14 años como un hombre en el campo, en la chacra, plantando zapallo, arrancando ajo, arrancando cebolla, descolando cebolla, sembrando lechuga y cortando la lechuga también para cargar los camiones… pero… ¡Sufrís! Todos dicen “huy” venían allá y decían “en Argentina se gana plata, ¡en Argentina se gana plata!”¡Sí! Si te sacrificas, ¡sí vas a tener plata! Sino, nada... Y yo digo “huy, me voy” Vine así, de cuarta y me trajo un matrimonio y me dijo “a cocinar nomás” y después me dijeron “vamos al campo nomás”, yo lloraba… no quería saber nada… (…)

G: Y, ¿así se dice? ¿De cuarta?

S: Sí, porque nosotros somos empleados de ellos, ellos nos dan de comer, nos dan ropa

M: Y un pequeño sueldito

S: Pero uno aprende, uno va aprendiendo… (…)

G: ¿Viniste con una familia conocida?

S: Eran de Bolivia

(Registro primer taller 2015, 8-5-15)

Como nos cuenta S. y luego especifica M., las migraciones a zonas fronterizas fueron realizadas mediante un intermediario: el “cuartero”. Este intermediario era un varón proveniente de su pueblo de origen, quien les posibilita salir de su país y entrar a la Argentina, para trabajar en distintos nichos productivos. Estas primeras migraciones temporales se realizaron con su grupo familiar primario, respondiendo a demandas específicas de trabajadores rurales estacionales en zonas fronterizas como Salta y Jujuy. Al referirse a estas migraciones temporales, las mujeres relatan que venían “entre vecindad”, con sus hermanos, tíos o padres, quienes las contrataban como “ayudantes” en tareas que estaban asociadas al género femenino, por estar vinculadas con lo reproductivo como lavar la ropa de trabajo, cocinar, limpiar; o tareas que requerirían “atributos femeninos”, consideradas “delicadas”, como pelar la caña de azúcar o anudar el tabaco.

Además, en el relato transcripto nuestras interlocutoras contaron acerca de la idea que se formaron sobre la vida y el trabajo en los pueblos cebolleros: pensaban que venían a “un paraíso”, a un lugar con buenas oportunidades de trabajo. En la formación de este imaginario intervinieron los maridos y las familias que las traían a trabajar, quienes ya habían estado en el lugar, lo conocían y tenían relaciones sociales establecidas. Las mujeres contrastan esta visión de “paraíso” con las experiencias que fueron vivenciando en el contexto local: el aprender a trabajar en la cebolla como un proceso doloroso. Señalan que si bien su vida como mujeres en Bolivia implicaba situaciones y experiencias valoradas negativamente, su labor aquí tiene una carga mayor con respecto a lo realizado en su país de origen, donde estaban con otras mujeres del grupo familiar que las ayudaban con las tareas reproductivas.

2. El trabajo de las mujeres en sector productivo. En el campo las mujeres somos como los hombres.

Mientras esperábamos a que llegaran todas las alumnas a la escuela, para comenzar con el taller conversamos sobre diferentes cuestiones con las estudiantes que ya estaban y las maestras. Cuando F. ingresó al aula, sacó una bolsa con hojas de pasiflora 4 que trajo de su jardín para compartir con una de las compañeras que padecía insomnio. En ese momento entraron A. y E. que siempre llegaban juntas, porque son amigas, viven cerca y “se acompañan para poder terminar la escuela”. La presencia de plantas medicinales en la mesa dio lugar a un diálogo sobre las dolencias de cada una, A. comentó:

A.: Hoy me duele mucho la espalda, bueno… hace mucho que me duele la espalda, es por el trabajo, siempre me toca cargar con la bolsa de urea –son de cincuenta kilos– [hizo un gesto simulando que tenía la bolsa de urea sobre su cuerpo, acompañando con una mueca de dolor] para fertilizar la cebolla. Hace 15 años que estoy trabajando en la cebolla, desde que vinimos con mi marido acá, no puedo hacer nada para que se vaya este dolor, ya me dijo el médico que el dolor es por el trabajo que hago… Hay días que me duele mucho, sino fuera porque me pasa a buscar mi amiga E. no vendría ni a la escuela.

E.: Ella trabaja mucho, tiene su quinta y sale a trabajar con la cuadrilla al campo y en el campo las mujeres somos como los hombres. <>

(Registro cuarto taller 2016, 5-9-16)

En otro taller, cuando les pedimos a las mujeres que cuenten, dibujando o escribiendo, una experiencia en la cual hayan aprendido algo que consideren importante, más de la mitad señaló que aprender a trabajar en el campo es algo valorado por ellas:

F.: Yo aprendí a trabajar en el campo: a descolar cebolla, arrancar cebolla, embolsar, costurar. Pero no es fácil, a mí me costó mucho aprender, porque nunca trabajé en el campo. Por eso me cuesta trabajar en el campo y no me gusta. La primera vez que fui al campo me sentí mal porque no podía descolar y me puse a llorar un rato y seguí descolando. De a poco aprendí y mucho que no me gusta siempre ir al campo. Prefiero trabajar en el pueblo.

(Registro segundo taller 2015, 29-5-15)

Aprender a trabajar en el campo, a descolar cebolla, saber con qué cuadrilleros conviene ir a trabajar, ampliar sus redes sociales en el lugar, conocer los tiempos, las estrategias para ser más fuertes, “más guapitas” en el campo, es una necesidad para poder tener mayor retribución económica. Pero por otro lado, también, como aparece en el relato, nos fueron comentando las situaciones de dolor, padecimiento, incertidumbre 5 que implicó el aprendizaje de esta nueva labor, sentimientos que suelen renovarse al comenzar cada temporada. 6 En estos trabajos podemos ver que las mujeres se consideran “iguales” a los varones, en tanto realizan labores que les demandan mucho esfuerzo y desgaste corporal. 7

En la trama de las relaciones laborales un actor central en el proceso productivo de la cebolla es la figura del cuadrillero que, excepto en un caso, implica un rol y una actividad controlada por varones. A N., participante del taller durante el 2015 y el 2016, a quien visitamos en su casa durante el 2016, antes y luego del nacimiento de su sexto hijo, nos cuenta sobre la cuadrillera B. para la que trabaja:

Con ella es diferente, nos invita a que comamos todos juntos, nos llama a todos para que comamos. Siempre es cuidadosa para que tengamos las bolsas de cebolla para ir embolsando y no tener que esperar a que ella las traiga. Si sabe que va a llover nos avisa para que hagamos otras cosas y no perdamos el día. Nos marca los surcos para que no haya problemas, para que no haya peleas ni corridas para buscar la mejor pila.

(Conversación informal en casa de N., 16-11-16)

Encontramos solo esta cuadrillera en el pueblo –el resto son varones–, muy valorada por las mujeres y considerada más “amigable” porque les da tiempo para comer y descansar, además de resolver cuestiones operativas como la disponibilidad de las bolsas y la distribución de los surcos. Mientras intentaba amamantar a su hijo recién nacido, A. N. nos amplió un poco más de la historia de ella y de “la cuadrillera”. Contó que ella ocupó este lugar luego que su marido sufriera un accidente que le imposibilitó continuar trabajando con las labores en el campo. Los inconvenientes de salud del antiguo cuadrillero permitieron que su esposa ocupara un lugar considerado como “masculino”, aunque la misma situación también redundó en beneficios para el propio afectado, ya que con el trabajo de su mujer aumentaron los ingresos y este se pudo dedicar con mayor solvencia a la comercialización de la cebolla.

Los cuadrilleros tienen un estatus social destacado, son los “dueños de la cuadrilla”, contratan tanto a las mujeres como a los varones que van a trabajar al campo y pactan con los dueños de los galpones y los productores el pago del jornal de lo/as trabajadore/as. Son considerados por los/as trabajadore/as de cuadrilla como los aventajados de todo este sistema; según los testimonios que recogimos son: “los que se la ganan de arriba”, “sin trabajar arrodillados en el campo”, ganan su dinero “solo de administradores”. Por otro lado, cuando todo el grupo doméstico sale a trabajar en la cuadrilla, son los varones adultos quienes coordinan con qué cuadrillero salir, acuerdan el monto por el jornal y muchas veces son quienes van a recibir la retribución económica por el trabajo de todos los miembros de su grupo doméstico.

Vemos que el género se articula con el trabajo y el empleo de múltiples maneras, y aunque las mujeres digan que en el campo ellas trabajan como los varones, hay tareas a las que las mujeres no acceden porque son consideradas eminentemente “masculinas”. Estas implican conocimientos especializados y manejo de maquinarias. Acceder a puestos de trabajo que conllevan el reconocimiento de ciertas capacidades permite cierta estabilidad en el contrato laboral, mayor retribución económica y estatus social. Es así que las mujeres no llegan a ser regadoras, tractoristas, peonas de campo, estibadoras. Para estos trabajos, los varones suelen ser contratados “en blanco”, disponiendo de seguridad social, aportes provisionales, sueldo fijo y estabilidad laboral. Sin embargo, cuando el grupo doméstico logra alquilar tierras para producir, las mujeres participan activamente en las labores para el cuidado y la cosecha de la cebolla. Los varones se encargan de la toma de decisiones y de coordinar la producción; son las mujeres del grupo doméstico las que realizan la totalidad de las labores para el cuidado y cosecha de la cebolla y, cuando hace falta capital para pagar insumos de la producción, son ellas quienes “salen a la cuadrilla”.

El único espacio controlado absolutamente por mujeres es la huerta familiar que realizan en los campos arrendados, incluso venden estos productos en las ferias locales de los domingos, aunque no se las reconoce como productoras de alimentos. El mismo proceso sucede cuando riegan para el campo de su grupo doméstico: tampoco son representadas como “regadoras”.

Finalmente, cabe aclarar que aunque existen dos organizaciones de trabajadores rurales, APROVIS 8 y APRHOSUB 9 , y una organización boliviana COBOLVI 10 , ninguna de ellas tiene a mujeres en puestos de toma de decisiones. El presidente de la COBOLVI fue convocado a los talleres y nos contaba lo siguiente:

P: Hace 13 años que se fundó, éramos 12 personas “¿qué hacemos?” Porque hace ya años que estaba en la Argentina y no había hecho nada por mí y por mis compatriotas. Entonces ¿qué podemos hacer? (…) ¿Qué significa una colectividad de bolivianos? Colectividad de bolivianos sería los que vigilamos por todos los compatriotas…

(Registro primer taller 2015, 8-5-15)

Aunque las mujeres no están en la presidencia de esta organización que aglutina intereses y toma decisiones, sí son mayoría en los puestos de la feria en la que venden comidas típicas producidas por ellas, productos de las huertas que manejan, medicinas traídas de Bolivia y ropa que viajan a comprar en distintas ferias como La Salada. 11

3. Trabajo productivo y reproductivo. Mi marido nunca para en casa, ¿por qué los maridos tienen que ser tan malos?

Durante el 2016, al finalizar el taller, fuimos a la casa de B. A., una de las mujeres que participó de los talleres durante el 2015, año en que había egresado de la escuela primaria. Encontramos que había llegado recién del trabajo; consideraba que era temprano porque no había mucha cebolla para descolar, entonces se podía dedicar a ciertas tareas de su hogar. Realizamos el siguiente registro de campo:

Estaba en el patio trasero, amasando 14kg de harina esperando cocinar pan para su familia. “Para que dure la semana”, nos dijo. Algunos de esos panes irían a Bahía Blanca, para su hijo mayor que está estudiando agronomía “en la universidad”. Corre a pedirle a su marido que encienda el fuego en el horno de barro, él no la escuchaba porque se encontraba escuchando música norteña. Encendió el fuego para calentar el horno pero luego no volvimos a verlo. Mientras B.A. amasaba, cuidaba a su pequeña hija, especialmente que no se acerque al horno de barro, intentaba entretenerla dándole unos “baldecitos” con tierra. Mientras forma los bollos, los deja levar, los aplasta y los mete al horno, todo con mucha prontitud, nos cuenta sobre las plantas medicinales que tiene en su patio, relatando algunas historias que escuchó de su abuelita en Bolivia (...) Entre tanda y tanda de horneada, nos muestra los ajíes que está “haciendo secar” al sol, nos convida panes recién horneados y descuelga la ropa y las zapatillas “de la escuela” de sus hijos, que lavó el día anterior. Entre conversaciones, B.A., un poco agitada ante las demandas de tantas labores, nos comenta “mi marido nunca para en casa, ¿por qué los maridos tienen que ser tan malos?”.

(Registro de campo, conversación informal en casa de B.A., 4-7-16)

Estos datos etnográficos nos animan a problematizar la separación entre producción y reproducción; tomando el ámbito de la producción como una esfera estrictamente mercantil y el ámbito de la reproducción en la esfera doméstica (Tripin, Rodríguez y Brouchoud, 2017) destacando que el género opera en ambas esferas. La jornada laboral de las mujeres se extiende en formas encubiertas bajo el trabajo doméstico, coadyuvando a la reproducción de ellas y de su grupo familiar como fuerza de trabajo. Las mujeres comprenden que, aunque tanto los varones como las mujeres salen a trabajar en el campo, luego son ellas las que deben quedarse en su hogar a realizar las labores domésticas no pagas de preparación de los alimentos, limpieza del hogar, lavado de ropa (generalmente en forma manual) y cuidado de los más pequeños y ancianos. Al reconstruir la cartografía de su cotidianeidad observamos que los tiempos, las actividades y los espacios habilitados para circular son diferentes (Tripin et al., 2017).

A diferencia de los varones, las mujeres que van a trabajar al campo en la cuadrilla comienzan su jornada laboral con anterioridad. Si las cuadrillas salen a las 3 hs de la mañana, las mujeres amanecen a las 2:30 hs o 2 hs para preparar la comida que almorzarán en el campo, la ropa para cubrirse de la tierra y el viento, y los utensilios de trabajo (estas labores las realizan incluso si ellas no salen a trabajar a la cuadrilla: igual preparan los alimentos para los varones). Al regresar del trabajo, aproximadamente a las 19 vemos hs (este horario a veces se extiende), las mujeres son las que se encargan la mayoría de las veces de lavar la ropa de trabajo “a mano para que salga el olor a químico”; también calientan el agua para bañarse y preparan la comida para cenar.

Son ellas quienes tienen que acompañar a los integrantes del grupo doméstico a las consultas médicas y cumplir con las prescripciones escolares. Esta situación se agrava en caso enfermedad en alguno de los miembros, ya que las mujeres quedan como responsables y no pueden salir a trabajar para tener su dinero (Bertoni, 2016). Para articular con estas labores y demandas, las mujeres eligen el trabajo temporal, flexible y a destajo por sobre otras labores, como podría ser el de asalariadas en el galpón de empaque o en algún comercio. Lo que les permite decidir cuándo salen a trabajar, disponiendo de libertad para quedarse en caso de tener que cuidar de un hijo pequeño o incluso a algún familiar mayor. Esta estrategia también es puesta en juego para poder terminar sus estudios primarios, secundarios e incluso las más jóvenes, sus estudios superiores. Cuando la retribución que perciben por ser trabajadoras de la cuadrilla no es suficiente, las mujeres la complementan con otras labores como la venta de comidas típicas, jugos, ropa, huevos y pollos en la feria de la colectividad, o el cuidado de los más chicos mientras otras mujeres “paisanas” salen a trabajar.

4. Trabajo y empleo. Cuando empecé a salir a trabajar sola, pude comprarme mis cosas.

Mi marido se fue varias veces, esa vez perdió todo. Después mi marido volvió y recuperó la plata, hasta compró un camión. Pero volvió a perder todo (….) Hacía las cosas mal, se portó mal (…). Cuando empecé a salir a trabajar sola, pude comprarme mis cosas. Empecé a crecer, antes no tenía nada, yo sola me compré la heladera, las sillas, todo. La municipalidad me ayudó con esta casa. Un día hacía tanto frío, había nieve en el campo, que mis hijos estaban congelados y el cuadrillero no quería volver hasta que no terminaran el trabajo. Casi se me heló mi hijo. Aunque estaba todo cubierto con una frazada, no había nada que le sea suficiente, mucho frío.

(Conversación en casa de N A., 3-10-16)

El texto transcripto corresponde a una conversación informal que tuvimos con N.A., que tuvo que salir con sus hijos a trabajar al campo porque su marido perdió los ahorros que habían conseguido y la abandonó; sin embargo, ella representa como un cambio positivo el poder salir a trabajar y controlar su dinero. En este sentido, escuchamos testimonios similares en el segundo taller realizado durante el 2015, cuando les propusimos que relaten, dibujando y/o escribiendo, algún aprendizaje que para ellas haya sido significativo. Si bien algunas relataron el aprender a cocinar, fueron las menos, siendo característicos los relatos en los que aparece el aprender a trabajar en la cebolla, significativo para ellas. Por cuestiones de espacio, transcribimos solo uno de los relatos realizados en el taller:

Cuando llegué a la zona tuve que ir al campo a trabajar y no sabía cómo se hacía porque antes yo trabajé de ayudante de cocina. El trabajo del campo me lo enseñó un poco mi hermano, un poco yo mirando. Fue importante aprender a trabajar, me ayudó a tener plata para pagar mis gastos para comer, para mantener a mis hijos.

(Registro segundo taller 2015, 29-5-15)

Si bien el trabajo en el campo implica factores de explotación social en un entramado complejo de clase social, etnia y género, resultan interesantes las representaciones positivas de las mujeres con respecto a la independencia que les brinda el poder salir a la cuadrilla a trabajar. Esto se relaciona con un factor económico pero también con un factor social. Como señala N. A., es importante el momento dedicado al descanso, a juntarse a compartir el alimento para conversar, a caminar por el surco con otras mujeres. Las mujeres representan al campo como un espacio de socialización por fuera del espacio doméstico donde se pueden encontrar con otras mujeres, conversar, caminar juntas por el surco y hasta tomar un mate al lado de la pila de cebolla descolada, contando alguna historia. Las más jóvenes resaltan la oportunidad que tienen para dialogar con las mujeres adultas, por ejemplo, sobre métodos anticonceptivos, embarazos, enfermedades de transmisión sexual y abortos.

d) Conclusiones

En el artículo realizamos un breve recorrido por testimonios que consideramos claves para comprender el sentido que las mujeres con las que trabajamos le dan a las labores que realizan en el sector productivo. Tomando en cuenta las producciones de las mujeres en los Talleres de Historia y Memoria realizados en Hilario Ascasubi durante sucesivos trabajos de campo en los años 2015 y 2016, analizamos la feminización del trabajo en la producción cebollera en la provincia de Buenos Aires. Entendemos que se produce una feminización del trabajo en la producción cebollera debido a que las mujeres son incorporadas al trabajo agrícola como mano de obra en condiciones muy precarias, en los lugares con menor retribución para producir productos exportables al mercado internacional.

Desde los planteos metodológicos, consideramos que partir del taller participativo nos permitió llegar a las voces de mujeres y superamos las limitaciones de los trabajos de campo previos, en los predios rurales, cuando los encargados de los campos solo nos habilitaban entrevistas con los varones. En ese sentido el análisis desde los “lentes del género”, provistos por una epistemología feminista, nos permitió revisar nuestros propios recorridos como mujeres que hacemos trabajo de campo “en el campo” como espacio masculinizado.

Analizamos el lugar de las mujeres principalmente en un eslabón estratégico de la cadena productiva que es la cosecha, específicamente el trabajo temporal de la escardillada y la descolada. Estos son los trabajos a los que las mujeres acceden y priorizan. Lo que tiene que ver con estrategias de articulación con las demandas de lo reproductivo en el caso de las mujeres con hijos y también para la articulación con la educación, tanto de las más jóvenes como de aquellas mujeres adultas que están cursando su escolarización primaria.

Observamos que opera una “precariedad mediada por el género” (Busca y Vázquez Laba, 2004, p. 1) en los puestos de trabajo, ya que las mujeres realizan trabajos flexibles, desgastantes, no especializados, mientras los hombres se desempeñan como gerentes, técnicos y trabajadores especializados. Las adscripciones de género restringen a las mujeres de ocupar puestos que por lo general ocupan los varones.

Puntualizamos en la importancia del trabajo hortícola como un atractivo para migrar y las particularidades de la experiencia de varones y mujeres, aunque en este caso solo analizamos e hicimos audibles las voces de mujeres.

Nos centramos en el estudio de los enunciados que dan cuenta que las mujeres consideran que en el campo, en el trabajo en la cebolla por medio de la cuadrilla, no se hacen diferencias de género con respecto a las exigencias físicas para llevarlo a cabo. Consideran que en ese espacio hay “igualdad” y que allí no se las considera inferiores ni débiles, sino que todos y todas pueden realizar las mismas tareas. Aunque esto no sucede con las otras labores que requiere el cultivo de la cebolla y que realizan los varones, tareas consideradas de mayor prestigio y por las que reciben mayor retribución económica.

Intentamos comprender y describir cómo las mujeres articulan las tareas productivas y reproductivas. Vimos que son ellas las que llevan a sus hijos al campo, a las guarderías, o que los dejan con “vecinas cuidadoras” y que, además, son las encargadas de llevar al campo el alimento para ellas y para toda la familia. Todo esto produce una jornada laboral que se extiende en formas invisibilizadas de trabajo doméstico.

Nos detuvimos en los testimonios que señalan el valor que tiene emplearse en la cebolla. Esto es visto positivamente por las mujeres ya que les permite manejar algo de dinero, mientras que el trabajo doméstico no. Sabemos que no todas reciben directamente el pago por el trabajo realizado, pero muchas de ellas, en especial las que viven solas, manejan su dinero. En otros casos, los varones –padres, esposos, parejas– cobran por el trabajo de la familia, mientras que en otras –como en los galpones de empaque– las mujeres reciben directamente el pago por su trabajo.

En suma, tratamos de analizar una serie de testimonios surgidos de un trabajo en Talleres de Historia, Memoria y Producción de Textos realizados con mujeres en un espacio migratorio en el cual la producción hortícola cebollera es el centro de la actividad económica y el espacio productivo donde trabajan.

Notas

1 El recorte empírico del trabajo está centrado en el material recopilado en los talleres; en esta oportunidad no se han incorporado las observaciones y registros realizados durante distintas etapas productivas y de acopio realizadas por una de las autoras, María Belén Bertoni, que está realizando su tesis doctoral sobre el tema. Las perspectivas teóricas que delimitan nuestra línea de pensamiento se encuentran en la esfera de los llamados feminismos de Abya Yala (Francesca Gargallo, 2013). Estos feminismos son un universo que da cuenta de las complejidades de las situaciones, demandas y luchas de las mujeres de los pueblos originarios, las migrantes, las que interpelan al mandato de la heterosexualidad y las racializadas. Ha sido el feminismo negro quien interpeló al “feminismo blanco” y anglosajón, hicieron hincapié en su condición de trabajadoras, esclavas primero, luego obreras en distintos nichos productivos y en el ámbito doméstico. Desde estas interpelaciones, Kimberlé Crenshaw va a acuñar el concepto de interseccionalidad, que atraviesa la obra de Angela Davis (2004) y las de otras afrodescendientes como Ochy Curiel (2007), con fuerte presencia en nuestro país, debido a que ha viajado por él, ha dado charlas, ha cantado, tocado su guitarra, y ha generado debates el feminismo no hegemónico. La interseccionalidad de raza, etnia, clase, sexo y género es una guía para los feminismos nuestroamericanos, aunque como en todo universo hay distintos caminos que se van abriendo día a día. Entre las feministas de Bolivia que consideramos imprescindibles para pensar nuestros trabajos se encuentran Julieta Paredes y su tarea desde el feminismo comunitario (2010), y Silvia Rivera Cusicanqui (2004) y sus análisis del mundo andino, del movimiento sindical y de las imágenes.
2 El paradigma poscolonial se desarrolló en la India y en su origen en el grupo de estudios subalternos dirigido por Ranajit Guha. El concepto de subalternidad surgido de la teoría gramsciana fue retomado y resignificado por el poscolonialismo; se relaciona con el de hegemonía, y a través de él podemos entender cómo opera la dominación cultural y simbólica produciendo consensos entre los hegemonizados, que no fueron solo determinadas clases sociales sino también los pueblos colonizados, así como sus posibilidades de representación y producción científica en el marco de una episteme occidental. El primer volumen de South Asian Subaltern Studies se publicó en 1982. Poscolonialismo y subalternidad se entrelazaron en sus análisis, que desde los años ochenta en adelante se focalizaron en las clases rurales en la India con el objetivo de recuperar la voz de los sujetos colonizados que habían quedado invisibilizados por la historiografía hegemónica. El pensamiento decolonial se centró en el análisis de la situación americana, colonizada por distintos países europeos, con un fuerte peso del colonialismo hispánico que dio lugar a la inscripción occidental que abarca a todas las Américas. Colonialismo y occidentalismo tienen particularidades específicas en América Latina: marginalidad de los pueblos originarios, esclavitud de los africanos y el surgimiento de intelectualidades afincadas en y desde la diferencia colonial. Desde este punto de partida el pensamiento decolonial busca un camino para saldar el ocultamiento y olvido que sufrieron las opciones históricas y epistemológicas americanas para recuperar las voces y las luchas no hegemónicas. En los últimos años ha surgido el paradigma descolonial que busca ampliar las fronteras del feminismo (Millán, 2014).
3 Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria
4 Pasiflora, Passiflora incarnatta, está reconocida como una especie útil por sus propiedades sedantes. Las alumnas de la escuela comparten estos conocimientos, sus plantas; se trata de una de las muchas prácticas de solidaridad grupal que identificamos en el ámbito escolar.
5 Incluso cuando están embarazadas; o si tienen hijos pequeños, las mujeres los llevan al campo con ellas. Cuestión que resaltan como diferente en Bolivia, donde no tenían que salir a trabajar embarazadas.
6 La mayor intensidad de las labores se desarrolla en lo que se llama “época de la cebolla” que es de diciembre a marzo, período en el cual los pueblos se llenan de “cuadrilleros” –con sus colectivos viejos– que transportan los peones que van a trabajar a los campos de 7 a 70 km de distancia; salen entre las 4 y las 6 de la mañana y regresan a partir de las 19 horas, aunque muchas veces llegan a las 9 de la noche y más tarde aun cuando se rompen los colectivos. El contrato de trabajo es “a destajo”, esto quiere decir que se paga por unidades surcos o tablones realizados, metros de surcos desyuyados/desmalezados o apilados (de cebolla cosechada que se apila para secarse), o por unidades de bolsas de cebolla descolada y embolsada. Las menos de las veces los pagos son por jornal. Los contratos se establecen de palabra a la hora de subir a la cuadrilla y generalmente se paga al terminar el día o la semana. Algunas veces los trabajadores no reciben el pago.
7 Siendo trabajadoras de la cuadrilla ellas son trabajadoras temporales: van a arrancar, carpir, descolar, embolsar, tapar. Estas labores son precarias, inseguras, flexibles e informales y son realizadas por los grupos de migrantes más empobrecidos (Bertoni, 2017).
8 Asociación de productores de Villarino Sur.

Colectividad boliviana de Villarino.

9 Asociación de Productores Hortícolas del Sur Bonaerense
10 Asociación de productores de sudoeste bonaerense.
11 La Salada es un complejo ferial ubicado en Lomas de Zamora, Buenos Aires. En el mismo se comercializan a bajo costo diversos productos, en su mayoría textiles y calzados. Al complejo llegan contingentes de compradores que luego comercializan los productos en negocios y ferias locales.

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Recepción: 28 Noviembre 2017

Aprobación: 22 Abril 2018

Publicado: 31 julio 2018

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