Geograficando, vol. 16, nº 1, e065, mayo - octubre 2020. ISSN 2346-898X
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Geografía

Artículos

El sentido de pertenencia de los migrantes bolivianos en la ciudad de Pedro Luro (Buenos Aires – Argentina)

Marcela Torrez Gallardo

Universidad Nacional del Sur / CONICET, Argentina
Cita recomendada: Torrez Gallardo, M. (2020). El sentido de pertenencia de los migrantes bolivianos en la ciudad de Pedro Luro (Buenos Aires – Argentina). Geograficando, 16(1), e065. https://doi.org/10.24215/2346898Xe065

Resumen: La comunidad boliviana es uno de los grupos migrantes que tiene mayor visibilidad como parte de las migraciones más recientes y de mayor peso relativo en la ciudad de Pedro Luro. Las pautas culturales, fiestas religiosas, actividades cotidianas, y las prácticas sociales en su conjunto, aparecen como expresiones del sentido de pertenencia y lugar. En este escenario, la finalidad es analizar tales prácticas, como modalidades que permitan aproximarse a la construcción del sentido de pertenencia que experimentan las comunidades bolivianas en la ciudad, en un contexto de aparente segregación territorial. La metodología empleada se centró en el estudio de caso y las técnicas se basaron en la observación participante y en las entrevistas semi-estructuradas dirigidas a los sujetos migrantes y no migrantes de la localidad.

Palabras clave: Migrantes, Sentido de pertenencia, Territorio, Lugar, Ciudad.

Sense of belonging in bolivian migrants at Pedro Luro city (Buenos Aires, Argentina)

Abstract: The Bolivian community is one of the migrant groups with the most visibility and relative weight among recent migrations in the city of Pedro Luro. Cultural patterns, religious festivals, everyday activities, and social practices as a whole appear as expressions of a sense of place and belonging. Thus, the aim is to analyze such practices as modalities of an approach to the construction of the sense of belonging experienced by Bolivian communities in the city, in a context of apparent territory segregation. The methodology used focused mainly on participant observation and semi-structured interviews with migrant and non-migrant subjects.

Keywords: Migrants, Sense of belonging, Territory, Place, City.

Introducción

Las migraciones son parte de los factores contribuyentes en el crecimiento y expansión de los espacios urbanos en la Argentina. En estas últimas décadas, las migraciones paraguayas y bolivianas se constituyeron como las movilidades regionales más significativas para la Argentina, desde un punto de vista político, demográfico, económico y socio-cultural (Benencia, 2007; Texidó y Gurrieri, 2012). Sin embargo, los migrantes bolivianos han adquirido un mayor protagonismo motivado por la construcción de novedosas trayectorias laborales y el desarrollo de organizaciones consolidadas en el territorio argentino (Grimson y Jelin, 2000; Vargas, 2005; Benencia et al., 2009). Y por sus improntas culturales a través de la conformación de barrios étnicos (Sassone, 2007), las prácticas de religiosidad popular (Mallimaci Barral, 2007; Barelli, 2011) y la conformación de economías étnicas en el territorio argentino (Benencia, 2017). Los grupos migrantes que llevan cierta trayectoria de permanencia, sobre todo en las ciudades, logran materializar, de una manera axiomática, diversas prácticas sociales que los caracterizan (Sassen, 2006). A partir de las actividades cotidianas y prácticas desarrolladas en determinados espacios, es posible pensar en un cierto grado de pertenencia para las comunidades migrantes. Hacer referencia a este sentido comunitario implica considerar el conjunto de sentimientos, percepciones, deseos, necesidades, que es construido a partir de las actividades diarias desarrolladas en los espacios cotidianos (Ortiz Guitart, 2006). Pensar estas prácticas como parte de un sentido de pertenencia orienta a concebir el territorio como una construcción social, representada por la materialidad de un conjunto de relaciones y prácticas, en el que los sujetos interactúan y producen su apropiación según sus propias pautas culturales (Di Méo, 1999; Haesbaert, 2011).

En este contexto, se propone analizar cómo los migrantes bolivianos manifiestan sus sentidos de pertenencia en la localidad de Pedro Luro, sudoeste de la provincia de Buenos Aires (Argentina) (Figura 1). En un marco social complejo de multiterritorialidades que surgen como parte de la existencia de diferentes grupos sociales que allí conviven1 (unos más legitimados que otros), se plantea aproximarse a ese sentido de pertenencia a partir del análisis de las prácticas sociales que estos grupos revelan en la ciudad. Se seleccionaron como prácticas sociales relevantes las de religiosidad popular en torno a la devoción de la Virgen de Urkupiña; las prácticas de la economía popular de la Feria Regional Bonacina y las prácticas de base organizativa asociadas a la emergencia del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) en Pedro Luro; todas ellas, analizadas en un contexto barrial que emerge como parte de las territorialidades de los migrantes. Los criterios de selección de las prácticas se basaron en las trayectorias temporales de permanencia, en las expresiones espaciales sobre el paisaje cultural, en la representatividad que tienen para la mayoría de los residentes bolivianos y en su grado de reconocimiento por los habitantes de la ciudad en general.

FIGURA 1
Localización geográfica de Pedro Luro
Localización geográfica de Pedro Luro
Fuente: Buzzi, 2018

Pedro Luro es la ciudad más urbanizada del partido de Villarino, con 9.494 habitantes según el último Censo Nacional de Población del 2010; sin embargo, las últimas estimaciones indican que en la ciudad residen entre 12.000 y 15.000 habitantes, de los cuales se estima que el 30 % corresponda a la comunidad boliviana.2 Desde la década de los setenta se perciben flujos migratorios bolivianos en la región, atraídos por la demanda laboral del cultivo de cebolla. Este es la principal actividad económica de la región, cuya especialización tuvo sus inicios por las mismas décadas en las que se percibían los flujos migratorios. La incorporación productiva de la cebolla ha sido de tal relevancia que se expandió el área de cultivo y se incrementó su producción y su participación socio-pro­ductiva3 para la región. Actualmente los migrantes bolivianos, en su mayoría dedicados a la producción de la cebolla, constituyen el grupo de mayor peso relativo y con mayores rasgos étnicos e identitarios anclados en la ciudad. Han sido parte de los cambios económicos, sociales y culturales, ocupando diferentes roles en estos procesos; ello también generó fragmentaciones y diferencias en la sociedad local manifiestas en el discurso xenófobo, en las representaciones y en la segregación espacial.

Realizar estudios de estos grupos sociales, desterritorializados de sus lugares de origen y anclados en contextos disímiles, implica una complejidad en sí misma. Por ello el enfoque de casos situados posibilita ampliar el horizonte de análisis y ser re-contextualizados en otras escalas geográficas. El trabajo propone avanzar en la investigación de las migraciones como procesos sociales y sus territorialidades en espacios locales, en un contacto más directo con las perspectivas de los propios sujetos. La construcción de estos conocimientos potenciaría la participación ciudadana sobre la planificación urbana, fortaleciendo el sentido de pertenencia y generando proyectos de integración, para minimizar procesos de segregación socio-territorial (Fenster, 2003). En este sentido, el trabajo contribuye a los estudios migratorios desde una perspectiva más subjetiva del proceso y desde un enfoque sociocultural de la disciplina geográfica. A continuación, se presentan los aportes teóricos conceptuales y metodológicos que sustentan la investigación; los resultados del análisis de las prácticas sociales vinculados al sentido de pertenencia de la migración boliviana y las reflexiones finales a las que fue posible arribar.

Aportes teórico-conceptuales

El sentido de pertenencia es interpretado desde diferentes perspectivas. Algunos autores hablan también del sentido de lugar para destacar más la identificación y la territorialización personal con un espacio determinado (Massey, 1994); mientras que otros utilizan la expresión sentido de pertenencia para subrayar más los aspectos espirituales que ligan a las personas a unas comunidades e identidades nacionales. Sin embargo, los límites entre los conceptos de lugar y sentido de pertenencia son poco nítidos (Ortiz Guitart, 2006). El sentido de pertenencia al que en este trabajo se hará referencia está asociado al sentimiento de apropiación e identificación que reconstruye y resignifica territorialmente una comunidad, expresado a través de sus prácticas sociales espacializadas. Las personas necesitan identificarse con un grupo social o un territorio específico, a la vez que requieren sentirse parte de un colectivo y estar arraigado a un lugar concreto (Relph, 1976), incluso como parte de una condición humana. La necesidad de identificarse con un otro, ya sea porque comparte una historia, una cultura o un origen, se hace más fuerte en el migrante y puede surgir como parte de sus estrategias de supervivencia y adaptación en un nuevo espacio. Las migraciones son procesos sociales que “comprenden una compleja serie de cambios a nivel individual, familiar y comunitario” (Massey, 2017, p. 63). En este sentido, los sujetos migrantes proyectan en su nuevo lugar de acogida emociones, sentimientos y afectividades que guardan con su lugar de origen; ello deriva en pensar en el carácter subjetivo e identitario que implica el proceso migratorio desde un enfoque multidimensional (Lamborghini y Martino, 2018).

Los grupos sociales en un sistema de relaciones sociales producen y construyen espacios (Lefebvre, 1974; Massey, 1994), cuya materialidad se identifica en un espacio geográfico concreto. El sistema de relaciones sociales tiene que ver con las “prácticas sociales y los procesos que forman parte de la temporalidad histórica y se inscriben en un espacio social histórico” (Valcárcel, 2000, p. 358). Para llegar a comprenderlo, resulta necesario analizarlo desde la perspectiva de los propios sujetos, la forma que utilizan para hablar de ello y las prácticas que llevan a cabo, desde un enfoque que priorice lo cultural (Claval, 2002). Las especificidades de lugar y territorio aparecen como las categorías espaciales cargadas de afectividades, sentimientos, emociones; categorías que pueden ser entendidas como espacios con sentido. Los lugares proveen la condición de posibilidad para la creación de prácticas sociales y la producción creativa de identidad (Cresswell, 2004). Los territorios son parte del espacio geográfico revestido de dimensiones políticas, afectivas y de identidad (Rodríguez Valbuena, 2010). El territorio implica “una dimensión simbólica, cultural, a través de una identidad territorial atribuida por los grupos sociales, como forma de control simbólico sobre el espacio donde viven y una dimensión más concreta, de carácter político disciplinario” (1997, p. 42. En Haesbaert, 2011, p. 80). Y es la territorialidad como acción la que consolida la pertenencia y el desarrollo de una identidad personal o colectiva sobre un espacio (Montañez y Delgado, 1998). En este sentido, el barrio puede ser entendido como un territorio histórico y socialmente construido; como una categoría constitutiva de la forma de percepción, significación y acción por los propios sujetos. Se define como el espacio social en el que se observan marcas culturales propias de la colectividad, en donde el conjunto de sus prácticas sociales y sus expresiones materiales y simbólicas garantizan la apropiación y permanencia a un determinado territorio (Montañez y Delgado, 1998). En el contexto de los nuevos giros de la disciplina geográfica, y en particular desde la Geografía Cultural, hay un creciente interés en entender el significado de lo representado por los individuos; el modo en el que comprenden y perciben su ambiente, donde la cultura aparece como el medio para estudiar las colectividades de individuos; y la manera en la que transforman el mundo material a partir de un mundo de símbolos que otorga sentidos y valoraciones (Fernández Christlieb, 2006). He aquí donde se sitúan los grupos migrantes bolivianos como parte de esa amplitud de objeto de conocimiento de la disciplina. La combinación de las categorías teórico-conceptuales y espaciales antes mencionadas es la que permite comprender la espacialidad como dimensión central y constitutiva de las prácticas sociales expresadas por los migrantes bolivianos en la ciudad de Pedro Luro. Estas prácticas, que tienen una connotación fuertemente cultural, permitirán la aproximación al sentido de pertenencia de los sujetos migrantes.

La metodología de trabajo que guía la investigación

El presente trabajo forma parte de un proyecto de investigación que se inició en el año 2015, centrado en el estudio de las migraciones bolivianas y sus territorialidades en el área de Pedro Luro. La metodología se enmarca en una investigación cualitativa (Vasilachis de Gialdino, 2006), de carácter sociocultural y de tipo participativa. Las técnicas de trabajo y fuentes de información se apoyaron en las entrevistas semi-estructuradas y en la observación participante. Dentro de los informantes clave, y como fuentes primarias se encuentran los migrantes bolivianos tradicionales y recientes, considerando las generaciones de hijos/as nacidos en la Argentina; y los no-migrantes limítrofes (correspondientes a aquellas generaciones de origen mayoritariamente europea, que conformarían la sociedad “local” o “criolla”).

Las entrevistas también estuvieron destinadas a los representantes de las instituciones públicas, de organizaciones sociales, educativas, entre otros, con la intencionalidad de tener una mayor diversidad de perspectivas sobre el territorio de análisis e identificar de ese modo si se reconoce o no el sentido de pertenencia del “otro” en la ciudad. Se realizaron aproximadamente cincuenta entrevistas. La ampliación e incorporación de nuevos informantes durante la investigación estuvo sostenida mediante la técnica “bola de nieve” (Martínez Salgado, 2012), buscando siempre la mayor heterogeneidad entre la muestra poblacional. El trabajo en el terreno y la observación directa estuvieron enfocados en identificar las prácticas sociales espacializadas y tomar registro de los espacios específicos de los territorios y lugares.

Las prácticas sociales en la construcción territorial del barrio

La configuración espacial de Pedro Luro respondió al asentamiento poco planificado de población boliviana, paraguaya y de origen norteño sobre las áreas periféricas de la ciudad. La densificación empezó a ser mayor cuando se incrementó la llegada de trabajadores y trabajadoras para los meses de la zafra de la cebolla. La especialización en este cultivo (que se inició en los setenta y se mantuvo posteriormente) generó, por un lado, una demanda laboral importante, sobre todo para los meses de diciembre a abril, época de la cosecha. Y por el otro, la posibilidad de inserción en la actividad como productores directos de cebolla o intermediarios, algo significativo para gran parte de la colectividad boliviana dedicada al sector. Por tanto, la decisión de establecerse estuvo motivada por razones laborales y económicas, y por los vínculos generados entre familiares o compatriotas con los cuales compartían experiencias similares.

Así, re-emergieron barrios con la radicación de familias migrantes mayoritariamente bolivianas, sobre todo en los barrios Padre Basso, Padre Pablo y Bonacina (Figura 2). La concentración de migrantes en un barrio es producto de las redes sociales y de la necesidad comunitaria de construir lugares (Sassone y Hughes, 2009). Con el predominio de familias bolivianas o de segundas generaciones nacidas en la Argentina, estos barrios adquirieron pautas o rasgos materializados en el paisaje desde una impronta cultural que se fue re-construyendo.

FIGURA 2
Prácticas sociales en la construcción territorial
Prácticas sociales en la construcción territorial
Fuente: Elaboración propia, sobre la base del mapa catastro de la Municipalidad de Villarino

La construcción cultural e identitaria del barrio como territorio supone la materialidad de las experiencias de vida del grupo social, expresadas en artefactos u objetos materiales, en signos y símbolos, en significados y valores que hacen diferente un territorio de otro y van dando conformidad a la identidad territorial. Parte de esa materialidad tiene que ver con las prácticas sociales proyectadas por la misma comunidad, como las de religiosidad popular en torno a la Virgen de Urkupiña, de comercialización en la Feria Regional y otras prácticas organizadas que se hacen palpables en el paisaje cultural del barrio. El espacio no puede ser entendido al margen de las prácticas sociales. “Los procesos de asignación de significados y los sentidos de lugar son emergentes de las prácticas de vida, movilidad y significado del territorio” (Salazar et al., 2017, p. 253). A continuación, se hará referencia a las prácticas de religiosidad popular, de comercialización en torno a la feria y a las prácticas sociales de organización sindical de trabajadores rurales que se manifiestan en la construcción territorial del paisaje cultural del barrio y del sentido de pertenencia para la comunidad boliviana en Pedro Luro.

Las prácticas de religiosidad popular en torno a la Virgen de Urkupiña

La imagen de la Virgen de Urkupiña arribó a Pedro Luro a mediados de los años noventa. Migrando pueblo por pueblo, fue pasando por diferentes familias, hasta que finalmente quedó resguardada en el museo del Complejo de Fortín Mercedes, hacia el año 2001. Tiempo después lograron recuperarla y trasladarla a la capilla La Auxiliadora, ubicada en el barrio Padre Pablo (Figura 2). Entre 2007 y 2010 se iniciaron las primeras prácticas culturales asociadas a las festividades de la Virgen de Urkupiña, desarrolladas durante el mes de agosto. Esta celebración genera un masivo encuentro entre la misma comunidad boliviana y migrantes internos, sobre todo de jujeños y salteños. Estas creencias son parte de las manifestaciones de la cultura boliviana que se trasladaron a la Argentina con el proceso migratorio; constituyen uno de los espacios en el que los migrantes bolivianos construyen su bolivianidad y se repite en diferentes localidades del país (Pérez y Ginóbili, 2008).

En Pedro Luro, la celebración se inicia con una misa en la capilla La Auxiliadora, a cargo del sacerdote referente de la Pastoral Migratoria de la arquidiócesis de Bahía Blanca. Una vez finalizada la misa con los agradecimientos y pedidos de los fieles, se continúa con la procesión de la Virgen, que es acompañada de los devotos y simpatizantes, con bailes folclóricos y caravana de vehículos decorados (Figura 2). Recorriendo las calles del barrio y atravesando sus límites, llegan al centro de la ciudad (varían año a año las sedes de encuentro festivo), donde tiene lugar la fiesta popular con el típico almuerzo y la participación de diversos grupos folclóricos, a lo largo de toda la jornada; no sólo acuden devotos de la virgen, sino también integrantes de la comunidad boliviana en general. Con respecto al sentido que tiene la fiesta y su organización para quienes participan, se citan algunos testimonios:

[…] Esto hace que a nosotros como migrantes nos unan, hace que nos conozcamos, que compartamos. Mirá que nosotros con miles y miles de personas durante todos estos 11 años que estamos se reinició la fiesta de la Virgen. Conocimos gente, compartimos y la verdad que uno a través de esto crea grandes amistades, nos conocemos familias; no somos todos familias, necesidades también, a todos no nos va siempre bien (Don Ibarra, devoto).

[…] se aprende cosas que quizás no sabes y él otro sabe y otra familia sabe. Al compartir todo esto, se comparte todo, y más que nada lo religioso y las necesidades que hay en el mismo barrio, en nuestra misma cultura. Como nosotros somos una cultura bien tímida, siempre somos un poquito quedados, hasta último momento para decir “Bueno, esto me está pasando”, no somos de expresarnos así nomás (Don Ramos, pasante de la Virgen, 2019).

Estas prácticas de religiosidad popular que llevan a cabo los miembros de la comunidad boliviana poseen un carácter singular, según sus raíces culturales y marcos sociales. Estas prácticas son entendidas en el marco de las multicausalidades y el anclaje local de las migraciones, puesto que se evidencian como prácticas culturales propias y características de sus países de origen que son desarrolladas y resignificadas en los nuevos espacios de los países receptores, a los que dotan de nuevos significados que hacen sentirlos como propios. Las celebraciones patronales constituyen un importante elemento identitario en los barrios donde se ha rescatado esa tradición: “los migrantes definen sus identidades locales en función del santo patrón y del sistema de cargos procedentes de la tradición rural y pueblerina indígena” (Lisocka-Jaergermann, 1998, p. 14). Estas devociones populares y espacios sacralizados constituyen una geografía de complejas transformaciones y adaptaciones. Además, en los rituales de las prácticas la comunidad migrante se apropia de las estructuras modernas (y contemporáneas), lo que da como resultado una trama social dinámica de una eminente riqueza espacial (Carballo, 2009).

Las prácticas sociales de la economía popular en la feria

En la Feria Regional Barrio Bonacina (Figura 2) se despliega una serie de prácticas como parte de las estrategias económicas de una economía popular, entendida como un fenómeno y organizada en torno a las estructuras sociales de la comunidad boliviana. Prácticas que reconocen las habilidades y capacidades de estos sujetos de negociar con las estructuras establecidas por el capitalismo (Tassi et al., 2013). De cierto modo, estos espacios feriales reconstruyen las lógicas propias de los grandes mercados de Bolivia, así como las de las grandes ferias de la capital porteña (Pérez y Ginóbili, 2008). La feria puede ser entendida como parte constitutiva de la identidad colectiva migrante, desde una concepción constructiva de lugar por la frecuentación, interacción e identificación con y en este territorio barrial. Dos aspectos caracterizan la feria como lugar (Solana, 2016). Por un lado, la dimensión afectiva, lo que implica algún tipo de vinculación emocional para los sujetos migrantes; y por otro, la dimensión temporal, como porciones del territorio asociadas a un pasado, a una memoria o a una historia.

La feria se inició en el año 2009 y de acuerdo a los entrevistados, fueron las mujeres quienes tomaron la iniciativa de realizar ventas de empanadas, panes caseros y tamales en el barrio para paliar la mala racha económica de la crisis cebollera. Con el transcurrir del tiempo, estas ventas, que inicialmente complementarían la actividad laboral de la semana, empezaron a repetirse todos los domingos por las calles más transitadas del barrio. Actualmente la feria se constituye como una asociación civil, con la disposición de un estatuto y una comisión de feriantes miembros (mayoritariamente bolivianos), quienes organizan los puestos de venta. La ocupación de estos espacios públicos, desde una perspectiva sociocultural, puede ser comprendida como lugares de interrelación, de encuentro social y de intercambio (Ortiz Guitart, 2006). La feria cuenta con aproximadamente 200 puestos de venta en diversos rubros: mercadería, ropa nueva y usada, artesanías, jardinería, mercería, verduras de productores locales, especias, comidas rápidas y platos típicos de la colectividad boliviana. Los puesteros son mayoritariamente bolivianos residentes de Pedro Luro y productores rurales, pero también está abierta a feriantes de localidades cercanas. Esto último surge como parte del acuerdo entre la comisión de la feria y el municipio, que a través de la sanción de la Ordenanza 2746/2014 reconoce la feria como Feria Regional Barrio Bonacina; dispone de su regularización ocupando un espacio público de manera provisoria; y establece el futuro traslado a un predio cercado y acondicionado en el barrio Los Manzanos.

Quienes concurren a la feria despliegan una serie de prácticas socio-espaciales que suceden en un día y tiempo determinados. Todos los domingos por la mañana se pone en funcionamiento la feria barrial, que convoca en promedio a cinco mil personas por día, dependiendo de la estación del año y de la época de zafra: confluyen vendedores, consumidores, vecinos, residentes locales y regionales. Durante este momento, el lugar de la feria se muestra como una configuración socio-espacial de tipo efímera, en el sentido de que sólo sucede en un momento determinado; y en este lapso matutino el espacio adquiere significado en la misma movilidad (Hiernaux, 2006). Su carácter de efímero posibilita entender no sólo la disposición de los elementos materiales en un momento dado en el espacio, así como sus relaciones con otros sujetos, sino también las percepciones y vivencias de este espacio para quienes presencian o participan de los lugares efímeros. Comprender esas percepciones y representaciones de los sujetos implica analizar el lugar desde una dimensión afectiva. Sobre la base analítica de las entrevistas realizadas, hay opiniones y sentimientos encontrados respecto a la feria. Algunos la consideran como una forma de competencia comercial desigual, por la excepción de pagos impositivos; y otros, como el lugar más conveniente para el consumo, además de significar un espacio de sociabilización. Cito a continuación algunos testimonios:

[…] y aparte tenés una entradita. Por ejemplo, una, como mamá que hace empanadas para vender: vos sabés que hiciste y gastaste una cantidad, y vos sabés que la recuperás y vas a tener para pagar la luz en el momento. Eso también es importante, no es lo mismo que ponerte a sembrar y esperar a cosechar; esto es distinto, sobre todo para las mujeres que hacen labores con la comida; es beneficioso porque se recupera la plata al otro día (Sandra, vecina del barrio).

Yo lo veo lindo para pasear, venir con la familia, porque es tranquilo, no hay peligro, esto trae mucha gente. Viene gente de Conesa, de Origones, de todos los pueblos, vienen todos y muchas veces pasa de que no se ven mucho tiempo y se ven acá. Y eso está bueno (Marisa, vecina de barrio).

La feria ha pasado a constituir más que un espacio de actividad complementaria para los vecinos: adquiere una dinámica identitaria en varios sentidos, no sólo por cómo se originó, por el lugar donde se desarrolla, sino también por los sabores que se encuentran. La gastronomía es una de las maneras de mantener un vínculo con la tierra añorada. Las comidas típicas forman parte de la identidad étnica. En contextos migratorios como el caso de Pedro Luro, donde la etnicidad se re-inventa, los referentes culturales se amplían en procesos específicos. En la feria se pueden degustar comidas típicas bolivianas en algunos puestos (Figura 2); encontrar insumos necesarios para la elaboración de platos; y elementos para la realización de rituales culturales. Muchos de estos productos (importados desde Bolivia o de ciudades como Buenos Aires) son muy valorados por parte de la comunidad boliviana, ya que forman parte de la dieta alimentaria o de las prácticas culturales que se llevan a cabo para ciertas fechas conmemorativas. Estrena Durán (2012) menciona que la experiencia de los inmigrantes implica procesos específicos a través de los cuales se conservan, reintroducen y recrean ritualmente signos de su identidad nacional, costumbres, festivales o celebraciones religiosas. Dichos procesos reproducen las diferenciaciones existentes u originan nuevas diferenciaciones entre distintos grupos sociales de inmigrantes. Finalmente, y retomando parte de los testimonios antes referenciados, la feria se ha convertido en un lugar de encuentro y de relaciones sociales no sólo para residentes bolivianos sino también para otros migrantes de carácter reciente (del norte argentino y de Paraguay, por ejemplo); sobre todo para los meses de zafra, donde el paisaje cultural se torna de una mayor diversidad étnica.

Prácticas sociales de base organizativa para las movilizaciones

La mayoría de la comunidad boliviana tiene una relación de trabajo asociada a la horticultura de la cebolla, ya sea como productores, intermediarios, trabajadores o asalariados. En estos últimos años, con la crisis del sector cebollero se desencadenó una serie de malestares sociales para quienes dependen de esta actividad. Motivados por experiencias fuera de la región y por organizaciones como el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), que posee cierta trayectoria en otros puntos del país, los y las trabajadores fueron protagonistas de una serie de manifestaciones sociales organizadas a partir del 2017, conocida como el cebollazo(Figura 2). Esta consistió en movilizaciones y cortes de rutas para difundir la problemática. Entre sus demandas, solicitaban precios justos al productor; acceso a la tierra; subsidios de emergencia agropecuaria; créditos blandos para la producción; la entrega de kit de semillas y un salario social complementario; la construcción de centros de acopio para los/as pequeños productores/as; la protección del mercado interno y frenos a la importación de cebolla de Holanda y de España; y la apertura de fábricas para agregar valor a la producción de cebolla. Además, estas movilizaciones tuvieron como finalidad visibilizar la importancia del rol de la mujer como trabajadora, la necesidad de guarderías de jornada extendida y la no discriminación a la comunidad boliviana. El pronunciamiento de tales organizaciones y movilizaciones en las localidades del valle tuvo una importante repercusión que dio lugar a una segunda movilización en el mes de octubre, con una serie de prácticas sociales que se mantuvieron desde entonces.

La puesta en práctica de tales acciones que se iniciaron con los MTE implicó no sólo la movilización de las personas, sino también la generación de una estructura organizativa y una dinámica de participación de los/as trabajadores/as bolivianos/as. Pero también fueron claves la capacidad de organización, los intereses en común, un pasado compartido (pensando en experiencias de acciones políticas que los migrantes bolivianos pudieran haber tenido en su país de origen), la existencia de una disponibilidad de tiempo, la motivación, entre otros, que posibilitaron la concreción de una acción colectiva. La teoría de la movilización de recursos plantea que los movimientos sociales son una forma de hacer política por otros medios, y más en concreto, por los únicos medios con que cuentan los grupos desprovistos de poder (López Sánchez y Hernández Rodríguez, 2015). Las acciones colectivas y su articulación en red, por su relación con las otras localidades del valle, no tenía precedentes en la región. Si bien existen otros tipos de organizaciones previas, como la Asociación de Pequeños Productores Bolivianos Hortícolas del Sur Bonaerense o la Colectividad Boliviana de Villarino, no habían tenido una manifestación pública como los movimientos socioterritoriales liderados por los MTE Rurales. Tal experiencia y su repercusión regional fueron disruptivas e hicieron visibles las potencialidades organizativas de una colectividad, que, si bien estuvo motorizada por actores externos a la región, puso en evidencia el sentido de pertenencia y la territorialidad de una comunidad migratoria, que hasta el momento estaba en parte invisibilizada, al menos en términos de acciones políticas. Todas las actividades que se realizaron y que se mantienen vigentes, como las asesorías, las reuniones, la organización de las manifestaciones y el desarrollo concreto de las ocasionales movilizaciones, se expresan como parte de las acciones o prácticas colectivas que se llevan a cabo en lugares concretos de la localidad, precisamente en el barrio y en la ocupación de los espacios públicos. En tal sentido, se observa una fuerte identificación de la denominada inscripción territorial de las prácticas con un claro anclaje barrial (Torres, 2011), configurando escenarios definidos por las mismas prácticas sociales espacializadas, que llevan a cabo estas organizaciones en un tiempo y espacio concreto. Se menciona a continuación el testimonio de un residente local, integrante del MTE, quien revaloriza la capilla del barrio como parte integrante de las acciones que desarrollaron como colectividad, así como las repercusiones que tuvieron:

La capilla es la gran fundadora del MTE. Le pedí permiso al padre Aldo y a otras autoridades que ahí estábamos, y me dijeron: "Yo pienso que la capilla es del barrio, si vienen y si es un beneficio para el bien del barrio, úsala". Y bueno, usamos e hicimos las reuniones. Se armó el MTE y a los pocos días hubo el primer corte de ruta, eso fue el cebollazo. Y bueno, atrás de eso, la verdad que se divulgó mucho. Se consiguió muchos beneficios, aunque los primeros días también fueron bravísimos. Se hablaba pestes: que política, que ladrones, que esto, que aquello, que no, y más que nada el que tiene ¡viste! (Alfredo, integrante del MTE Pedro Luro).

La emergencia de los MTE Rurales en Pedro Luro impulsó la aparición de otras organizaciones afines con la participación de gran parte de la comunidad boliviana actual, como los Barrios de Pie y la Federación Nacional Campesina (FNC) de índole local. Este tipo de prácticas predispone un escenario que se constituye como algo más que sólo un espacio móvil en el que se despliega una práctica: “es el espacio de un conjunto de prácticas móviles y concertadas por distintos sujetos y un marco en el que toman sentido” (Lindón, 2006, p. 431).

Consideraciones finales

El despliegue de una serie de prácticas sociales, previamente analizadas, visibiliza un sentido de apropiación y pertenencia por parte de la comunidad boliviana que, si bien es de carácter reciente, en comparación con las tradicionales migraciones de origen europea que tiene la ciudad, no ha resultado ser menos significativo en el paisaje cultural de la localidad de Pedro Luro. Los inmigrantes en una nueva sociedad viven dos procesos distintos, pero estrechamente relacionados: por un lado, la adaptación a la nueva sociedad; por el otro, la generación de movimientos encaminados a la reconstrucción, en un nuevo y distinto contexto, de su cultura de origen, su religión, su visión del mundo, sus pautas familiares, etc. (Blanco Puga, 1996). En este nuevo contexto, se plasman estas prácticas sociales que integran la identidad como comunidad boliviana y que son materializadas en el espacio, como parte de la territorialidad que se reconstruye en el cotidiano y que los identifica como colectividad. Las prácticas de la religiosidad popular expresan parte de esas devociones culturales propias de su país de origen que son resignificadas en el nuevo territorio y que integran la bolivianidad en Pedro Luro. De manera similar, las prácticas de comercialización que promovieron la Feria Regional Barrio Bonacina dan cuenta de las estrategias propias de la economía popular que desarrollan los/as bolivianos/as, una práctica común y con larga trayectoria en las principales ciudades del altiplano. Tales prácticas comerciales son proyectadas en el nuevo espacio de acogida y reproducidas en un nuevo contexto, como parte de la apropiación territorial. Estas prácticas sociales permitieron generar un espacio de intercambio y puesta en valor de un territorio barrial, que por lo general ha estado estigmatizado por los “criollos” del pueblo por ser el “barrio de los bolivianos” (desde una connotación segregativa). No quiere decir que haya dejado de serlo, sino que hoy la feria del barrio puede ser pensada como el lugar que integra, aunque sea por unas horas y desde el carácter efímero del espacio. Finalmente, las acciones colectivas y su organización en torno a los movimientos sociales que emergieron a partir de la crisis productiva del 2017 activaron ese sentido de acción sociopolítica, casi inexistente en la región considerando que la presencia boliviana en la región data de la década de los setenta. La organización y su visibilización en el espacio público reafirmaron una presencia boliviana como actores clave en la producción agrícola y por tanto en la economía local, pero sobre todo como actores y actrices de una sociedad de la que forman parte, y por tanto expresando un sentido de pertenencia y apropiación, más allá de la condición migrante de sus primeras generaciones y con el derecho pleno de hacer escuchar sus voces. Se identificó que “el barrio” aparece como el territorio donde las lógicas espaciales responden a la inversión cultural de los migrantes bolivianos, como escenarios donde se materializan las actividades culturales, las fiestas religiosas, las reuniones de los vecinos, las prácticas de los feriantes, las producciones locales y las movilizaciones sociales. Es decir, son las prácticas sociales que se materializan a partir de las territorialidades, proyectando los vínculos con la tierra añorada, en las que aparecen las emociones, los sentimientos y afectividades del migrante. En este sentido, es la dimensión subjetiva e identitaria de los migrantes la que incide y reordena sus relaciones sociales y espaciales con su nuevo destino.

Las migraciones en la ciudad de Pedro Luro no son algo relativamente nuevas, sino que forman parte de los procesos sociales en su dimensión histórica de construcción. Los diferentes contextos históricos y los diferentes países de origen determinaron que algunos grupos fueran más aceptados e integrados que otros. El caso de la comunidad boliviana despierta sensaciones y representaciones aparentemente segregativas desde un punto de vista social y espacial en la sociedad local que, si bien no se abordó en este trabajo, sí se ha podido constatar en otras investigaciones. La migración boliviana fue adquiriendo una especificidad espacial en los barrios de las áreas periféricas de la ciudad, re-significando el espacio a través de sus improntas culturales, visibilizadas en su modo de apropiación y sentido de pertenencia. En este contexto, la ciudad adquiere los matices de una diversidad cultural que se hace evidente no sólo en el paisaje sino también en las múltiples territorialidades que expresan los grupos migrantes. La investigación posibilita vislumbrar los territorios de mayor carga subjetiva y de relevancia para la comunidad boliviana. De tal modo, aparecen como elementos que permitirían no sólo entenderlos como mecanismos de autosegregación, sino también como espacios de empoderamiento cultural. Estas aproximaciones no sólo significarían insumos para contemplarse en la planificación urbana, con perspectivas más integradoras, sino también para comprender que la migración boliviana en la localidad no es algo temporario, sino que integra la sociedad local y por tanto, con pleno ejercicio de derechos como ciudadanos de Pedro Luro.

Referencias

Barelli, A. (2011). Religiosidad popular: El caso de la Virgen de Urkupiña en San Carlos de Bariloche. Revista Cultura y Religión, V (1), 64-79.

Benencia, R. (2007). Bolivianización de la horticultura en la Argentina. Procesos de migración trasnacional y construcción de territorios productivos. En A. Grimson y E. Jelin (Comp.). Migraciones regionales hacia la Argentina. Diferencias, desigualdad y derechos (pp. 135-167). Buenos Aires: Prometeo.

Benencia, R. (2017). Inmigración y economías étnicas. Horticultores bolivianos en Argentina. Madrid: Editorial Académica Española.

Benencia, R.; Quaranta, G. y Souza Casadinho, J. (Comp.) (2009). Cinturón hortícola de la Ciudad de Buenos Aires. Cambios sociales y productivos. Buenos Aires: Ciccus.

Blanco Puga, M. (1996). La ayuda mutua como acción intercultural. Migraciones, 135-145.

Carballo, C. (2009). Repensar el territorio de la expresión religiosa. En C. Carballo (Coord.). Cultura, territorios y prácticas religiosas (pp. 19-56). Buenos Aires: Prometeo.

Censo Nacional de Población (2010). Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. http://www.indec.gov.ar (Noviembre de 2015).

Claval, P. (2002). El enfoque cultural y las concepciones geográficas del espacio. Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, (34), 21-39.

Cresswell, T. (2004). Place: An Introduction. Oxford: Wiley-Blackwell.

Di Méo, G. (1999). Géographies tranquilles du quotidien: une analyse de la contribution des sciences sociales et de la géographie à l’étude des pratiques spatiales. Cahiers de géographie du Québec, 43(118), 75-93.

Estrena Durán, F. (2012). Migraciones globales y reterritorialización de los espacios locales: una aproximación tridimensional. Papeles de POBLACIÓN, 18 (72), 9-38.

Fenster, T. (2003). Gender, public space and the city: confort, belonging and commitment in London and Jerusalem. Seminario Internacional Género, Espacios Públicos y ciudad, 9 y 10 de mayo. Universidad Autónoma de Barcelona.

Fernández Christlieb, F. (2006). Geografía cultural. En D. Hiernaux y A. Lindón (Dir.). Tratado de geografía humana (pp. 220-253). México: Anthropos.

Grimson, A. y Jelin, E. (Comp.) (2006). Migraciones regionales hacia la Argentina. Diferencia, desigualdad y derechos. Buenos Aires: Prometeo.

Haesbaert, R. (2011). El mito de la desterritorialización. Del fin de los territorios a la multiterritorialidad. México: Siglo XXI.

Hiernaux, D. (2006). Geografía de los tiempos y de los espacios efímeros y fugaces. En J. Nogué y J. Romero (Ed). Las otras geografías (pp. 269-284). Valencia: Tirant lo Blanch.

Lamborghini, E. y Martino, M. (2018). La dimensión global de las migraciones actuales. Buenos Aires: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.

Lefebvre, H. (1974). La production de l’espace. París: Anthropos.

Lindón, A. (2006). La espacialidad de la vida cotidiana: hologramas socioterritoriales de la cotidianeidad urbana. En J. Nogué y J. Romero (Ed.). Las otras geografías (pp. 425-445). Valencia: Tirant lo Blanch.

Lisocka-Jaergermann, B. (1998). Los espacios étnicos en las grandes metrópolis: ¿Pueblos en las urbes? En B. Lisocka-Jaergermann (Ed.). El espacio en la cultura latinoamericana. Memorias de la III Reunión del Proyecto (pp. 13-19). Varsovia: Centro de Estudios Latinoamericanos, Universidad de Varsovia.

López Sánchez, R. y Hernández Rodríguez, C. (2015). La lucha de clases en el siglo XXI y su expresión en los nuevos movimientos sociales latinoamericanos (1989-2015). Revista de la Red de Intercátedras de Historia de América Latina Contemporánea, Año 2 (2), 115-141.

Mallimaci Barral, A. (2016). Prácticas religiosas en contextos de migración. Algunas articulaciones entre transnacionalidad, localidad e identidades. Papeles del CIEC, 1(154).

Martínez Salgado, C. (2012). El muestreo en investigación cualitativa. Principios básicos y algunas controversias. Ciência & Saúde Coletiva, 12 (3), 613-619.

Massey, D. (1994). Space, Place and Gender. Oxford: Blackwell.

Massey, D. (2017). Comprender las migraciones internacionales. Teorías, prácticas y políticas migratorias. Barcelona: Bellatera.

Montañez, G y Delgado, O. (1998). Espacio, territorio y región: Conceptos Básicos para un Proyecto Nacional. Cuadernos de Geografía: Revista colombiana de Geografía, 7 (1-2), 121-134.

Ortiz Guitart, A. (2006). Usos de los espacios públicos y construcción del sentido de pertenencia de sus habitantes en Barcelona. En A. Lindón, M. Aguilar y M. Hiernaux (Coord.). Lugares e imaginarios en la metrópolis (pp. 67-83). México: Anthropos.

Pérez. A. y Ginóbili, M. (Coord.) (2008). La migración boliviana en el Partido de Villarino (prov. de Buenos Aires): transformaciones socioculturales. Bahía Blanca: EdiUNS.

Relph, E. (1976). Place and placelessness. Londres: Pion.

Rodríguez Valbuena, D. (2010). Territorio y territorialidad. Nueva categoría de análisis y desarrollo didáctico de la Geografía. Uni-Pluri/Versidad, 10 (3).

Salazar, G.; Fonk, M. y Irarrázabal, F. (2017). Paisajes en movimiento: sentidos de lugar y prácticas interculturales en ciudades de la región de la Araucanía, Chile. Chungará. Revista de Antropología Chilena, 49 (2), 251-264.

Sassen, S. (2006). Inmigrantes en la ciudad global. Recuperado de: http://www.pvp.org.uy/saskia.htm

Sassone, S. y Hughes, J. (2009). Fe, devoción y espacio público: cuando los migrantes construyen lugares. En C. Carballo (Coord.). Cultura, territorios y prácticas religiosas (pp. 151-174). Buenos Aires: Prometeo.

Sassone, S. (2007). Migración, territorio e identidad cultural: construcción de lugares bolivianos en la Ciudad de Buenos Aires. Población de Buenos Aires, 4 (6), 9-28.

Solana, M. (Coord.). (2016). Espacios globales y lugares próximos. Setenta conceptos para entender la organización territorial del capitalismo global. Barcelona: Icaria.

Tassi, N.; Medeiros, C.; Rodríguez-Carmona, A. y Ferrufino, G. (2013). Hacer plata sin plata. El desborde de los comerciantes populares en Bolivia. La Paz: Fundación PIEB.

Texidó, E. y Gurrieri, J. (2012). Panorama migratorio de América del Sur 2012. Buenos Aires: Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Torres, F. (2011). Territorio y lugar: potencialidades para el análisis de la constitución de los sujetos políticos. El caso de un movimiento de desocupados en Argentina. Geograficando, 7 (7), 209-238.

Valcárcel, J. (2000). Los horizontes de la geografía. Teoría de la Geografía. Barcelona: Ariel.

Vargas, P. (2005). Bolivianos, paraguayos y argentinos en la obra: identidades étnico-nacionales entre los trabajadores de la construcción. Buenos Aires: Antropofagia.

Vasilachis de Gialdino, I. (Coord.) (2006). Estrategias de investigación cualitativa. Barcelona: Gedisa.

Notas

1 Pedro Luro fue fundada oficialmente en 1913. La comunidad estuvo consolidada por población de origen europea; posteriormente se incorporaron las migraciones limítrofes de origen chileno, boliviano y, recientemente, paraguayo.
2 En el partido de Villarino se registra un 10,7 % del total de población extranjera establecida en la provincia de Buenos Aires. Según el último Censo Nacional de Población del 2010, este distrito registraba 31.014 habitantes con 3.319 extranjeros, de los cuales 2.276 son nacidos en Bolivia.
3 La ce­bolla participa con el 98 % del Producto Agrícola de la región, superando al sector ganadero, según informes del Banco de Datos Socioeconómicos de la zona de CORFO-Río Colorado.

Recepción: 29 diciembre 2019

Aprobación: 28 febrero 2020

Publicación: 08 mayo 2020

HTML generado por Redalyc a partir de XML-JATS4R. Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto.