Geograficando, 2014 10(2). ISSN 2346-898X
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Geografía

ARTÍCULOS/ARTICLES

La complejidad de la marginalidad y sus derivaciones en el marco de las economías regionales. El caso de la producción caprina en el extremo sur de Mendoza

María Eugenia Cepparo

Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo - CONICET.
Argentina
mcepparo@ffyl.uncu.edu.ar

Cita sugerida: Cepparo, M. E. (2014). La complejidad de la marginalidad y sus derivaciones en el marco de las economías regionales. El caso de la producción caprina en el extremo sur de Mendoza. Geograficando, 2014, 10 (2). Recuperado de: http://www.geograficando.fahce.unlp.edu.ar/article/view/Geov10n02a08

Resumen
Este trabajo analiza la producción caprina en el departamento de Malargüe, sur de Mendoza, sus vinculaciones con el contexto local y en el marco de las transformaciones y perspectivas de los territorios rurales marginales de nuestras economías regionales. Nos referiremos a la situación actual y a la posibilidad de producción y faenamiento de carne caprina en el departamento. El estudio se enriquece, por una parte, con los aportes del marco conceptual de los procesos derivados de la marginalidad, y por la otra con las dinámicas y contextos de las economías regionales, y dentro de ellas, la de los sistemas productivos marginales que acompañan a las producciones extrapampeanas más tradicionales y destacadas.

Palabras clave: Desarrollo rural marginal; Producción caprina; Malargüe.

The complexity of marginality and its consequences on regional economies. The case of goat raising in Southern Mendoza

Abstract
This paper analyzes the goat production in Malargüe, south of Mendoza, its links with the local context and in the context of change and prospects for marginal rural areas of our regional economies. We will refer to the current situation and possible production and slaughter of goat meat in the department. The study enriches the one hand, with contributions from the conceptual framework of the processes resulting from marginalization, and the dynamics and contexts of regional economies, and within, the marginal production systems accompanying productions traditional and most important extrapampeanas.

Keywords: Marginal rural development; Goat production; Malargüe.


Introducción

En los últimos años, la aplicación del modelo neoliberal, los vaivenes económicos argentinos y sus efectos sobre las exportaciones de materias primas e importaciones de bienes de capital, y los sucesos relacionados con las complejas coyunturas de los mercados internacionales han provocado graves consecuencias en las tradicionales y en las nuevas estructuras socio-territoriales de las economías extrapampeanas. Consecuencias que se agravan debido a los problemas estructurales que provienen de ciclos económicos heredados. La suma de todo ello ha contribuido a la generación de grandes irregularidades socio-económicas entre el área pampeana y las denominadas “economías regionales” o “sistemas productivos extrapampeanos”. 

Una de las economías regionales más definidas y arraigadas es la vitivinicultura mendocina, que actualmente se identifica por la especialización zonal de cepas y varietales, inclusión de altos niveles tecnológicos, concentración y extranjerización de capitales, y orientación hacia los mercados internacionales, entre otras tantas innovaciones. Las producciones frutihortícolas y olivícolas de los cuatro oasis mendocinos, y las actividades ganaderas del sur y este provincial completan el perfil productivo agropecuario de Mendoza.

La producción de carne caprina en el extremo sur mendocino se aleja de ese modelo económico provincial y es un claro ejemplo de una actividad desarrollada en un territorio marginal. Este artículo retoma el tema de las áreas marginales, considerado en trabajos anteriores1, y aporta una serie de reflexiones que profundizan la caracterización de las áreas rurales marginales en general y de los sistemas productivos que acompañan a las economías regionales extrapampeanas más importantes. Por otra parte, se profundizarán los procesos de marginalización y desmarginalización que éstas experimentan. El desafío es lograr una aproximación a la complejidad y heterogeneidad del mundo agrario del país y hacer visibles los espacios marginales o más frágiles de las economías regionales.

El argumento central, que estará presente a lo largo de todo el artículo, es que el juego entre los efectos de la globalización y las capacidades territoriales locales pueden provocar destacadas innovaciones o resistencias en las respuestas, de las comunidades de los territorios marginales, a las exigencias de los mercados internacionales y profundos impactos socio-territoriales acentuando la marginalización o promoviendo la desmarginalización. A partir de este enunciado surgen varios cuestionamientos, que se buscarán resolver: ¿Cómo se visualizan los procesos de marginalización y desmarginalización en las economías regionales? ¿Cómo se manifiestan las transformaciones socio-territoriales provocadas por las innovaciones en los circuitos productivos de territorios caracterizados como marginales? ¿Cuáles son las estrategias de los actores sociales y agentes decisores para incrementar la competitividad del sector?

Las economías regionales en el marco de los procesos derivados de la marginalidad

Los cambios, resistencias y progresos que experimentan las economías regionales o extrapampeanas argentinas han estado y están enmarcados por procesos espacio-temporales heredados que resaltan las diferencias de dinamismo e innovaciones con respecto al área nuclear del país. A su vez, es incuestionable la distinción entre el notable incremento de ciertos enclaves agroindustriales fuera del área pampeana y el deterioro de la mayor parte de las producciones de las economías regionales más vulnerables. Mientras en el área pampeana se destacan los altos grados de innovación tecnológica, las fuertes inversiones y los valiosos ingresos de capitales que las retenciones generan, en las economías regionales más extremas se incrementa la marginalidad.

En relación con el concepto de marginalidad, existen diferentes criterios para abordarlo. En primer lugar y desde mediados del siglo XX, se ubica la marginalidad en estrecha vinculación con la dualidad centro-periferia. Dicho de otra forma, estos espacios se sitúan en el extremo final de lo más dominante, dinámico y motivador del proceso de transformación. Si se considera que la dicotomía conceptual centro-periferia ha sido particularmente utilizada para referirse a las desigualdades sociales y económicas y sus diversas distribuciones espaciales, se comprende su influencia en las ideas que identifican a los márgenes. Germani (1973) considera que los grupos que se encuentran en situación de retraso o exclusión respecto del proceso central se tornan marginales. Quijano, en 1970, se refiere a que una población marginalizada no implica solamente la no-integración al sistema social global, sino también que experimenta la pérdida de significado de algunas actividades económicas que se hallan al margen de los sectores hegemónicos. Tres décadas después, Capellà (2010) señala que los espacios del margen reciben todos aquellos elementos que no logran insertarse en el centro; de ese modo, concentran pobladores excluidos y actividades funcionales residuales que no hacen más que agudizar la marginación e incrementar la vulnerabilidad.

Así, la marginalidad se refiere, claramente, a las estructuras socio-territoriales de gran dependencia y subordinación, representadas por los países periféricos, los del Hemisferio Sur, del mundo subdesarrollado y Tercer Mundo. Precisamente, hacia la década del 60, el término marginalidad comienza a ser utilizado en América Latina como respuesta a la confrontación de varias posturas políticas e ideológicas y en un contexto en el cual los procesos de industrialización, desarrollo y acumulación de los países centrales comenzaban a mostrar sus limitaciones en los periféricos. Se comprobó que las diferencias entre los países correspondían a razones estructurales, internas y externas, que debían ser superadas por decisiones políticas que tuvieran como centro de interés las áreas marginales y sus poblaciones, y no por soluciones económicas y técnicas. A fines de esa década, y por influencia de la sociología, se comienza a incorporar a los desocupados, trabajadores no calificados o personas económicamente y socialmente inútiles a la denominada masa marginal; es decir, los que no tenían esperanza de volver a ocuparse, y en el contexto del desarrollo de las fuerzas productivas latinoamericanas (Nun, 1969). Tal estado de marginalidad alcanza otros aspectos esenciales, como la exclusión en la participación política y sindical, la supresión en la toma de decisiones, la imposibilidad de alcanzar nuevas posibilidades de trabajo o problemas de inclusión aun dentro de las escalas más elevadas de las instituciones y empresas (Germani, 1973).

En segundo lugar, es evidente el paso de conceptos más concretos a abstractos y de teorías geográficas clásicas a las vinculadas con el materialismo histórico de las Ciencias Sociales. La marginalidad “incluye, entre los criterios más tradicionales, la dificultad en la accesibilidad, el alejamiento de las poblaciones más dinámicas y la restricción de las características físicas del territorio. Entre los factores más recientes, se destacan las presiones para la inserción en el mundo globalizado, el desequilibrado sistema político y socioeconómico local y regional, la irregular secuencia de las decisiones públicas y privadas, los tradicionales rasgos culturales de la comunidad, la resistente actitud personal y colectiva frente a los cambios, entre otras tantas manifestaciones” (Cepparo, 2010: 20).

Actualmente, los autores se refieren especialmente a los procesos derivados de la marginalidad, los efectos que producen las variadas dicotomías económicas, efímeras o duraderas; la posibilidad o el obstáculo para desarrollar las propuestas de desarrollo local; las manifestaciones relacionadas con las innovaciones o con el deterioro socioeconómico y los inconvenientes que surgen de la falta de integración y cohesión social. Manzanal agrega a esta serie de inquietudes “la distancia cada vez mayor entre los sectores más empobrecidos y más adinerados; y el incremento de las comunidades en situaciones extremas de vulnerabilidad” (2006:35). Estos son los temas que hoy predominan en los estudios teórico-ideológicos sobre la marginalidad, más frecuentes en los países subdesarrollados o del Tercer Mundo, en los que la heterogeneidad estructural y la no participación son la característica principal. Allí se destaca no tanto los factores económicos sino, especialmente, la influencia de los factores socio-políticos, los conflictos por el poder y las malas decisiones del Estado que influyen negativamente en la calidad de vida de las poblaciones tanto en las ciudades como en sus periferias y en las áreas rurales más relegadas.

José Nun (1969, 1999, 2001) es uno de los principales referentes en América Latina sobre la relación entre la marginalidad y los efectos negativos del paradigma de la modernización. Sus publicaciones destacan las influencias desfavorables de los procesos que provocan los intercambios desiguales a nivel mundial y que se reproducen a nivel nacional y regional en cada uno de los países. Nun afirma que “hay que tener en cuenta la índole mucho más política que económica en el problema de la marginalidad social (...) que hoy asume más relevancia que nunca en una América Latina de mercados fuertes y de Estados débiles” (2001:118). Este interés provocó que la Economía, la Sociología y la Antropología se convirtieran en las disciplinas que incluyeron, entre sus líneas temáticas, los fenómenos microsociales de la marginalidad y sus diversas representaciones. Los puntos de vista actuales tienen la virtud de contemplar la experiencia de los actores; pero en contrapartida, el problema es que no existe una perspectiva que abarque todos los procesos (Svampa, 2003). Y aquí resalta la influencia de las ciencias sociales, como es el caso de la Geografía, con su visión integradora y sintética.

La marginalidad o la exclusión de amplios sectores de la sociedad están presentes en la vida cotidiana de esta; sin embargo, es un complejo proceso difícil de abordar debido a que está integrado por factores de múltiple naturaleza -ambientales, sociales, económicos, políticos, culturales, subjetivos-. Esta diversidad de indicadores, que son anualmente puestos en consideración por el Grupo de Trabajo de Áreas Marginales de la Unión Geográfica Internacional (UGI)2, reflejan, además de su origen multicausal y el juego multiescalar espacio-temporal, que no es fácil alcanzar la más completa y específica identificación de ese proceso. Sin embargo, si consideramos los recorridos y evoluciones del concepto, y lo situamos en los marcos sociopolíticos y territoriales donde se desarrollaron, resulta más accesible manifestar su visibilidad y realizar estudios más profundos.

Si bien el origen del concepto se vinculó con la condición social de las comunidades de los asentamientos urbanos y sus áreas periféricas, no pasó mucho tiempo hasta que esa categoría se comenzara a utilizar en los ámbitos rurales, esencialmente similar es desde el punto de vista de la significación intrínseca del proceso, pero con manifestaciones más pronunciadas de vulnerabilidad. Allí son comunes las interrupciones de las relaciones entre los organismos públicos y la comunidad rural y la preferencia de comportamientos ancestrales y de rasgos identitarios de los pueblos originarios con su territorio, que son generadores frecuentes de sentimientos de no pertenencia o no participación en el circuito regional (Germani, 1973). La postmodernidad y la Nueva Ruralidad han tenido mucha relación con el estudio de la diversidad y la pluralidad en el ámbito rural, y la renovación del concepto de lo marginal (Aguilar Robledo, 1997). En el caso de los estudios rurales, la inquietud por actualizar y diversificar las investigaciones rurales es muy evidente en el trabajo de C. Phillo, de 1992, quien destacó la necesidad de que la Geografía Rural incorporara la visión social y cultural, y no solamente la económica. Según este autor, es necesario incrementar los estudios de las “geografías rurales desatendidas”, en los cuales se valoriza el análisis de las perspectivas e identidades de las comunidades campesinas, diferentes a las que tradicionalmente se consideran, que resaltan sus “espacios cotidianos y los localismos” (Phillo, en Murdoch y Pratt, 1993: 411-421).

En estos contextos situamos los sistemas productivos extrapampeanos más vulnerables y diferentes de las más vitales producciones regionales. Se ubican en los extremos de las regiones extrapampeanas, presentan bajos niveles de productividad y rentabilidad, primitivas explotaciones familiares, empleos periódicos y escasas remuneraciones, y con formas tradicionales de participación en los circuitos productivos y comerciales. Sus protagonistas son los puesteros, crianceros, caprineros, trashumantes de la Puna, del sur de Mendoza y norte de Neuquén; los emergentes emprendedores agropecuarios de los valles cordilleranos y los que sufren serios problemas ambientales. También se destacan los pequeños productores agrícolas de los aislados oasis patagónicos, los propietarios ganaderos minifundistas de las áridas mesetas del centro de Santa Cruz o Chubut, los recientes productores de los cinturones hortícolas de pequeñas localidades extrapampeanas y los cosechadores o zafreros, entre otros tantos actores sociales (Cepparo, 2013a).

Estas áreas han heredado estructuras socio-territoriales muy atrasadas y difíciles de superar debido a que están inmersas en un contexto nacional que no facilita ni promueve la reactivación de actividades o la continuidad de la expansión de la infraestructura necesaria para ofrecerles los servicios básicos. Este panorama no sólo genera situaciones de dependencia y exclusión, que hacen más difíciles las posibilidades de adaptación y viabilidad económica, sino que también explica la sucesión de ensayos de distinta naturaleza para encontrar otras alternativas genuinamente productivas.

Todos estos procesos integran lo que llamamos marginalización. En ellos, la perspectiva se hace más compleja cuando se superponen a territorios escasamente poblados o a los espacios rurales quietos o detenidos (Fig. 1). En esa conjunción, se genera un ‘círculo vicioso’ en el que persisten “bloqueos estructurales al crecimiento económico y al desarrollo de una mayor equidad social e interterritorial” (Méndez, 1997: 68 y 350). La marginalización rural es muy evidente en territorios con destacados grados de desertificación o muy difíciles de transitar. Entre ellos, destacamos los territorios extremadamente áridos, o los ecosistemas casi vírgenes, como las áreas desérticas de la Puna, el extremo sur de Mendoza, y las mesetas basálticas patagónicas, con muy escasas posibilidades de instalación humana. Otros procesos de marginalización surgen por la no pertenencia o no participación en el circuito regional, la total o casi total exclusión del mercado nacional y de los consumos modernos, la existencia de comunidades que no fueron integradas o que fueron desplazadas de los sistemas productivos regionales o de las políticas públicas o privadas. Esta última situación es una forma concreta de exclusión que se origina en la actitud discriminatoria hacia los actores sociales con débiles iniciativas propias o que se ubican en áreas geográficas sin dinamismo. Ella se manifiesta con la indiferencia o abandono institucional hacia ciertas actividades cuyas producciones están excluidas de los mercados porque no son competitivas o porque estratégicamente conviene apoyar otras iniciativas.

Figura 1. Las áreas marginales según el modelo centro-periferia y sus procesos desencadenantes

fig1

Fuente: Elaborado por María Eugenia Cepparo sobre la base de ideas expuestas por Leimgruber (1994), Méndez (1997), Crespo y Quitarrá (1990) y Wettstein (1990).

Claros ejemplos son el prolongado desinterés por legalizar definitivamente la apropiación de las tierras a los puesteros trashumantes del sur de Mendoza, con más de 20 años de ocupación; los cíclicos vaivenes de la producción de carne, cuero y lana de cabras y ovejas de esos mismos crianceros que no encuentran continuidad en la demanda de los mercados ni respuesta de políticas proteccionistas por parte del Estado; o el esforzado cultivo de hortalizas en los muy pequeños oasis del sur patagónico, con serios problemas para competir con otras zonas de producción y con limitantes inconvenientes para enfrentar a los grandes mercados del norte del país (Cepparo, 2013b). Es así que las áreas marginalizadas lo son no sólo porque tienen impedimentos para desarrollar funciones de mayor productividad, sino también porque se ven forzadas a ampararse en una estructura económica que también sufre de marginalización heredada. A lo largo del tiempo se han intensificado los limitados equipamientos, escasa disponibilidad de oportunidades, cerrado ambiente social y cultural, y falta de capacidad de innovación de los propios actores sociales.

Si bien es entendible que las áreas rurales marginales sean descriptas de una forma pesimista cuando se analiza su inactividad o sus perspectivas desfavorables debido, especialmente, a las diferencias de ingresos, estándares de vida y posibilidades con respecto a las áreas urbanas, también reconocemos que algunas de estas áreas están enfrentando una nueva situación, están encontrado la capacidad de responder a las demandas del mercado y a las exigencias de las fuerzas laborales. Esto último es lo que sucede con la desmarginalización. Es el proceso en el cual los territorios se acercan a “la especialización en funciones y actividades subsidiarias, de menor valor pero más intensamente relacionadas con el uso de sus recursos naturales, con tasas de inversión endógenas que todavía no alcanzan los niveles deseados, o con una situación laboral no totalmente favorable y con un tejido empresarial y flujos internos no suficientemente fuertes” (Cepparo, 2010: 28). Es el caso de algunas economías regionales extrapampeanas muy alejadas de los centros de consumo, que producen frutas finas, productos de primicia, delicities o artesanías finas, con espíritu innovador y con una emergente red de interrelaciones entre actores y actividades, que les ha permitido comenzar a posicionarse en exclusivos nichos de mercados internos y externos (Cepparo, 2007a).

Otras situaciones de desmarginalización se observan en las periferias regionales argentinas, donde se destaca el esfuerzo de las poblaciones por adaptar sus estructuras productivas a los requerimientos globales de la economía o las exigencias particulares de mercados extranjeros, a pesar de que los emprendimientos industriales son recientes y las inversiones se orienten sólo hacia ciertos eslabones de sus producciones, como el reciente y moderno procesamiento de carne caprina en el sur de Mendoza. Esta realidad también la experimentan los circuitos productivos que acompañan a las más vitales economías regionales extrapampeanas, cuando intentan sobresalir del tradicional modelo regional. Las producciones ganaderas en áreas de secano en la periferia de los oasis intensivos, o los cultivos de primicia en el marco de un entorno pastoril tradicional, constituyen acertados ejemplos. En los espacios de la desmarginalización existen mayores y mejores posibilidades que en los marginales para concebir innovaciones y dinamismos internos, avanzar sobre sus debilidades y revertir la situación a pesar de que el proceso de cambio puede demandar un tiempo considerable. Esta movilidad de situaciones depende de la creciente tensión entre los procesos de la inclusión y exclusión regional, y de la subordinación o no a las exigencias de una economía cada vez más internacionalizada.

La marginalización y desmarginalización de las áreas rurales no puede ser explicada solamente por elementos concretos y perceptibles, sino también por factores de desarrollo menos tangibles o inmateriales, que están jugando un rol progresivo y estimulante, como la percepción que los pobladores pueden tener de sus ámbitos rurales, la identidad con su territorio y su cultura, la orientación hacia actividades comunitarias (Cepparo, 2010). También influyen la frecuencia y continuidad de políticas regionales y rurales integrales que contemplen otros factores, además de los económicos, y otras medidas, además de las exclusivamente sectoriales. Así, que, para comprender estas dinámicas, actualmente se reconoce la fructífera relación entre las Ciencias Sociales como alternativa de esclarecimiento, o el enfoque integrado de los procesos socioculturales que condicionan la existencia de lugares, grupos o comunidades subordinados, excluidos o marginales o en “vías de serlo”. Para ello es necesario profundizar el estudio de la evolución, transformación y persistencia de las culturas, actividades y relaciones con otras áreas, también marginales, o con las que han sido capaces de imponerse sobre ellas (Cepparo, 2013b). Es el caso de la presencia de nuevos y dinámicos ámbitos rurales, donde existen grupos de productores o emprendedores diferentes a los tradicionales de su región, con actividades emergentes, nuevas iniciativas particulares o respaldadas por el Estado, o con recientes innovaciones para insertarse en los mercados y para distanciarse de una cultura muy apegada a los localismos.

El departamento de Malargüe en el contexto de los territorios marginales

El extremo sur de Mendoza presenta numerosos rasgos que corresponden claramente a los criterios de marginalidad anteriormente considerados. Es así que la actual estructura territorial de Malargüe manifiesta, por un lado, el lento e irregular dinamismo de los espacios adaptados, heterogénea distribución y débil densidad de redes y hábitat. Por otro lado, refleja poblamiento escaso, fragmentación en el uso del suelo y amplitud de espacios vacíos de población e infraestructura. Los estudios han mostrado que los restringidos atributos naturales tienen fuerte presencia e impactos muy destacados. Entre ellos, los altos niveles de desertificación provocan modificaciones productivas en el ámbito rural y rururbano, y condicionan la dispersión y éxodo de la población en la mayor parte del territorio departamental. Los cultivos, con especiales protecciones agronómicas y resguardo de las condiciones sanitarias, se limitan a las producciones de papa semilla, forestales, algunas forrajeras y hortalizas. El turismo, actividad especialmente dinamizadora en Malargüe, se focaliza únicamente en los sectores con óptimas posibilidades de ocupación o más oferta de servicios. La minería y explotación de hidrocarburos se desarrolla sobre todo debido al usufructo que el Estado municipal realiza de las coparticipaciones y regalías, especialmente por la extracción de petróleo, aunque no existe incorporación de valor al recurso energético en el mismo territorio departamental (Cepparo, 2010). Pero es seguramente la actividad pastoril la que genera la referencia inmediata a este departamento sureño, en particular la producción de cabras y chivitos.

Destacamos el tema del uso de las finanzas públicas municipales ya que expresa la política fiscal adoptada por el municipio y permite conocer el margen de maniobra que tiene el gobierno local para reducir la pobreza y la marginalidad, para crear las condiciones que ayuden a mejorar la competitividad de su población y que propicien el desarrollo económico territorial. Las finanzas públicas, alimentadas por los beneficios de las coparticipaciones y regalías, no han logrado todavía satisfacer las necesidades sociales -Malargüe presenta uno de los más altos índices de NBI de la provincia de Mendoza- (Roccaro, 2010). La difícil accesibilidad y el mal estado de los caminos se suman para afectar la estructura territorial y para acentuar los rasgos de marginalidad en los usos del suelo, servicios básicos e infraestructura.

Desde el punto de vista de la actual estructura social de Malargüe, las articulaciones entre las actividades y los actores sociales han sido irregulares debido, especialmente, a que en la evolución de su desarrollo económico ha predominado una actividad sobre otra, más que la complementación entre todas. En efecto, Malargüe presenta un panorama socio-económico orientado, desde sus orígenes, hacia las actividades rurales en primer lugar, luego hacia las hidrocarburíferas y servicios, y recientemente hacia las turísticas. Al prevalecer, cíclicamente, una de ellas, la población se movió al ritmo de las fases de crecimiento y crisis de las mismas, principalmente las basadas en la explotación de sus recursos naturales no renovables a cargo de empresas externas al departamento y que no han generado actividades genuinamente productivas en el territorio.

Este tipo de desarrollo está relacionado, sobre todo, con los desequilibrados impulsos institucionales sobre la economía local y con las discontinuas acciones provinciales y nacionales, agravadas por las inestabilidades provocadas por los impactos de la globalización (Cepparo, Prieto, Gabrielidis, 2010). El juego de todos estos factores ha tenido un papel importante en la visualización de los rasgos de la marginalización y desmarginalización, manifestados especialmente en el dinamismo o la pasividad de las decisiones, y en los progresos y retracciones de actividades, inversiones e innovaciones. Las características persistentes de la estructura territorial y de transición de la estructura social expresan que el desarrollo del departamento varía entre etapas de estabilidad y dinamismo, entre planes de desarrollo, motivadores aunque inconstantes. Se verificó un incremento en el proceso de crecimiento a partir de la década de 1990, y de procesos de avance en las actividades turística, hidrocarburífera y agrícola con respecto a la pastoril. Se produjo un quiebre en la tradicional gestión municipal a fines del siglo XX, que provocó una toma de conciencia que contribuyó a la formulación del Plan Turístico en 1995 y el Plan Estratégico Malargüe (PEM) en el año 2000 (Cepparo, Prieto, Gabrielidis, 2010).

Federico Urigüen, integrante del equipo de trabajo que formuló el Plan Estratégico Malargüe (PEM), es contundente cuando expresa que las decisiones políticas nacionales y provinciales excluyeron al departamento de Malargüe de varios de los más importantes elementos dinamizadores de desarrollo. A lo largo de ese enfrentamiento de intereses, Malargüe perdió el valor de la tierra, el capital, el financiamiento, la mano de obra calificada, el empresariado, y la decisión estratégica del crecimiento económico departamental. Precisamente, las actividades productivas tradicionales, como la pastoril, fueron marginadas y relegadas, con lo que perdieron su potencial original (Urigüen, 2000).

Entre los factores que perjudican a este sector productivo, el régimen de tenencia del suelo del área rural extrema es el más conflictivo y con serias consecuencias socio-económicas. Las tierras de Malargüe no sólo fueron consideradas como garantía para el endeudamiento público provincial, sino que además “la Ley Provincial 248 de 1902, de Venta de Tierras Fiscales, remató más de dos millones de hectáreas sin establecer exigencias de poblamiento efectivo o inversiones en capital fijo, en virtud de lo cual una parte considerable de suelo malargüino quedó en manos foráneas, impidiendo su incorporación al circuito productivo local” (Urigüen, 2000). Los conflictos por los títulos de las tierras han continuado y no parecen tener una efectiva solución. Las disputas se han agravado debido a las concesiones otorgadas por el gobierno nacional a empresas trasnacionales con proyectos megamineros y grandes emprendimientos turísticos, que colocan a los pequeños productores rurales bajo constantes amenazas de desalojo de sus viviendas y sus campos pastoriles, además de generar la superposición entre territorios con distintas lógicas espaciales -unos con límites concretos y otros con límites simbólicos- (Mamaní, Duquesnoy, 2013). La Ley 6.086 de Arraigo de Puesteros3 tiene como fin regularizar la ocupación en tierras fiscales, debido a la cantidad de situaciones de litigio que existen: aparición de nuevos actores o actividades -hoteles en zona de veranadas, pobladores con títulos supletorios o en disputa con los dueños o llegada de viejos ocupantes antes de cumplirse los 20 años de trabajo por parte de los crianceros-. En otras palabras, el régimen de tenencia de la tierra está representado por los propietarios, arrendatarios, aparceros y ocupantes de tierras fiscales. De allí que también está en vigencia la Ley 310 y sus modificatorias, cuyo objetivo es otorgar tierras fiscales provinciales a productores que lo solicitan, aunque su efectivización ha sido muy lenta.

La actividad caprina en el extremo sur mendocino

El ámbito rural es lo que distingue a Malargüe, no sólo porque la superficie que ocupa significa más del 90% del departamento sino también por ser un medio difícil, dilatado y despoblado -0,66 hab/km2-, pero a la vez sumamente atrayente por sus valiosos recursos renovables y no renovables. Precisamente, los pastos tiernos de los valles cordilleranos constituyeron, desde mediados del siglo XIX, el alimento esencial del ganado vacuno que cruzaba a Chile para ser comercializado. El año 1930 marca el fin de ese ciclo económico, debido a crisis comerciales con ese país, y el inicio de otra etapa de desarrollo caracterizada por la ganadería caprina de trashumancia. Este cambio también se debió a las condiciones de aridez en gran parte del territorio departamental, a la dispersión entre los lugares con condiciones favorables para el alimento del ganado en invierno y en verano, y, fundamentalmente, al hecho de la falta de propiedad y parcelamiento de las tierras que ocupan los crianceros.

A partir del análisis de datos estadísticos de origen nacional y local, se comprobó que, a pesar de la escasa receptividad de los campos y los cíclicos desniveles en la cantidad de cabezas de ganado, el habitante rural persiste en la cría extensiva de cabras y chivos. A fines de la década de 1990, Malargüe se situaba en el primer lugar en cantidad de caprinos en relación con el total provincial, participando con 53 % de caprinos, 40 % de ovinos, 16,80% de bovinos y 28 % de equinos (Plan Estratégico Malargüe, 2000). Según el Censo Agropecuario de 2002, tenía la mayor importancia relativa en el desarrollo de ganadería caprina, con 384.751 animales. Los crianceros produjeron en 2005, el 61 % de caprinos en el país, y en 2006, el 66 % nacional4. Y de acuerdo con los escasos datos que aporta el Censo Agropecuario 2008, este territorio contaba con 380.827 caprinos, superando ampliamente la cantidad que poseían los departamentos de General Alvear y San Rafael. En esos años, los ganaderos inscriptos eran 2.038 en total, de los cuales 1.517 se dedican a la cría de cabras y el 61% de los productores poseía majadas de 300 animales5. Sin embargo, desde la visión interna del sector, y según Andres Quevedo, de la Unidad Ejecutora Provincial Caprina de Mendoza, en el año 2010, el 95% de los productores practica la ganadería caprina de subsistencia, ya que en general no tienen más de 300 cabras por productor (Diario Los Andes, 26 de agosto de 2010).

Actualmente, la trashumancia constituye la explotación generalizada en el área oeste -zona de veranadas-, donde los animales pastan de diciembre a marzo (Figura 2). Cuando la fusión de la nieve lo permite, los puesteros trasladan los caprinos a los mallines y vegas cordilleranas, con abundante flora forrajera. Los caballos y perros son esenciales en el arreo de los animales a los campos de veranada. Los crianceros también llevan los bovinos y ovinos que poseen, aunque en una proporción mucho menor que los caprinos. En el centro-oeste -zona de invernadas- se ubica a los animales de abril a noviembre. En el área este del departamento, especialmente en el distrito Agua Escondida, el pastoreo es permanente y los puesteros son considerados sedentarios. No hay límites precisos ni físicos que les impidan a los animales y sus crianceros moverse de un lado a otro, excepto las barreras que actualmente constituyen los nuevos megaemprendimientos. En general y en condiciones de buena vecindad, se pueden establecer límites virtuales (Dirección de Ganadería, Malargüe, 2011).

La carga de animales no se organiza o sistematiza en las veranadas, debido a que los crianceros no tienen en cuenta la eficiencia productiva ni la disponibilidad forrajera. El manejo es empírico, es decir, se traslada a los animales según la apreciación personal de los niveles de sequía de los campos.

Figura 2. Cantidad y tipo de animales trasladados a los campos de veranada

Fuente: Elaborado por María Eugenia Cepparo sobre la base de Dirección de Ganadería de Malargüe, 2011.

Los crianceros reconocen que, a lo largo de los años, los campos tienen menos plantas y especies, y los animales son más chicos; sin embargo, es muy fuerte la influencia de la idiosincrasia cultural: “a mayor cantidad de animales, es más importante el productor” (INTA, EEA Malargüe, 2011). La cantidad de animales que poseen es un indicador de la situación del sector. No obstante, es necesario relacionar ese criterio de identificación con cantidad de vehículos, calidad, cantidad y variedad de infraestructura, formas de venta, entre otros factores. En este sentido, los profesionales y técnicos de la Dirección de Ganadería de Malargüe y del INTA E.E.A de Malargüe6 resaltan el predominio de un importante porcentaje de campos abiertos, falta de apotreramiento, instalaciones precarias e insuficientes, escasa sistematización de aguadas, sobrepastoreo, subpastoreo y, en general, la escasez de instalaciones en el área pastoril teniendo en cuenta no sólo que son aproximadamente 1500 los productores caprinos, sino también que el área ocupada es muy extensa (2011).

Con respecto a los procesos productivos, el pastoreo se realiza en los “puestos” de un modo primitivo y sin tecnificación, lo que afecta significativamente el valor final de la producción. Son pequeños productores que siempre tienen más animales de lo que pueden soportar sus campos, dependen de las posibilidades del área desértica de invernada y de otra de mayor altura, con vegetación autóctona apropiada pero agroecológicamente frágil. Debido a las condiciones climáticas adversas que imperan sobre todo en invierno y a las pautas culturales del manejo de rebaños, los puesteros obtienen de las cabras una sola parición al año, normalmente entre setiembre y octubre, con animales en condiciones de ser consumidos desde los primeros días de diciembre. Los productores los destinan al autoconsumo familiar, a las ventas directas o los comercializan en el frigorífico matadero de Malargüe durante los meses de noviembre a mayo. Por un lado, el productor sigue vendiendo los animales en pie, en forma directa, que es una práctica tradicional de comercialización. Por otra parte, los matarifes compran los animales y los llevan a faenar al matadero frigorífico Malargüe para venderlos en el mercado local o extranjero. El 82% de la producción va al mercado nacional y el 18% sale del país. Desde el municipio, y en conjunto con las organizaciones y cooperativas de productores, se trabaja día a día en la apertura de nuevos mercados para colocar la producción local (Diario Los Andes, 26 de agosto de 2010)

Es prácticamente nula la obtención de subproductos. Sólo se producen en muy pequeña escala leche y queso de cabra mientras que los chivitos se comercializan rápidamente desde los 2 o 3 meses de edad, debido a que ya han adquirido destacada fama por su calidad. Sin embargo, los déficits en el mecanismo tradicional de colocación en los mercados, la desvinculación entre los actores y la ausencia de un sistema competitivo de comercialización limitan la riqueza genuina que esta actividad podría generar

Otra visión de la actividad la aporta la sociología, especialmente por sus explicaciones con respecto a la permanencia de prácticas ancestrales. Es el caso del traslado cíclico de los animales, que fue implementado como táctica de subsistencia por los Puelches y los Pehuenches en el siglo XVI, y que actualmente se ha convertido en la principal forma de organización territorial de los pastores trashumantes. La modalidad de migración temporal, transmitida de generación en generación, tiene connotaciones culturales debido a que representa la búsqueda incesante de nuevas formas estratégicas de sobrevivencia sin que signifique una ruptura con el lugar de origen y el de destino. Cualquiera sea la duración de la ausencia, el inmigrante temporario trashumante tiene la vocación de regresar a su lugar de pertenencia, en el cual el resto del año se dedica a labores complementarias (Rivarola y Alvornoz, 2013).

La conjunción de factores diversos generó conflictos persistentes en el ámbito pastoril: 1) altos valores de necesidades básicas insatisfechas, nula capacidad de ahorro e inversión y pérdida del sentido de pertenencia y arraigo con el territorio; 2) elevado grado de precariedad y segmentación en la oferta en el momento de la comercialización; 3) ausencia de un previo proceso de tipificación y tasación de la calidad de la producción, que genera una mercadería muy heterogénea en la que el productor no participa en la definición del precio final; 4) estacionalidad de la producción que provoca ingresos discontinuos, problemas de rentabilidad y financiamiento; 5) informalidad de la actividad, elaboración precaria o artesanal con escaso valor agregado y aplicación de sencillas tecnologías de procesamiento, que disminuye el aprovechamiento integral del caprino, a pesar de que existe un alto potencial de subproductos y la posibilidad de relacionarlos con emprendimientos agroindustriales; y 6) ausencia o discontinuidad en el registro de faena (Cepparo, Prieto, Gabrielidis, 2010).

La inauguración del Frigorífico-Matadero Municipal en el año 2000 permitió avanzar en la resolución de estos inconvenientes.

El Matadero Frigorífico Municipal de Malargüe en el contexto de los emprendimientos innovadores de las áreas rurales marginales

Los sistemas productivos locales y los procesos socioeconómicos se distinguen, en general, por su carácter necesariamente relacional y reflejan el esfuerzo que hacen las sociedades para enfrentarse a los desafíos del desarrollo capitalista actual e insertarse, con una mejor posición, en el espacio abstracto de las redes y en el concreto de los lugares. De allí la destacada significación que tienen los procesos de innovación y los espacios de interacción conformados por flujos y redes (Caravaca, 2003). Esas redes se refieren a los vínculos que se desarrollan “entre los diferentes actores, empresariales o institucionales, públicos y privados que intervienen directa o indirectamente en el funcionamiento de los sistemas productivos y en la movilización social, dado que estimulan la cooperación, aprendizaje colectivo e innovación” (Caravaca, 2005: 11). En ese proceso de generar innovaciones, conflictivo por sus exigencias y muy dinámico por los cambios y por la amplitud de los impactos, los actores, especialmente de las áreas marginales, deben activar sus iniciativas locales para aliviar los problemas generados por los efectos de la globalización o para salir de la depresión estructural, en la que en ocasiones, se hallan sus comunidades.

Es esta actitud la que integra la respuesta a uno de los interrogantes motivadores, formulados en el comienzo de este trabajo: ¿cuáles son las estrategias de los actores sociales y agentes decisores para incrementar la competitividad del sector agroindustrial? Precisamente, en el marco de las iniciativas que se adoptan en los ámbitos rurales marginales y, de acuerdo con los estudios empíricos realizados, se ha comprobado que los productores intentan llevar a cabo innovaciones, intensificando, especializando la producción, y mejorando la articulación entre los eslabones de la cadena agroalimentaria y la integración con los mercados. Precisamente, las áreas innovadoras se contraponen a las marginadas o rezagadas debido a que, entre otras razones, en estas últimas “la ausencia del espíritu innovador les impide reaccionar para adaptarse a los incesantes cambios que caracterizan a las sociedades actuales” (Caravaca, 2005:8). Con respecto a las primeras, es frecuente que las innovaciones sean alentadas por organismos oficiales o gestores públicos territoriales, y llevadas a cabo por comunidades que deciden arriesgarse a los desafíos y los cambios (Figura 3). Estos factores serán analizados a continuación en el contexto de un emprendimiento reciente e innovador en el departamento de Malargüe.

Figura 3. Territorios innovadores y territorios rezagados

fig3
Fuente: Cepparo, M.E.; Prieto, E. y Gabrielidis, G., 2013. “El cultivo de la papa semilla en Malargüe. Iniciativas privadas innovadoras en al área agrícola periurbana”. En: Cepparo, M.E.; Prieto, E. y Gabrielidis, G., (coord.) 2013.

El Matadero Frigorífico Regional Municipal Malargüe, dependiente de la Secretaría de Desarrollo Económico de la Municipalidad de Malargüe, inició las primeras experiencias de trozado en el año 2000, lo que permitió agregar valor al chivito de Malargüe para facilitar el eslabón comercial en el mercado interno y también para la exportación. Sus servicios abarcan faena de ganado menor caprino y ovino convencional o por rituales religiosos (Halal-Kosher)7, faena de Ganado Orgánico (OIA), refrigeración y congelado.

Rafael Páez (2011), Director del Matadero Frigorífico Malargüe, precisó que se ha trabajado mucho para lograr que el establecimiento contribuyera con la promoción del desarrollo local y que a los servicios de faena y frío con los que contaba el matadero antes de su inauguración se hayan sumado los servicios de trozado y envasado8. El frigorífico cuenta con 550 m2 de superficie, mientras que los corrales para encierro ocupan 200 m2. Tiene una capacidad operativa de 1.500 caprinos por día en época de mayor producción. La capacidad de frío es de 1000 m3, lo que habilita almacenar 10.000 chivitos. Toda esta infraestructura ha posibilitado darle un nuevo valor agregado al producto, y generando la posibilidad de llegar directamente al consumidor y a nuevos mercados de exportación. Los meses de más ventas son octubre a febrero y el momento de mayor demanda son los días previos a Navidad y Año Nuevo, en los que se trabajan dos turnos de 18 personas cada uno. La productividad diaria de faena, en temporada alta, se ubica entre las 1.200 y 1.500 reses menores a 10 kilos, es decir animales chicos, de 3 a 4 meses (www.unosanrafael.com.ar, 18 de diciembre de 2011).

Esta infraestructura no sólo lo convierte en uno de los más modernos de su tipo en el país, sino que también le permite ganar mercados consumidores y revertir el bajo porcentaje de incidencia en la actividad económica que tiene este sector en la provincia. Así, se pasó de ser una alternativa de subsistencia a una opción de rentabilidad comercial. El productor vende sus animales al matarife, que es cliente del frigorífico. Éste entrega los cabritos para que sean faenados para su comercialización9. Este procesamiento le suma un valor agregado que contribuye a generar mayores beneficios a la economía departamental.

En la temporada anterior a la inauguración, en el año 2000, se comercializaron cerca de 125.000 chivitos y se faenó sólo el 10 % de ese total. En el año siguiente, se procesó el 30 % de la producción con condiciones de faenar de 3.000 a 3.300 cabritos por día, utilizando para ello 20 operarios y se amplió la faena de setiembre a mayo, lo que permitió tener disponibilidad en contratemporada: una tendencia de la demanda, que continúa en crecimiento (Figura 4). Esta posibilidad y las ventajas en cuanto a los servicios que realiza el frigorífico favorecieron que el emprendimiento pudiera superar las ventas estacionales y tuviera la opción de ofrecer su producción durante todo el año. La mayor producción se registró entre 2008 y 2009 con 70 a 80 mil cabezas por temporada, pero luego fue decayendo hasta llegar en 2013 a 25 mil animales. A partir de 2014 se planea superar los 30 o 35 mil (Diario Uno San Rafael, 16 de enero de 2014).

Figura 4. Caprinos procesados en el Matadero Frigorífico Malargüe

Fuente: Elaborado por María Eugenia Cepparo según datos del Matadero Frigorífico Municipal Malargüe (2011)

Los beneficios se incrementaron aún más en 2012, después que se lograra la certificación del chivito malargüino como producto orgánico, con un sello de distinción en cuanto a calidad y sanidad10. La empresa también obtuvo la habilitación para la consolidación de cargas internacionales ante la Aduana de San Rafael (con jurisdicción en todo el sur), de ese modo los despachos a los distintos países se realizan directamente desde el Matadero. De mayo a setiembre de 2011 se faenaron y cuartearon alrededor de 12.300 animales caprinos adultos; se cumplió en ese año, con la carga y expedición de diez contenedores a diferentes mercados extranjeros. Este valor agregado le permite al matadero-frigorífico contar con habilitación para exportar a Angola, Costa de Marfil, Liberia, Omán, República Democrática del Congo, Saint-Martin, Curaçao, Bahamas, Emiratos Árabes y EE.UU (www.unosanrafael.com.ar, 18 de diciembre de 2011).

El objetivo de las autoridades que promovieron esta innovación fue el de “fortalecer uno de los pilares de la economía del departamento: la ganadería, mejorando los dividendos de los puesteros”, ya que hasta ese momento prácticamente el 100% de la producción malargüina salía en pie. Si bien es cierto que no todos los ganaderos han mejorado sus ingresos, los que se organizaron en cooperativas u otras formas asociativas ya disfrutan de las ventajas de contar con el establecimiento, lo que ha traído aparejada una sensible disminución de la cantidad de chivitos que hoy salen en pie hacia el resto del territorio de Mendoza, San Luis, Santiago del Estero y Córdoba, en relación con lo que sucedía en el año 2000.

Precisamente, grupos de productores y abastecedores asociados, como la Cooperativa de Crianceros Caprinos Las Vegas, San Javier Caprino y Matarife Cooperativa El Carrizalito, han comenzado a exportar todos los años parte de sus rebaños en forma de carcazas enteras de carne caprina o cuarteadas congeladas, con destino frecuente hacia países asiáticos y africanos (R. Paez, Frigorífico Malargüe, 2011). En 2010, las exportaciones constituyeron un record para el Matadero, ya que representó la séptima carga hacia el exterior, y fue para la Cooperativa Las Vegas un nuevo desafío concretado, ya que constituyó su tercer embarque. “La exportación ha sido una salida importantísima para nuestros productores porque se ha gestado un mercado para estas haciendas improductivas que recargaban los campos y se ha incrementado el precio con respecto al año pasado”, manifestó Rafael Páez, gerente de Matadero Frigorífico Malargüe, subrayando la comparación de 2010 con el año 2009, en el que se realizaron sólo dos envíos (www.minutoya.com, 23 de julio de 2010).

Otra medida innovadora por parte de los organismos estatales es que, a través de la SAGPYA, se aprobó en 2009 la Resolución Nº 7197/09, que permitió crear la figura del productor como “pequeño matarife productor”, para evitar la tarea del intermediario; así, pueden faenar 50 animales por mes o 50 por 12 meses en la época de zafra. La finalidad fue mejorar las posibilidades de venta directa y en consecuencia las condiciones de vida de los pequeños productores ganaderos de la zona. A través del trabajo conjunto del INTA y la Municipalidad de Malargüe, los crianceros comenzaron a realizar en el Frigorífico la faena y comercialización de los animales sin depender de los compradores y grandes matarifes que, en general, manejan de manera monopólica y discrecional las compras (www.seryhacerdemalargüe.com.ar, 1º de febrero 2009).

Algunas reflexiones

Se comenzó analizando el complejo proceso que han experimentado las economías regionales extrapampeanas más aisladas del modelo centro-litoral del país. Se ahondaron los impactos de la marginalidad en las economías regionales y se procuró adaptar los procesos socio-territoriales considerados al último eslabón de la actividad caprina en el área rural marginal del extremo sur de Mendoza. En el marco de este panorama, se intentó una aproximación a un proyecto innovador desarrollado por gestores públicos y productores inquietos por fortalecer y diversificar una actividad adaptada a las restringidas aptitudes ambientales, socio-económicas y culturales, y alejada del tradicional modelo económico regional. Se pretendió explicar una nueva lógica territorial que va adquiriendo mayor relevancia local.

La experiencia personal permite confirmar que las áreas rurales marginales experimentan numerosos conflictos, por una parte para manejar sus recursos con sustentabilidad y equidad, y por otra parte porque sobre ellas impactan la debilidad de las decisiones públicas, la resistencia de la comunidad local hacia los cambios y los efectos desequilibrantes de la competitividad regional y nacional, entre otras variables. Sin embargo, las posibilidades también dependen de variados factores sociales, económicos, institucionales con los que las comunidades pueden desvincularse de la marginalidad. En ese sentido, la situación actual de la actividad caprina en Malargüe es bastante crítica, debido a razones estructurales relacionadas principalmente con las grandes diferencias entre este tipo de economías extremas y el resto de las producciones extrapampeanas. El panorama se agrava con las limitaciones ambientales, ancestrales prácticas pastoriles y conflictos en la tenencia de las tierras. Coyunturalmente, aparecen los variables precios y demandas del mercado caprino, y la difícil participación directa de los productores en los nuevos mercados. Sin embargo, las perspectivas pueden ser alentadoras cuando surge el trabajo conjunto y articulado entre los productores y las instituciones nacionales, provinciales o municipales. Es el caso de la propuesta innovadora del Matadero Frigorífico Municipal Malargüe, que promueve mejorar las oportunidades de los crianceros en el acceso a mejores condiciones de faenamiento y comercialización de su producción y en la diversificación de los recursos ganaderos. La inquietud innovadora por parte de un organismo estatal y su continuidad en el tiempo han contribuido a provocar en los crianceros varios efectos positivos. Entre ellos, valoración de su actividad y confianza en su producción, más fácil acceso a mercados tradicionales y a otros con exigencias particulares, incremento de valor agregado al recurso principal, surgimiento de nuevos mercados y consolidación de los ya existentes, y diferenciación de sus productos con la incorporación de sellos de garantía.

En fin, coincidimos con la idea de Caravaca (2005) cuando expresa que la innovación se convierte en un importante factor que condiciona no sólo el dinamismo económico sino también el desarrollo territorial. Los contrastes, exclusiones, apatías se pueden disminuir cuando las transformaciones surgen de proyectos innovadores que alientan las expectativas de integración y cambio.

Notas

1 Cepparo, M.E., (coord.), Prieto, E. y Gabrielidis, G., (comp.) 2010. Rasgos de marginalidad. Diferentes aportes y enfoques para abordar su problemática. Malargüe, un ejemplo motivador, Mendoza, Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo; Cepparo, M.E., 2013. La agricultura en la provincia de Santa Cruz. Motivaciones, desafíos y expectativas ante situaciones de marginalidad, Mendoza, Editorial Jagüel; Cepparo, M.E., Prieto, E. y Gabrielidis, G., (coord.) 2013. Rasgos de marginalidad. Diferentes aportes y enfoques para abordar su problemática. Malargüe, un ejemplo motivador. Segunda parte, Mendoza: Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo.

2 Este Grupo de la UGI, creado en 1992, estaba integrado, en parte, por investigadores que estudiaban, desde 1980, el Desarrollo Rural en Áreas de Montaña y Altas Latitudes. A partir de 1993 fueron cambiando las temáticas de estudio. Se incorporaron, entre otras: marcos teórico-conceptuales, causas y ejemplos de desarrollo en regiones marginales; impacto del desarrollo tecnológico y de la reorganización social; políticas y estrategias; sustentabilidad económica y social; percepciones regionales de la marginalidad; globalización y marginación; problemas de la marginalidad y agricultura, entre otros temas. Los resultados de las reuniones son publicados anualmente en las Actas correspondientes.

3 La Ley 6.086 del 10 de noviembre de 1993 establece el "programa de promoción y arraigo de puesteros en tierras no irrigadas de la provincia de Mendoza".

4 Informe Estadístico-Productivo del Dpto de Malargüe. Informe de la Cámara de Comercio de Malargüe, 2007, obtenido en el área de estudio.

5 Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas, Mendoza. Censo Provincial Agropecuario 2002; y Gobierno de Mendoza, Dirección de Ganadería, Delegación Malargüe. Datos 2008.

6 Estos profesionales realizan estudios sobre la frecuencia de estratos de vegetación palatable, renovación y variación evolutiva de plantas en las áreas de mayor movimiento de animales en zonas de veranada, su relación con temperaturas y precipitaciones; y han establecido la unidad ganadera caprina en zona de invernada - 5 ha por animal, en contraposición a las 30 ha unidades ganaderas bovinas-. La receptividad en áreas de veranada es más difícil de establecer, debido a que hay mayor disponibilidad de forrajeras y mallines y destacada presencia de cañadones con pastizales que favorecen el manejo de la capacidad de carga.

7 Alrededor de 9.600 animales adultos se faenaron bajo el ritual islámico Halal, palabra árabe que significa “permitido, autorizado o saludable”. Cuando este término se aplica a alimentos, bebidas, cosméticos y medicamentos, implica que estos productos son aptos para ser consumidos por musulmanes. Para que un alimento, bebida, cosmético y medicamento sea considerado Halal debe ajustarse a la normativa islámica contenida en el Corán, en las tradiciones del Profeta y en las enseñanzas de los juristas islámicos de África y Oriente Medio (unosanrafael.com.ar, 18 de diciembre 2011).

8 Desde el año de su inauguración se han incrementado las instalaciones. Actualmente cuenta con el servicio de cuarteo en seis piezas, envasado en forma primaria y secundaria en recipientes de cartón corrugado con la rotulación correspondiente, lo que permite que la durabilidad del producto sea de 18 meses. El circuito se inicia con el corral de maneo, suspensión y degüello, para continuar con otro sector muy importante integrado por sala de eviscerado, inspección veterinaria y lavado de reses. Sala de cuarteo y envasado. El área de frío propiamente dicha está compuesta por dos cámaras de oreo, tres cámaras de refrigerado, dos túneles de congelado a 26 grados bajo cero, dos cámaras de conserva de congelado y almacenamiento en la sección de expedición. Sus cámaras frigoríficas permiten tanto la refrigeración como el congelado de reses enteras y cuarteadas. A su vez, se realiza extracción y exportación de glotis para uso opoterápico. También existe un sector especial de lavado y desinfección de vehículos que transportan hacienda y sustancias alimenticias (R. Paez, Director del Frigorífico, 2011).

9 De acuerdo con las reglas de SENASA, el animal no puede estar más de 24 hs en corral. Los matarifes o abastecedores tienen un cupo de animales por día. Éstos solicitan la forma de faenamiento y presentan un DT (documento en tránsito de animales), otorgado por la Dirección de Ganadería Provincial en Malargüe. Para ser clientes del matadero, deben poseer habilitación de SENASA y de ONCAA. El frigorífico acepta y comunica la habilitación. Actualmente trabajan en el departamento, aproximadamente, 5 matarifes abastecedores: 2 de Córdoba, 1 de Mendoza, 2 cooperativas de crianceros y 1 abastecedor Malargüe.

10 En mayo de 2012, la Dirección de Promoción Económica, a través del Matadero Frigorífico Malargüe, llevó a cabo la presentación del Programa Sello de Calidad “Alimentos Argentinos, una elección natural”. El objetivo fue otorgar marca de garantía a productos caprinos y subproductos. Se trata de una marca registrada por la SAGPyA, cuyo isologotipo (el sello creado) es cedido a las empresas elaboradoras de alimentos que se adecuen a protocolos de calidad específicos. Este sello acompaña las marcas comerciales de dichas empresas y es concedido con el objeto de facilitar a los consumidores la identificación de los productos agroalimentarios nacionales, asociando así: producto - país de origen - calidad diferenciada. (http://www.alsurinforma.com, 31 de mayo de 2012).

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UNIÓN GEOGRÁFICA INTERNACIONAL. Varias Actas de Reuniones Anuales.

Entrevistas

Profesionales y Técnicos de Dirección de Ganadería Provincial, Malargüe. 2011.

Profesionales y técnicos de EEA-INTA Malargüe. 2011.

Director del Matadero Frigorífico Municipal Malargüe, 2011.

Profesionales de la Cámara de Comercio. Malargüe. 2011.

Publicaciones periódicas

http://www.minutoya.com.ar

http://www.alsurinformas.com.ar

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Diario Los Andes. Mendoza. Varios números

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Recepción: 14 de mayo de 2014
Aceptación:
2 de julio de 2014
Publicado: 10 de diciembre de 2014

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