Geograficando, 2014 10(2). ISSN 2346-898X
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Geografía

ARTÍCULOS/ARTICLES

Patagonia, naturaleza y territorios

Alejandro Fabián Schweitzer*

*Grupo Interdisciplinario de Investigaciones sobre el Espacio Social (G2IES), Instituto Trabajo, Economía y Territorio, Unidad Académica Río Gallegos, Universidad Nacional de la Patagonia Austral. Profesor adjunto efectivo UNPA, Investigador Independiente del CONICET
Argentina.
E-mail: alejandro.schweitzer@conicet.gov.ar

Cita sugerida: Schweitzer, A.F. (2014). Patagonia, naturaleza y territorios. Geograficando, 2014, 10 (2). Recuperado de: http://www.geograficando.fahce.unlp.edu.ar/article/view/Geov10n02a11

Resumen
La Patagonia es desde fines del siglo XIX espacio de provisión de recursos de la naturaleza. Las políticas nacionales y provinciales para la región llevaron a significativos procesos de desarrollo geográfico desigual, con espacios en general muy poco poblados. Actualmente pervive y se acentúa el modelo primario-exportador de la mano del neoextractivismo, con el Estado buscando participar en el reparto de la renta por la explotación del subsuelo, suelo y litoral marítimo. En el articulo se analiza el lugar de la Patagonia en el actual escenario de fin del ciclo de los commodities, de crisis de hegemonía y de emergencia de un mundo multipolar a la par de la convergencia de las pautas de consumo material, que estarían llevando en su conjunto a una produndización de la crisis socio-ecológica y a la aceleración de la disputa por la naturaleza y el sentido del territorio.

Palabras clave: Crisis socio-ecológica; Bienes comunes; Neoextractivismo; Naturaleza; Territorio; Argentina.

Patagonia: nature and territories

Abstract
Patagonia has been, since the late 19th Century, a natural resource provision space. National and provincial policies for this region have led to significant uneven geographical development, in general with scarcely inhabited regions. The primary-export model hand in hand with Neo-extractivism bleeds into the present and is accentuated, accompanied by the State’s desire to take part in subsoil, soil and coastline exploitation income distribution.This paper analyzes the place occupied by Patagonia in today’s fin de siècle scenario of commodities, hegemony crisis and multi-polar world emergence concurring with the convergence of consumerist guidelines, all of which would apparently lead to an in-depth socio-ecological crisis as well as to an accelerated dispute over nature and territory sense.

Keywords: Socio-ecological crisis; Common goods; Neo-extractivism; Nature; Territory; Argentina.


Introducción

La Patagonia es un espacio de incorporación relativamente reciente a los territorios argentino y chileno de los cuales forma parte. Ocupada por diversos pueblos precolombinos, en el siglo XVII se instalan los primeros asentamientos españoles y en el siglo XIX, en sucesivas corrientes migratorias, se extiende el poblamiento de origen europeo en dirección sur - norte desde Punta Arenas, y criollo, en dirección contraria, fundamentalmente desde Puerto Montt en la Araucanía chilena y Cármen de Patagones en el extremo sur de la Pampa argentina.

El motor de esta expansión fue y continúa siendo la incorporación de nuevos espacios a la plataforma de exportación de bienes primarios del suelo, subsuelo y litoral marítimo en la que se iba convirtiendo la Argentina, rol que sigue siendo el dominante en el caso de la Patagonia. En algunos casos estas exportaciones serán destinadas a mercados externos, en otros aportarán al desarrollo de actividades en espacios centrales de nuestros países.

Asi como estos recursos se encuentran desigualmente repartidos en el espacio regional y son diferentes las características concretas en que se desplegarán los procesos históricos que incidirán en sus configuraciones territoriales, también serán desiguales los niveles de desarrollo de esta geografía por esto existen varias y diversas Patagonias.

Una, la región histórica, estructurada a través de los pasos cordilleranos que permitieron las interacciones entre los pueblos previamente a la conquista española y con posterioridad a ella, cuyo proceso de ocupación hacia al sur sólo será terminado por los Estados chileno y argentino hacia fines del siglo XIX y en el cual las costas del Pacífico y el Atlántico serán asentamiento de puertos de entrada de capitales y salida de productos primarios. Esta imagen se mantiene hasta la actualidad, con la ampliación del espacio de explotación de sus recursos y tratándose desde hace poco más de un siglo de dos espacios nacionales finalmente diferenciados. Con casi un millón doscientos mil kilómetros cuadrados, seis millones seiscientos mil habitantes en 2010 y una densidad de menos de seis habitantes por kilómetro cuadrado, en la actualidad esta región integra seis regiones chilenas y cinco provincias argentinas.

En este espacio existe una primera diferenciación marcada entre el norte, más integrado y más poblado, con mayor diversificación de actividades y en algunos casos más que incipiente desarrollo agroindustrial, y el sur, donde perviven los modelos orientados a la exportación de bienes primarios y el extractivismo. Entre el norte, donde el Gran Concepción, en la Región de Biobío, alcanza el millón de habitantes en 2012, seguido por el Gran Neuquén con un tercio de esa población en lado argentino, a caballo entre las provincias de Neuquén y Río Negro; y el sur, con escasas tres ciudades; que superan los cien mil habitantes: San Carlos de Bariloche y Comodoro Rivadavia en el lado argentino y Punta Arenas en Chile.

El estuario de Reloncavi en el Pacífico, que corta en dos la Región de Los Lagos, y la línea sur de la Provincia de Río Negro marcan la transición entre estos dos grandes espacios, con diferencias muy marcadas en la historia, en la demografía, en las actividades económicas, en la estructuración del espacio e incluso en los procesos de delimitación y demarcación de las fronteras. Las otras dos diferenciaciones serán determinadas, por un lado, por la Cordillera de los Andes, que condiciona orientaciones y sentidos de los flujos migratorios y de acceso al espacio; y por el otro, por la frontera internacional que separa dos sistemas políticos, económicos y de administración del espacio, de la naturaleza y de la sociedad diferentes pero que en el Sur se impone sobre espacios donde predominan lógicas de estructuración territorial fuertemente extrovertidas.

En el presente artículo, sin descuidar las diferenciaciones identificadas en la Introducción, el análisis se centrará sobre la porción sur y la margen argentina. Estos son los espacios donde más claramente se expresan los procesos de despliegue de las dinámicas dominantes orientadas a cada vez mayores niveles de inserción subordinada de la región en el escenario mundial de aceleración de la disputa por la naturaleza y el territorio.

El espacio patagónico en cuestión

La aceleración de la disputa por la naturaleza y el territorio no es característica exlusiva del espacio patagónico. Otros, también periféricos de la geografía argentina, latinoamericana y de los grandes espacios continentales de África y Asia, en las últimas dos décadas vienen sufriendo procesos similares de despojo y mercantilización de la naturaleza potenciados por reacomodamientos y ajustes espaciales que consisten fundamentalmente, en la expansión de capitales fijos que dan lugar a nuevas configuraciones y nuevos territorios.

Si bien bajo la lógica del capital el desarrollo de las fuerzas productivas fundamentales como la naturaleza y la humanidad se encuentra bloqueado, la incorporación de la totalidad del espacio mundial a estas lógicas significa una expansión cuantitativa que es necesario tener en cuenta en la medida en la que, como se verá en el apartado siguiente, pone en cuestión la propia supervivencia de la humanidad.

Teniendo como motor la acumulación ampliada permanente, el capital se expande hacia espacios donde existan mejores condiciones de explotación de la naturaleza y el trabajo o él mismo las provoque. Como se verá más adelante, estos procesos resultan evidentes en el caso de la Patagonia.

En los apartados que siguen se expone, en primer lugar, una caracterización del escenario mundial de aceleración en la disputa por los bienes comunes y la naturaleza para luego, en segundo lugar, describir la manera en que estos procesos se despliegan en el espacio patagónico desde sus primeros antecedentes en el siglo XVIII hasta la actualidad.

1 El escenario actual de aceleración de la disputa por la naturaleza y el territorio

El punto de partida del análisis es el escenario mundial emergente. Este escenario presenta dos rasgos que lo distinguen de los que se dieron en los últimos siglos.

Por un lado existiría una profunda modificación de las relaciones de dominación en el marco del declive de la hegemonía occidental, donde la actual potencia dominante, los Estados Unidos de América, se resiste por la fuerza a este declive, acompañado por sus socios europeos más afectados por la crisis, y donde el nuevo mundo, hegemonizado por primera vez desde Oriente, no termina de consolidarse. A pesar de los enunciados de Samir Amin y otros autores, las evidencias son cada vez más claras de que no se tratará de un mundo multipolar sino de un abanico de potencias emergentes, los BRICS, encabezado y hegemonizado por China.

Por otro lado, y en este mismo escenario emergente, el mundo se encuentra en pleno proceso de lo que autores como Hervé Kempf denominan la “gran convergencia” y que postula la existencia de tres momentos en los últimos siglos de la historia mundial (Kempf, 2013). Existiría un primer momento cuyas raices se hunden en el neolitico, cuando los niveles de consumo material de las sociedades eran más o menos parejos entre Oriente y Occidente y entre el Norte y el Sur. Como consecuencia de la revolución industrial europea en el siglo XVIII y la expansión del capitalismo, se habría producido la “gran divergencia”, con el Norte y Occidente, y más recientemente Japón, Corea y otros espacios industriales del extremo oriental de Asia que ostentan patrones de consumo material cada vez menos sustentables y que los llevaron a protagonizar expansiones imperialistas y las guerras mundiales en el siglo XX. La progresiva emergencia de China como potencia industrial desde inicios de la década de 1980 y cada vez más acelerada en los últimos años, fruto de una gigantesca reconversión de su espacio interior, con fuertes migraciones internas desde espacios rurales hacia grandes concentraciones urbanas, posibles sólo mediante la construcción de nuevas infraestructuras de transporte, energía y telecomunicaciones, entre otros, estaría marcando el proceso de “gran convergencia”. Esta convergencia, tendencia a la igualación de los patrones de consumo material entre el Norte y estos espacios, y que también se da en la India, Brasil y otras potencias demográficas del Sur, se expresa en presiones cada vez mayores sobre la naturaleza, que se dan primero en sus propios espacios nacionales y que en la última década se extienden hacia el conjunto del planeta. La gran diferencia entre los dos períodos de convergencia es, por un lado, la aceleración en las transformaciones experimentadas por los territorios y, por el otro, en el peso demográfico muy diferente que existe entre Europa y los Estados Unidos y los espacios actualmente emergentes, con tres o cuatro veces la población de los hasta ahora espacios centrales.

En este escenario, en América Latina se estaría en presencia de una profundización e intensificación de los procesos extractivos y de reprimarización de las economías, acompañados por políticas públicas pro-cíclicas; los Estados buscan apropiarse de parte de la renta por la extracción y exportación de recursos naturales a efectos de paliar, mediante políticas sociales, los efectos de las décadas de vigencia del neoliberalismo en una combinación de neoextractivismo y neodesarrollismo. Se trata de una tendencia de progresivo acomodamiento al “consenso de los commodities” (Svampa, M 2012). Esta orientación general se verifica, pese a las diferencias entre las políticas y los niveles de profundización entre los distintos países de la región, que oscilan entre el neodesarrollismo neoliberal, sostenido en países como Chile, Colombia, Costa Rica, Panamá, Perú, y México, asociados en la Alianza del Pacífico, y el progresista, que podría ser referenciado en el Mercosur. En un tercer grupo de países como Bolivia, Ecuador y Venezuela, este modelo también vigente estaría entrando en contradicción, sobre todo en los dos primeros, con el carácter postcapitalista enunciado en sus respectivas Constituciones nacionales y directamente ecosocialista en el caso de Bolivia.

En las Argentina como en otros casos, el Estado recupera su rol de promotor de algunas de las actividades, como recientemente la recuperación de YPF. Esta recuperación, sin embargo, se realiza en un escenario general de reclamos por falta de inversión, prórrogas injustificadas y adelantadas de concesiones de explotación y debilidad en los controles de las actividades potencialmente contaminantes como la minería.

A ellos se suma la promoción de otras normas que afectan la soberanía alimentaria, como el caso de la modificación de la Ley 20.247/73 “de Semillas y creaciones fitogenéticas”, que favorece a grandes capitales trasnacionales como Monsanto al habilitar el patentamiento de semillas y prohibir el uso de semillas por parte de los productores rurales para la siguiente cosecha; o la soberanía energética, con la modificación de la Ley 17.319/67 “de Hidrocarburos”, que lesiona derechos de las provincias al prohibir la participación de empresas provinciales en la explotación de su propio subsuelo al tiempo que reduce los montos a percibir por parte de aquellas, propone la extensión a 45 años de las concesiones de explotación de hidrocarburos no convencionales y restringe las autonomías de los municipios al prohibirles legislar o regular actividades que se pudieran realizar en sus jurisdicciones, mientras compromete al Estado nacional a realizar infraestructuras necesarias para la realización de la actividad, bajando así los costos a efectos de favorecer la llegada de nuevas inversiones. En conjunto, estas modificaciones normativas, así como la construcción o fomento de implantación de grandes obras de infraestructura necesarias para la realización de estas actividades extractivas, llevan al aumento de los niveles de conflictividad social en los lugares de implantación de las actividades eventualmente perjudiciales o que atentan contra las condiciones de vida de las sociedades locales; y en el caso de la ley de hidrocarburos, a la oposición de algunos gobiernos provinciales.

2 La Patagonia en sus territorios

La historia de la Patagonia, desde los primeros exploradores y en particular desde la implantación de establecimientos costeros permanentes hacia el final del período colonial, es fruto del despliegue de dinámicas originadas en espacios centrales y asociadas a la expansión del capitalismo hegemonizado por el imperio británico sobre nuevos espacios, las que apuntaron a la apropiación de la naturaleza y su puesta en valor en tanto recursos naturales.

El despliegue de estos procesos fue posible por la combinación entre, por un lado, la coexistencia en el mismo espacio de un marco natural rico, muy poco poblado, disponible y puesto a disposición por parte de los Estados argentino y chileno deseosos de atraer capitales y asegurar a toda costa la posesión de sus respectivos territorios nacionales, y por el otro, la existencia de excedentes de capitales financieros y de fuerza de trabajo, los primeros en Gran Bretaña luego de su consolidación como potencia hegemónica en los planos militar, industrial y comercial, los segundos en Europa en su conjunto a consecuencia de la culminación del cercamiento de tierras y despojo de los bienes comunes (Bensaid, 2011) y la expulsión y proletarización de poblaciones campesinas y procesos similares en Argentina y Chile, acompañados en estos dos casos de políticas de exterminio de poblaciones originarias. Si en Europa los cercamientos generaron amplios fenómenos de migración del campo a las ciudades, lo que permitió la multiplicación de la fuerza de trabajo, en la Patagonia el desierto fue un producto y una condición para que pudieran expandirse las dinámicas motorizadas por la ganadería extensiva para el aprovechamiento de pasturas naturales y exportar la totalidad de lo producido para proveer a la expansión de la industria textil británica.

El periodo de de más de un siglo y medio que se extiende desde la introducción de las primeras cabezas ovinas en 1843 en las Islas Malvinas hasta la actualidad es un ejemplo muy claro de procesos de desarrollo geográfico desigual y combinado, como el presentado sucintamente en el párrafo anterior. Tres décadas más tarde, la actividad ovina se extendió al espacio continental inicialmente chileno en torno a Punta Arenas, y poco después penetró en territorio argentino, y en menor medida, desde la última década de ese mismo siglo y hacia el norte de la región, proveniente de la provincia de Buenos Aires, de donde venía siendo desplazada por el bovino y la agricultura.

La configuración del espacio del sistema de acumulación ovino es resultado del primer proceso de fronteras de expansión del capital acontecido en la Patagonia. Al final del período de auge del ovino, que se extiende entre las décadas de 1870 y 1920, los procesos de apropiación alcanzaron la totalidad del territorio patagónico austral.

Pocos años antes, aún en plena vigencia del espacio del ovino y como consecuencia del descubrimiento de petróleo en Comodoro Rivadavia en 1907, se abre una nueva fase de expansión del capital, en este caso proveniente del extranjero y de espacios centrales de la Argentina, y de atracción de nuevos y esta vez mayores contingentes poblacionales. El interés de remarcar esta superposición temporal se debe a que permite comprender el funcionamiento del espacio en su conjunto. Existen dudas sobre si el descubrimiento del petróleo en la zona fue o no accidental, pero lo que está claro es que el entonces enclave petrolero promovería condiciones necesarias para la consolidación de la colonia agricola Sarmiento, fundada en 1897 sobre un tramo del valle del río Senguerr a 156 km de Comodoro Rivadavia, fundamentalmente luego de la entrada en operación en 1914 de la “linea ferroviaria Comodoro Rivadavia - Colonia Sarmiento”. También en este enclave tuvo lugar en 1920 la primera huelga de obreros portuarios, que afectó tanto a la expedición de petróleo como de productos de las estancias, y en 1921 se declaró la huelga en Cañadón Lagarto, localidad chubutense surgida en torno al ferrocarril (Maggiori, 2012).

Desde esos primeros antecedentes hasta la actualidad, las economías, los planes, las infraestructuras e instancias de gobierno, así como las configuraciones espaciales resultantes, fueron regidas por el extractivismo y el modelo primario exportador. A diferencia de otros espacios nacionales, la Patagonia tuvo poca o nula presencia de actividades industriales y menos aún orientadas al mercado interno nacional. La distancia del puerto de Buenos Aires permitió una estructuración distinta de este espacio, en la forma de corredores que en sentido Oeste-Este permitieron la salida a puertos, independientemente de la actvidad de la que se trate.

Existen dos situaciones particulares en las cuales el extractivismo tiene hasta ahora escasa preponderancia, aunque tampoco se expresan en configuraciones diferenciadas. Por un lado, en los valles irrigados, como en la expansión de actividades agrícolas y frutícolas sobre los valles medio y superior del río Negro y sobre el valle inferior del río Chubut, en ambos casos desde las últimas décadas del siglo XIX; Gobernador Gregores y Los Antiguos, en la provincia de Santa Cruz en las primeras décadas del siglo pasado, así como en zonas de chacras que se emplazaban cada vez que surgía un asentamiento. Por el otro, fruto de políticas de promoción industrial o comercial fundamentadas en las teorías de los polos de desarrollo, la instalación de la Zona Franca de Punta Arenas en la Región de Magallanes y las legislaciones de promoción de radicación de industrias de ensamblaje en Tierra del Fuego, ambas vigentes desde 1960.

En la Patagonia el modelo primario-exportador y el extractivismo van de la mano, desde hace al menos medio siglo, con los hidrocarburos, el carbón, la minería metalífera y la explotación no sustentable de recursos naturales del suelo y el litoral por las mismas prácticas de la ganadería ovina y la pesca.

En la Patagonia Norte, el desarrollo de la explotación de hidrocarburos comienza con el descubrimiento de petróleo en Plaza Huincul, Neuquén, en 1918. En esos años el Estado nacional instalaría destilerías fiscales en esta localidad y en Comodoro Rivadavia. Fuera de la Patagonia, la explotación de petróleo se realizaba en Jujuy desde la década de 1860 y en Mendoza desde 1890; sin embargo, desde 1907 en adelante la extracción de hidrocarburos en Patagonia representó más del sesenta por ciento del total nacional.

En el caso de la extracción de hidrocarburos en el sur de la región, la expansión desde Comodoro Rivadavia hacia el oeste y sobre todo en el norte del entonces Territorio Nacional de Santa Cruz, iniciadas durante la década de 1940, motorizaron el pasaje de esta configucación inicial de enclave hacia la conformación de otra, característica del petróleo, mediante un nuevo proceso de expansión del capital y la consecuente diferenciación espacial en términos de equipamiento, infraestructuras, atracción de población y servicios de apoyo y, entre 1945 y 1957, de instalación de una instancia de gobierno nueva, una especie de “Territorio Nacional de YPF” con la creación sobre el sur del Territorio Nacional del Chubut y el norte del de Santa Cruz de la Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia (Schweitzer, 2012). La disolución de la Gobernación Militar en 1957 coincidió con la provincialización de Chubut y Santa Cruz; y en la década de 1940, con el descubrimiento, equipamiento y entrada en operación de la mina del carbón en Río Turbio en la provincia de Santa Cruz, con capitales exclusivamente del Estado nacional. En el caso del carbón, la implantación espacial mantuvo hasta la actualidad características de enclave extractivo. En 1960, la habilitación de la cuenca Austral en el sur de la Provincia de Santa Cruz y en el vecino Territorio Nacional de Tierra del Fuego, dio lugar a nuevo proceso de expansión del capital.

Como consecuencia de la determinación de la estructuración de los territorios por la localización de los recursos del subsuelo, se repiten los mismos esquemas coloniales de concentración de poblaciones sobre los espacios costeros, donde se desarrollaron inicialmente las primeras actividades. La expansión hacia espacios interiores se dará en la medida en que nuevas demandas hacia los territorios lo exigieran; en algunos casos, asociadas a las mismas actividades, como en el caso del petróleo; en otros, al despliegue de otras actividades, como más recientemente sucede con la pesca marítima, la minería y el turismo.

Respecto de la pesca marítima, se trata de una de las actividades de más antigua implantación, aun antes del ovino. En 1784 la actividad se instaló efímeramente en Puerto Deseado, en 1838 se inició la caza de ballenas y en la segunda mitad de ese siglo comenzaron las actividades en el puerto de Rawson. Se extienden incluso hacia las islas del Atlántico sur cuando en 1904 se instala el puerto y la Compañía Argentina de Pesca en Grytviken, en las Georgias del Sur. A lo largo del siglo XX la actividad se extendió a la totalidad del litoral, pero fue en la década de 1990 cuando, fruto de la apertura comercial como una de las principales políticas del neoliberalismo, se produjo la reconversión de la actividad, con intensificación de las explotaciones al punto de que las prácticas pesqueras ya no garantizarán la renovación del recurso. Este proceso, que es paralelo a la expansión de la soja y va en el mismo sentido, llevó a la explotación no sustentable de recursos inicialmente renovables. Las interacciones recientes entre la pesca y la explotación petrolera son también fuentes de conflictos, como lo sucedido en el golfo de San Jorge en 2011 cuando se comenzaron a realizar actividades de prospección sísmica en la plataforma continental provocando la migración de cardúmenes y caída de la pesca litoral en beneficio de grandes capitales pesqueros que no se ven afectados por realizar sus actividades en altamar, con muy escaso contacto con los puertos.

La minería metalífera también cuenta con antecedentes del último cuarto del siglo XIX con la fiebre del oro en Tierra del Fuego y el Estrecho de Magallanes. Esta práctica artesanal, de poco más de veinte años de duración, coexistió en el tiempo y el espacio con otras como la caza de lobos y, fundamentalmente, el rescate de naufragios en un arco que se extendía entre la actual Comandante Luis Piedra Buena, en ese entonces Paso Ibáñez, y el Sur de Punta Arenas, en un complejo que dio origen a la primera experiencia local de acumulación primitiva de capital en torno a Punta Arenas y que posibilitaría poco después la expansión de la frontera ovina (Rodríguez, M, 2003). A diferencia de la pesca, que tuvo continuidad en el tiempo y mucha presencia de la pesca artesanal, en el caso de la minería metalífera la reactivación de la actividad vino directamente de la mano de capitales trasnacionales en la década de 1990, en particular desde la modificación de regulaciones iniciada en 1993 con la reforma de la Ley de Minería y que se extiende hasta hoy. La meseta central que se extiende desde el norte del río Santa Cruz hasta la línea sur de Río Negro es desde esa época zona de sacrificio, en algunos casos legalizada, como el de la Zona de Interés Minero en la Provincia de Santa Cruz.

Esta histórica orientación exportadora de las economías patagónicas se destaca particularmente en Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. Según informes de síntesis por provincia elaborados por la Dirección Nacional de Desarrollo Regional del Ministerio de Economía, en 2011 la relación entre exportaciones y el producto bruto geográfico en Chubut alcanzó el 60%, seguido de Tierra del Fuego con el 34% y Santa Cruz el 30%; en las dos primeras, debido a los hidrocarburos y en segundo lugar al aluminio y pesca respectivamente; y en la última, la minería seguida por los hidrocarburos. Se trata de los sectores más dinámicos a la vez que más concentrados y muy poco generadores de empleo. En cada una de las cuatro provincias petroleras y mineras el número de trabajadores ocupados oscila entre 8.000 y 10.500. Por su parte, el Estado se situaba en 2009 entre los principales empleadores en las provincias de Tierra del Fuego (11,9%) y Santa Cruz (10,8%), con valores que en la primera triplican la media nacional de 55%1. En las restantes provincias en ese año se mantiene por encima de la media nacional, pero con valores más bajos de 97/1000 habitantes en Neuquén y 69 en Río Negro.

La población de la Patagonia alcanza en el Censo 2010 un total de 2.106.823 habitantes, con una variación respecto a 2001 del 20,7% y una densidad de 2,6 habitantes/km². La provincia más poblada, Río Negro, sumaba en 2010 638.645 habitantes, mientras que Tierra del Fuego con 131.000 es la de menor población. La variación intercensal de Santa Cruz fue la mayor del país, con 39,10%: casi cuatro veces mayor al 10,6% nacional; junto a sus vecinas Chubut y Tierra del Fuego, son las tres más dinámicas en términos demográficos en el período (Ver Tabla 1). Estas dinámicas, así como las diferencias que presentan respecto a las otras dos provincias de la región, se corresponderían con una mayor atracción de migrantes asociados a la expansión de la explotación de hidrocarburos y de servicios al turismo, sumado esto a los efectos expulsores sufridos por provincias del norte del país. De hecho, mientras el conjunto del país entre 1980 y 2010 experimentó variaciones a la baja, con algunas excepciones en el período 1991-2001, en el último período las provincias de Chubut, Santa Cruz y Río Negro fueron las únicas que revirtieron esta tendencia.

Tabla 1. Datos demográficos básicos de la Patagonia por provincia

Provincia

Superficie

(km²)

Población total

Variación intercensal (%)

Densidad 2010 (hab/km²)

2001

2010

Neuquén

93.078

474.155

551.266

16,26

5,9

Río Negro

203.013

552.822

638.645

15,52

3,1

Chubut

224.686

413.237

509.108

23,20

2,3

Santa Cruz

243.943

196.958

273.964

39,10

1,1

Tierra del Fuego

37.798

103.458

131.000

26,62

3,5

Totales

814.691

174.009

2.106.823

20,87

2,6

Total del país

2.780.400

36.260.130

40.117.096

10,64

14,4

Fuentes: INDEC, www.indec.gov.ar

A modo informativo, las Islas Malvinas, con 2.840 habitantes en 2012, experimentaron una variación intercensal del 19,38%, con la densidad de población más baja de la región, de 0,2 habitantes/km² (Gobernación de Malvinas, 2014).

En lo que hace a la calidad de vida de la población en la región, por un lado existen diferentes definiciones sobre el propio concepto, así como diversas maneras de medirlo; por otro lado, hay ausencias de continuidad en la captación de la información necesaria para construir series históricas y demoras en procesamientos de los datos existentes. Ante estas dificultades, el indicador de Necesidades Básicas Insatisfechas sigue siendo entre los más fiables (Ver Tabla 2). Desde el inicio del cálculo del indicador en 1980, Santa Cruz se situó entre las provincias de valores más bajos.

Al igual que a nivel nacional, la proporción de hogares con Necesidades Básicas Insatisfechas sobre el total descendió. En 1980, todas las provincias patagónicas se situaban por encima de la media nacional. En 1991, Santa Cruz obtuvo valores por debajo del valor nacional y fueacompañada por Chubut en 2001 y 2010.

En el último periodo intercensal, las provincias patagónicas experimentaron resultados dispares. Medidos en términos absolutos, se destacan por un lado los avances realizados en Río Negro, donde la cantidad de hogares con NBI habría disminuído casi un 25%, y el fuerte retroceso de las provincias de Santa Cruz y Tierra del Fuego, que son las únicas del país donde aumentó la cantidad de hogares con NBI.

Por otro lado, con excepción de Río Negro las restantes provincias patagónicas experimentaron retrocesos en su ubicación en el ranking nacional, con el mayor retroceso ocurrido en Santa Cruz y Tierra del Fuego, y se situaron en lugares más bajos aun que en 1980. Esta última se ubica entre las de peores niveles de NBI del país.

Tabla 2. Hogares con NBI de la Patagonia, por provincia

Provincia

Total de hogares 2010

% de hogares con NBI

Variación intercensal 2001-2010 en términos absolutos (%)

Posición en el ranking nacional

1991

2001

2010

1980

1991

2001

2010

Neuquén

170.057

19,1

15,5

10,4

-11,4

14°

10°

12°

13°

Río Negro

199.189

20,7

16,1

9,4

-24,4

13°

15°

14°

11°

Chubut

157.166

19,4

13,4

8,4

-13,6

11°

10°

Santa Cruz

81.796

15,2

10,1

8,2

+23,7

Tierra del Fuego

38.956

25,5

15,5

14,2

+29,2

14°

13°

17”

Total del país

12.171.675

16,5

14,3

9,1

-23,0





Fuentes: INDEC, www.indec.gov.ar

En el análisis realizado por el INDEC se explican estos retrocesos por tratarse de las provincias que recibieron la mayor afluencia de migrantes procedentes del norte y porque la mayor incidencia en el indicador sería la calidad de la vivienda. Esta explicación no se podría aplicar a Chubut, la tercera del país en crecimiento poblacional y también por fenómenos migratorios; y sería relativa en Santa Cruz y Tierra del Fuego, que son fuertes receptoras en los últimos cuatro períodos. Las más fuertes migraciones en ambos casos se sucedieron a mediados de la década de 1980 y una nueva oleada llegó desde 2003.

Desafíos de la Patagonia en el escenario mundial del cambio de hegemonía y la gran convergencia

En el apartado titulado “El escenario actual de aceleración de la disputa por la naturaleza y el territorio” se describían dos de las principales tendencias: por un lado, el cambio en la hegemonía, por el otro, la Gran Convergencia en las pautas de consumo entre los espacios centrales y las periferias, en particular de China.

En el primer caso, se encuentra en cuestión el liderazgo mundial, con el progresivo reemplazo del mundo occidental, representado en particular por los Estados Unidos de América como potencia aun hoy preponderante en el dominio militar y los medios de comunicación que fijan pautas culturales y de consumo pero se encuentra cada vez más cuestionada en otras como en el control de las finanzas internacionales, inversión en investigación científica y el acceso a recursos naturales, los cinco monopolios planteados por Samir Amin para evaluar tendencias actuales al multipolarismo (Amin, 2003).

El contraste entre la potencia emergente y la declinante es significativo en varios planos en los que hasta hace escasos años no existía competencia. En el plano financiero, actualmente China es el mayor acreedor de los Estados Unidos, contaba en 2013 con cuatro veces más reservas de dólares y oro y no sufrió los efectos de la crisis financiera que todavía perviven en el norte. En el plano científico, el de China es el segundo presupuesto mundial detrás de los EE.UU. sus avances espectaculares no se concentran en el complejo militar sino en una mayor diversidad de campos y en el plano espacial, donde ya habría superado las capacidades de la potencia en declive. Según el Banco Mundial, en 2012 China exportó productos de alta tecnología por un valor casi cinco veces superior a los Estados Unidos de América, mientras alcanzaba una proporción similar de cinco a uno en patentes.

En el marco de la creciente competencia en el plano del mercado mundial de intercambio de recursos naturales y por el control de las principales fuentes de estos recursos en África, China, la Unión Europea y los Estados Unidos de América se encuentran empantanados en escenarios conflictivos, mientras que en algunos países de América Latina, el antiguo patio trasero del gigante del Norte, China ya habría desplazado a los EE.UU. como principal destino de exportaciones de recursos naturales y como principal inversión en su explotación y en apoyo a la ampliación de estas tendencias, con inversiones en sectores de transportes y energía.

Por otro lado, para esquematizar la Gran Convergencia bastan algunos datos sobre la huella ecológica, que expresa las hectáreas por habitante destinadas a la alimentación en agricultura, ganadería y pesca, las orientadas a satisfacer necesidades en madera, la emisión de CO2 y la segmentación y ocupación del espacio por asentamientos urbanos. Esta huella se compara con la oferta del medio para las mismas actividades y se calcula igualmente en hectáreas globales. En ambos casos y en su combinación, se trata de buenos indicadores de consumo material, su cálculo es simple y los datos son relevados casi anualmente (Global Footprint Network, 2014).

En el Informe de la Huella Ecológica 2010, el Global Footprint Network mostraba para África valores de biocapacidad de 1,5 ha/habitante frente a una huella de 1,4 ha/habitante; para América Latina 2,6 y 5,5, Asia 0,8 y 1,8, y Oceanía de 5,4 y 11,1, respectivamente. Se trata de las únicas regiones inicialmente superavitarias, donde la biocapacidad es mayor a su huella. En cambio, los valores para Europa eran respectivamente 4,7 y 2,9, y Estados Unidos y Canadá de 7,9 y 4,9: son en este caso deficitarias. Los valores mundiales, de una huella ecológica de 2,7 y una biocapacidad de 1,8, muestran un escenario global de déficit; es decir, consumo a cuenta de las capacidades futuras de regeneración por la biósfera2.

Estados Unidos y China usaban en 2010 el 45% de la biocapacidad mundial. Junto a los dos primeros, India, Rusia, Japón, Brasil, Reino Unido, México y Alemania completan la lista de mayores consumidores de bienes materiales en términos absolutos. En esta lista están los cuatro integrantes más representativos del bloque BRICS.

Estos indicadores aportan a develar desigualdades en el consumo de bienes materiales. Cuando la huella ecológica es mayor que la biocapacidad, las únicas maneras de satisfacer las necesidades de consumo material son consumiendo a cuenta de las capacidades de regeneración futuras o importando bienes materiales del exterior, por lo cual estos superávits y déficits no son equivalentes a los datos de exportaciones e importaciones en términos materiales.

Los cálculos de la huella ecológica se realizan a escala global, nacional, regional e incluso de ciudades, y pueden realizarse también a nivel de las personas. Las desigualdades de poder se expresan al interior de los países mostrando las desigualdades de sus desarrollos geográficos, con regiones excedentarias exportando hacia las deficitarias. Las diferencias entre el consumo suntuario y la capacidad de satisfacción de necesidades expresan a su vez las diferencias de clase y la transferencia de excedentes entre sectores de la sociedad, cuyo mejor indicador sigue siendo, sin embargo, la intensificación de la tasa de explotación de la fuerza de trabajo y de la naturaleza. En escenarios continentales y mundiales, la pervivencia de situaciones de dependencia termina generando escenarios de pobreza extrema en países superavitarios, como es el caso fundamentalmente de África3.

El alza del consumo material de grandes masas de población no es negativa en sí misma y tampoco lo sería si esta alza se diera en consonancia con una baja en espacios de sobreconsumo del Norte. El problema surge cuando no existe esta consonancia y cuando se trata de centenares de millones de nuevos consumidores incorporándose a los espacios urbanos y al mercado de trabajo industrial, con todo el nuevo equipamiento de servicios, infraestructura, vivienda y vías de circulación que les son asociados. En este escenario, el sentido y la evolución de la crisis van adquiriendo cada vez más características de crisis socio-ecológica mundial, en la cual los perjudicados son los territorios vía sobreexplotación de la naturaleza y los trabajadores.

1 El lugar de la Patagonia en la disputa mundial por los recursos

De las dos tendencias identificadas en el presente escenario mundial, la convergencia en las pautas de consumo material resulta de muy difícil evaluación y exigiría, por ejemplo y sólo para obtener un indicador básico bastante criticable, la comparación con valores mundiales de producto geográfico bruto por habitante a niveles menores que los nacionales. En cambio, esto sería posible en el caso de que se pudieran comparar valores de consumo material, como el cálculo de la huella ecológica y la biocapacidad por habitante. Estos cálculos vienen siendo realizados por organismos gubernamentales, no gubernamentales, fundaciones e instituciones académicas4. En Argentina, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial es uno de los integrantes de la red de Global Footprint Network, pese a que el programa destinado a llevar el cálculo nacional y provincial nunca fue puesto en marcha. Por esta razón, en nuestro país no existen datos para las escalas provinciales y menos aun en asentamientos urbanos, lo que representa, nuevamente, la imposibilidad de efectuar cualquier tipo de comparación.

En cambio, no caben dudas sobre el papel de proveedor de recursos naturales, como continuidad del modelo históricamente impuesto en esta región espacialmente periférica pero fuertemente integrada a la economía-mundo desde hace ya casi un siglo y medio. El despliegue espacial de las actividades extractivas en la región, que se inicia con el ciclo ovino y que luego de unas décadas se reactiva de la mano de la extracción de hidrocarburos habilitando nuevos espacios, se acelera desde la década de 1990. La expansión de la minería metalífera, la pesca y el turismo data de esta década de auge del neoliberalismo y se mantiene hasta la actualidad, sin evidenciar ninguna modificación en la modalidad de valorización mercantil y financiera de los territorios y la naturaleza; al contrario, se intensifica con el avance de la expolotación de hidrocarburos no convencionales en las provincias de Neuquén y Santa Cruz y su esperada ampliación al conjunto de la Patagonia.

Entre la década de 1990 y la actualidad la modificación pasa por los agentes intervinientes. Existe, por un lado, una mayor presencia del Estado en la realización de las actividades extractivas, particularmente luego de la recuperación de YPF de manos de la española REPSOL; por otro lado, la creciente expansión de capitales chinos en actividades extractivas, como el caso de la compra de Sierra Grande, la única mina de hierro del país y segunda en magnitud de América del Sur, y el inicio del cultivo de soja, ambas en la provincia de Río Negro; la participación de empresas estatales chinas en el sector hidrocarburos, que se encuentran entre los gigantes mundiales del sector, o en emprendimientos mineros.

La disputa por el acceso a estos recursos se da en varios planos. En primer lugar, en el plano mundial y entre grandes capitales trasnacionales con alguna participación de capitales nacionales, se evidencia en fusiones, adquisiciones y compras, incluso en acciones de especulación inmobiliaria rural asociadas a compra de estancias en zonas de meseta cercanas a actuales emprendimientos. En segundo lugar, existen conflictos distributivos, en particular entre estos mismos grandes capitales y las colectividades territoriales locales por el acceso al agua en un escenario en el cual, dada la naturaleza semiárida de la mayor parte del espacio regional, se convierte en luchas por la supervivencia de poblaciones. Esta disputa por el agua se da también por el suelo y la propiedad, con procesos de desposesión y desplazamiento prácticamente forzado de asentamientos en espacios rurales. Se trata de procesos impulsados por proyectos de territorio enfrentados y que apuntan a distintas visiones en la relación entre la sociedad y la naturaleza, que vienen siendo estudiados desde los movimientos sociales, organizaciones políticas y espacios académicos regionales y nacionales, sobre la Patagonia argentina y chilena (Pengue, 2008; Rodriguez Pardo, 2009; Schweitzer, 2008 y 2013, Agosto, 2008, Grenier, 2003, Núñez, Aliste y Bello, 2014).

2 La Patagonia, tierra maldita

Independientemente de las apreciaciones y consideraciones que puedan extraerse del análisis de las dinámicas demográficas y de las condiciones de vida, los datos de empleo y las orientaciones fuertemente exportadoras (en particular de las tres provincias del Sur de la Patagonia) señalados en el apartado La patagonia en sus territorios, estarían evidenciando la ausencia de correlación entre el perfil produtivo primario-exportador y extractivista y las condiciones de vida de la población.

Espacios como el de la Patagonia y en particular la provincia de Santa Cruz son buenos ejemplos de casos donde se da la denominada “enfermedad holandesa”, término que desde la economía política describe la situación que se desata en una región como consecuencia del descubrimiento o puesta en valor de un recurso natural con fuerte demanda externa y el nuevo recurso multiplica la entrada de divisas y bloquea el desarrollo de los productos tradicional e históricamente exportados. La denominación hace referencia a las consecuencias sufridas por los Países Bajos luego del descubrimiento de hidrocarburos en su área económica exclusiva en el Mar del Norte en la década de 1960 (Zlotogwiazda, 2004). El boom sojero en Argentina es un ejemplo, pues desató entre otros, fenómenos de especulación inmobiliaria en ciudades del litoral y Buenos Aires. Otro ejemplo es el alza experimentada en las exportaciones y los precios de petróleo y minería metalífera, que es la situación predominante en Patagonia. En este caso, el incremento de ingresos por la renta obtenida sobre los recursos naturales se orienta históricamente al aumento del gasto público en construcción, fundamentalmente de infraestructuras y equipamientos de servicios de apoyo a estas actividades dinámicas, incluyendo viviendas, equipamientos comunitarios de salud, educación y provisión de servicios básicos para la población asociada a estas actividades. Asimismo, se asocia a la extensión del tendido eléctrico y la prolongación del Sistema Integrado Nacional hasta las localidades de Río Turbio en Santa Cruz, a efectos de inyectar energía eléctrica que vaya a ser generada desde la usina carboeléctrica en construcción en dicha localidad, cuya inauguración (muy conflictiva) está prevista para fines de 20145.

Alberto Acosta recurre a la expresión “la maldición de la abundancia” para caracterizar las economías extractivistas de países ricos en recursos naturales pero pobres. Allí se ubica esa maldición: “Somos pobres, porque somos ricos en recursos naturales...”. Este autor, que fue primer presidente de la Asamblea Constituyente del Ecuador y ex ministro de energía de ese país, señala a su vez: “Ese tipo de contrastes ha sido catalogado por distintos analistas como una “maldición de la abundancia”, una riqueza que parecería que no asegura el desarrollo, sino que por el contrario, terminaba cristalizando la pobreza” (Acosta, 2009).

Recientemente, se destaca la publicación de nuevos estudios que analizan el fenómeno en detalle para el caso de la minería metalífera y los hidrocarburos en Argentina y específicamente en la Patagonia; indagan desde las políticas nacionales y provinciales hasta las estrategias empresariales y la disputa por la renta, y llegan a conclusiones similares a las alcanzadas por Acosta y otros estudiosos (Basualdo ; Barrera y Basualdo, 2013; Tapia y Quiroga 2014).

A modo de conclusión: Nuevos cercamientos en el paraíso del extractivismo

El sistema regido por el capital no hace caso de la evolución del escenario mundial que se viene precipitando hacia una profundización de la crisis en sus dimensiones económicas, políticas y socio-ecológicas.

Luego de más de diez años de duración de la carrera de los commodities, desde 2011 aparecería una tendencia al declive de los precios, consecuencia de la crisis mundial, de cambios de política interna en China y de alzas de tasas de interés en los Estados Unidos de América. El Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio prevén la continuidad en la baja de precios de algunos commodities (oro, cobre y otros metales, aluminio, alimentos), que en 2014 se mantendría ya por cuarto año consecutivo, y el estancamiento o caídas algo menores de los precios en otros como los hidrocarburos (Ver Figura 1), lo que algunos caracterizan como final del “superciclo de los commodities” (Berthelsen, 2013). En otras publicaciones se menciona una cercana explosión de la “burbuja de los commodities”, de los recursos naturales e incluso energética, debido a la reorientación de las inversiones luego del inicio de la crisis de 2007 y la actual tendencia a la baja de los precios (Lewkowicz, 2011).

Figura 1. Evolución de precios internacionales de los recursos naturales


Fuente: Banco Mundial, 2014.

Esta tendencia a la baja de precios internacionales de minerales y metales se combina en algunos casos con la necesaria reconversión de yacimientos “viejos”, como Cerro Vanguardia, a efectos de pasar a la extracción por vía de túneles y dejar la extracción a cielo abierto, lo que exige nuevas inversiones. En la misma provincia de Santa Cruz otras mineras suspenden las exploraciones, como GoldCorp; y en Chubut, Panamerican Silver se retira “por falta de garantías legales para la actividad”. Por otra parte, la baja en los precios de alimentos podría estar entre las causas de la cancelación de megaemprendimientos como Potasio Río Colorado de la minera brasileña Vale, que iba a implantarse en el norte de la provincia de Neuquén y sur de Mendoza.

En el caso de los hidrocarburos, si bien el discurso oficial promueve técnicas cuestionadas como la fractura hidráulica apoyándose en las necesidades de paliar el déficit energético, los acuerdos firmados con la empresa Chevron le garantizan la libre exportación de lo obtenido, por lo que no queda del todo claro el destino de los hidrocarburos a ser extraídos. La llegada de nuevos grandes capitales extranjeros de China y Rusia puede ser un indicio de esta alternativa. Si lo extraído fuera orientado mayoritariamente hacia la exportación, frente a la baja de precios internacionales, sería esperable un estancamiento de la actividad, pero ante el empuje de la estatal YPF, la entrada en operación de yacimientos como Vaca Muerta en Neuquén y en el norte de la provincia de Santa Cruz y el avance sobre el valle medio del río Negro, este estancamiento podría no llegar a producirse. Existe una tercera alternativa, que surge de algunos informes emitidos desde el propio sector, en artículos en periódicos internacionales y medios independientes, que indicarían la inviabilidad económica de la aplicación de esta técnica, acompañada de una sobrevaloración inicial de las reservas en lo que ya denominan “burbuja del shale” (Howard, 2014; Legget, 2014).

En la Patagonia, en caso de mantenerse la expansión del extractivismo aun en este escenario de baja de precios, se acentuarán las disputas por el territorio. La intensificación de procesos de acumulación y sobreexplotación de los bienes comunes naturales sólo podrá realizarse acentuando procesos de cercamiento y desposesión de bienes comunes, avanzando sobre nuevos territorios y comunidades (Bensaïd, 2011; Netz, 2013), y de degradación y contaminación de acuíferos, poniendo en riesgo las condiciones de reproducción de colectividades territoriales y la profundización de los conflictos por el agua, la vida y los bienes comunes.

Notas

1 Por tratarse de valores referidos a la población total, no corresponde compararlos con valores en las demás actividades.

2 En 2010 los diez países con mayor huella ecológica por persona eran de Medio Oriente, Europa, América del Norte y Australia en Oceanía. Los diez de menor huella eran países africanos, asiáticos y Haití en América Latina. Los diez países con mayor biocapacidad estaban más repartidos, con Gabón, Bolivia y Mongolia superando las 15 hectáreas por habitante. Los países deficitarios solo en algunos casos coinciden con los de mayores valores de huella ecológica. En 2010 seis países presentaban un déficit de más de cinco hectáreas: Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Bélgica, Kuwait, Singapur y los Paises Bajos.

3 Un ejemplo en la diferenciación intraregional se refleja en los valores de Israel y los Territorios Ocupados de Palestina. Tratandose de espacios con similare características, las desigualdades en el acceso a recursos materiales muestran niveles de los más extremos. La biocapacidad en ambos territorios es casi la misma, de 0,3 en Israel y 0,2 en Palestina, pero mientras el primero, con una huella ecológica de 4,8, es el octavo país más deficitario del planeta, el mismo valor de consumo material para los Territorios Ocupados de Palestina es de 0,7, uno de los más bajos del mundo.

4 El cálculo oficial de la huella ecológica y la biocapacidad es llevado adelante por la Asamblea del País de Gales, el Estado de Australia del Sur, la ciudad de Cálgary en Canadá y los Emiratos Árabes Unidos (Global Footprint Network 2014).

5 El proyecto de la usina carboeléctrica en Río Turbio presenta serias limitaciones; por ejemplo, la disminución del volumen de carbón extraido de la mina por demoras en la ampliación de los túneles, las dificultades en la provisión de cal para asentar las cenizas, infraestructuras de transporte obsoletas o fuera de funcionamiento o las afectaciones previstas sobre el espacio del sur de la provincia de Santa Cruz que incluyen la generación de lluvias ácidas.

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Recepción: 11 de junio de 2014.
Aceptación:
14 de julio de 2014.
Publicado: 10 de diciembre de 2014.

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