Geograficando, 11(2), diciembre 2015. ISSN 2346-898X
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Geografía

 

ARTÍCULOS/ARTICLE

 

Manifestaciones sociales en ciudades españolas. El 15M y la resignificación del paisaje urbano

 

María Cristina Nin

Instituto de Geografía - Facultad de Ciencias Humanas
Universidad Nacional de La Pampa
ninmcristina@gmail.com
Argentina

 

Stella Maris Shmite

Instituto de Geografía - Facultad de Ciencias Humanas
Universidad Nacional de La Pampa
shmite_stella@yahoo.com.ar
Argentina

 

Cita sugerida: Nin, M.; Shmite, S, (2015). Manifestaciones sociales en ciudades españolas. El 15M y la resignificación del paisaje urbano. Geograficando, 11 (2). Recuperado de: http://www.geograficando.fahce.unlp.edu.ar/article/view/Geov11n02a04

 

Resumen
En este artículo se discute el espacio geográfico como producto social, el cual presenta una dialéctica entre la dimensión material y la dimensión simbólica. A través de las acciones de los sujetos sociales se configura un paisaje urbano caracterizado por la presencia ciudadana y la resignificación de los espacios públicos. El artículo es una reflexión en torno a la interpretación del proceso social que se gestó a partir de la crisis europea, con énfasis en el contexto español y el movimiento “Indignados”. Las emociones personales se canalizaron en las manifestaciones sociales colectivas, en las que los sujetos sociales expresaron en público los sentimientos que tenían guardados en su interior, producto de largos años de disconformidad con el debilitamiento del modelo social europeo. Finalmente, se esbozan ideas que reflejan una nueva trama político-institucional que muestran el puente entre las manifestaciones de los movimientos sociales y la transformación e institucionalización de las acciones.

Palabras clave: Espacio geográfico; Indignados; Movimientos sociales, Paisaje urbano; Procesos sociales.

 

Social movements in spanish cities. 15M and the redefinition of the urban landscape

 

Abstract
This article discusses the geographical space as a social product, which has a dialectic between the material dimension and the symbolic dimension. Through the actions of social subjects an urban landscape characterized by the presence of citizens and the redefinition of public spaces is configured. The article is a reflection on the interpretation of the social process that grew out of the European crisis, with emphasis on the Spanish context and the "Indignant ones" movement. Personal emotions were channeled in collective social manifestations, where social subjects publicly expressed sentiments that were stored inside, the product of long years of disagreement with the weakening of the European social model. Finally, ideas that reflect a new political and institutional frame showing the bridge between the manifestations of social movements and the transformation and institutionalization of the actions are outlined.

Keywords: Geographical space; Indignados; Social movements; Urban landscape; Social subjects

 

Introducción1

Los procesos geográficos son al mismo tiempo procesos sociales dado que las intencionalidades de los sujetos y las interacciones propias de los vínculos sociales resignifican los espacios públicos, transforman los paisajes urbanos y construyen espacios de representación política, producen territorios. La realidad actual en las diferentes escalas está acompañada de una transformación profunda del espacio geográfico. La revolución técnica de las comunicaciones transformó la organización del espacio geográfico y la percepción que los individuos tienen de su entorno, así como el modo de expresión pública de sus ideas, reclamos y disconformidades, a través de las manifestaciones sociales.

Desde la perspectiva de la geografía cultural, el espacio geográfico debe leerse como el espacio construido, y como tal, con toda la carga de percepciones, valores y sentimientos que la gente le imprime. Para comprender y explicar en clave cultural los procesos de construcción y deconstrucción de los movimientos sociales que se desarrollaron en España, se requiere la puesta en juego de conceptos, así como su resignificación. En este sentido, las ideas de espacio geográfico, paisaje urbano y espacio público constituyen categorías analíticas clave para explicar la materialización de las acciones sociales.

A partir del análisis crítico de diferentes fuentes, en este artículo se realiza una interpretación de la emergencia de los procesos sociales de resistencia que se expresaron en el paisaje urbano. Dichos procesos se manifestaron de modo complejo y con suficiente fuerza como para provocar cambios en el espacio público, transformándolo en un espacio de construcción política. El recorrido analítico muestra la respuesta social que dio origen a los espacios de movilización que surgieron a partir de 2011 en España. La exposición se organiza en dos apartados: el primero de ellos refiere a la territorialización urbana de las expresiones de los ciudadanos; y el segundo explica la incidencia de las emociones en la emergencia de los procesos de resistencia y su incipiente pasaje a las acciones políticas e institucionales.

1. Paisaje urbano y movimientos sociales

Para comprender estas transformaciones, resulta inevitable avanzar en la revisión de perspectivas y conceptos resignificados que permiten abordar las nuevas realidades. José Ortega Valcárcel (2004) sostiene que el

“espacio como producto social es un objeto complejo y polifacético: es lo que materialmente la sociedad crea y recrea, con una entidad física definida; es una representación social y es un proyecto, en el que operan individuos, grupos sociales, instituciones, relaciones sociales, con sus propias representaciones y proyectos”(Ortega Valcárcel, 2004: 33).

Por su parte, Renato Ortiz (1996) propone considerar el espacio como un conjunto de planos atravesados por procesos sociales diferenciados. Dejando a un lado los pares opuestos externo/interno, cercano/distante, inclusión/exclusión, es válido interpretar el espacio con líneas de fuerza transversales en tres dimensiones. Una primera línea de fuerza en la que se manifiestan las historias particulares de cada localidad; una segunda que se refiere a las historias nacionales, que atraviesan el plano local y lo redefinen y, por último, la dimensión de la mundialización, que atraviesa los planos anteriores, configurando historias diferenciadas. Esta interpretación permite caracterizar, simultáneamente, procesos de conjunción y de disyunción, orientados hacia la mirada de lo singular y lo diverso, respectivamente, y al mismo tiempo, habilita la interpretación de la multiescalaridad de los procesos sociales y económicos. En este sentido, Milton Santos (2000) expresa que mientras el orden global impone una racionalidad económica y social única, a escala local emergen respuestas marcadas por racionalidades específicas del lugar. De este modo, lo local se plasma en la escala cotidiana y en la trama de socializaciones que se teje a partir de los vínculos de vecindad y cooperación, de tensión y conflicto, siempre relacionados con las emociones y los sentimientos de sus protagonistas.

Las referencias al paisaje urbano nos remiten al conjunto de elementos que son objeto de interpretación, son la imagen externa de los procesos sociales que tienen lugar en el territorio. Como escribió Ortega Valcárcel, “(…) el paisaje responde a una percepción. […] Es la imagen que presenta el espacio en un área determinada que, como tal, permite distinguirla, individualizarla” (Ortega Valcárcel, 2000:351). De este modo, el paisaje se concibe como una categoría conceptual que permite analizar la realidad como totalidad al considerar la combinación de múltiples elementos, los del orden físico y los del orden social, así como el proceso histórico en el que se desarrollan.

El concepto de paisaje permite reelaborar los componentes visuales del espacio geográfico, el cual reúne particularidades que le dan singularidad geográfica. Este acento cultural e histórico conlleva, por un lado, una relación dialéctica medio-sociedad y por otro, una relación dialéctica espacio-temporal, dialéctica que Ortega Valcárcel explica del siguiente modo. El paisaje “(…) como producto cultural, aparece como un elemento histórico fruto de una secuencia temporal, en la que cada grupo o comunidad se vincula al medio a través de formas específicas de adaptación” (Ortega Valcárcel, 2000:288).Interpretado así, el concepto de paisaje deja su anterior referencia a las formas físicas y culturales del espacio y retorna transformado. Define, al mismo tiempo, los intereses, las contradicciones, las racionalidades y en definitiva, las manifestaciones visuales del poder en el espacio geográfico. Al respecto, es interesante destacar las ideas de Cosgrove, quien afirma que la interpretación

“(…) del paisaje como un proceso en el que las relaciones sociales y el mundo natural se constituyen mutuamente en la formación de escenas visibles, espacios vividos y territorios regulados, democratiza y politiza, lo que de otro modo, sería una exploración natural y descriptiva de morfologías físicas y culturales. Así pues se introducen en el estudio del paisaje cuestiones de formación de identidad, expresión, actuación e incluso conflicto” (Cosgrove, 2002:78).

1.1. La crisis económica y la manifestación en las ciudades

Las ciudades españolas fueron protagonistas destacadas de la crisis económica que se desarrolló desde 2008, debido a que se localizaron en ellas manifestaciones sociales de reivindicaciones democráticas y resistencia a las relaciones asimétricas de poder económico generadas en el contexto del capitalismo. Espacios contradictorios y paradójicos, en las ciudades se expresan las confrontaciones de los intereses de múltiples actores públicos y privados. Tal como expresa Ricardo Méndez (2011), las ciudades se convirtieron desde finales del siglo XX en espacios estratégicos donde tienen su sede las principales empresas, la prestación de servicios y producción del conocimiento, en el marco del avance tecnológico actual. Se constituyen en espacios de ejercicio del poder económico y político. En este contexto, y en el marco del actual proceso de globalización, las ciudades se convierten en espacio donde las resistencias locales se expresan y toman forma. En el caso español, se manifiestan contra el sistema e instituciones que no están respondiendo a los intereses democráticos que los ciudadanos pretenden. Los ciudadanos no se sienten representados por las Instituciones europeas y sus políticas neoliberales. Es posible que la incertidumbre generada a partir de la crisis actual estimule la búsqueda de soluciones, las cuales deberán estar enmarcadas en la democracia plena y en el respeto de los derechos ciudadanos, pero el camino aún no está marcado (Shmite y Nin, 2014).

Boaventura De Sousa Santos (2015) señala que desde el año 2011, a partir de la Primavera Árabe, comenzó un nuevo período revolucionario, en el que emergieron resistencias y en algunos casos alternativas. “Estas revueltas son críticas de las relaciones de poder y por eso nos instigan a repensar no solamente nuestras teorías, sino también nuestras prácticas” (De Sousa Santos, 2015:20). Para este autor, el capitalismo financiero ha impedido que la democracia sea verdaderamente representativa. Las protecciones sociales propias del modelo social europeo se deterioraron progresivamente en los últimos años del siglo XX y el Estado ya no tiene capacidad para afrontar las demandas sociales, y trastoca las políticas sociales y económicas que garantizaban una vida cotidiana segura para dar paso a la incertidumbre, la fragilidad y el malestar social. Los derechos sociales y los económicos, la educación y la salud pública se debilitaron con el proceso de privatizaciones, por lo tanto, la democracia real y participativa no pudo sostener los derechos sociales. Una de las consigna fue“¡Democracia real, Ya!”, que representaba una de las principales aspiraciones colectivas.

“Las revueltas de indignación implican luchas por la resignificación política y social de la democracia; luchas por desnaturalizar la semántica política liberal y forjar otros lenguajes democráticos. (…) Las luchas de los indignados recuperan esta noción de democracia no como método o técnica para la elección de cúpulas políticas, sino como conjunto de procesos y luchas que construyen poder popular y crean formas contra hegemónicas de política a su servicio, transformando, si es necesario, las relaciones y estructuras que impiden el ejercicio de la soberanía popular. No son tanto, luchas por conquistar el poder o beneficiarse de él, sino por invertirlo y socializarlo” (Aguiló, 2015: 64).

En este sentido, Zigmunt Bauman (2009) sostiene que existe un sentimiento generalizado de inestabilidad social e individual. Para describir esta situación de enorme complejidad, el autor utiliza tres palabras: incertidumbre, inseguridad y vulnerabilidad, aunque esta última también se podría definir como “precariedad”. Esta situación, en el contexto del sistema capitalista actual, produce una fractura social y política que está afectando a la Unión Europea y como consecuencia, surgen las protestas sociales. La vulnerabilidad del Estado se hace visible en el interior de la Unión Europea (UE) y tiene que ver con el grado de confianza que los ciudadanos depositaron en las instituciones.

De acuerdo con Bauman, el Estado de Bienestar o “Estado Social” es el resultado de una larga trayectoria de democracia y aplicación de normas institucionales que hoy aparece debilitada. El modelo social europeo aseguraba la defensa de los ciudadanos y los protegía frente a la exclusión. La competencia del mercado y las condiciones laborales actuales son una fuente de incertidumbre e inseguridad que los afecta. Una parte de los ciudadanos europeos sienten la amenaza de ser excluidos del sistema económico y perder su dignidad. Los trabajadores más vulnerables se localizan en los territorios más vulnerables. Esto es así porque se produjo un desarrollo geográfico desigual de la crisis. Según David Harvey, los ciudadanos sufren penurias en Grecia a causa de la política de austeridad impuesta por el poder político económico capitalista, cuyos intereses principales están localizados en Alemania y en el norte de Europa. Esta geografía desigual de la crisis no cambiará en el corto plazo (Harvey, 2013) y también existen diferencias entre las distintas expresiones de protestas, según sostiene Étienne Balibar,

“(…) por ahora, sin embargo, los movimientos sociales a menudo operan con una perspectiva nacional. Los únicos que se han planteado el problema de construir un espacio público europeo de acción política han sido los indignados españoles, que exigen tanto poner fin a la dictadura de los mercados como la necesaria democratización de la vida pública. (…) Los indignados españoles son sin dudas un movimiento social. Tienen sus raíces en el territorio, han desarrollado sus propias instituciones, han definido reglas para la toma de decisiones y, por último, han planteado con fuerza el nudo de las relaciones sociales de producción” (Balibar, 2011: 3).

1.2. Los “indignados” y la resignificación del espacio público

El movimiento “Indignados”i, también denominado “15M”, comenzó siendo una manifestación basada en consignas básicas como “¡Democracia Real, Ya!” y “Juventud sin Futuro”. La primera consigna “resume el sentimiento general de repudio a una connivencia entre poder político y poder económico, cuya expresión más flagrante es la corrupción” (Guillén, 2015: 44). La segunda consigna tiene sus orígenes en un movimiento estudiantil, pero cuando se suma a la Plaza del Sol, sus reivindicaciones no se limitan a los egresados universitarios sino que “intentan concernir a sectores más amplios, como testimonia su eslogan: Sin vivienda, sin trabajo, sin jubilación. Sin miedo” (Guillén, 2015: 45).Los ciudadanos se dieron cita en las calles de Madrid y confluyeron en la Plaza del Sol el domingo 15 de mayo de 2011 como una protesta espontánea convocada a través de las redes sociales, que terminó en grandes acampadas en las principales plazas de varias ciudades españolas. En Madrid, Barcelona, Valencia, Pamplona, Sevilla, Bilbao, entre otras, las plazas fueron ocupadas y se convirtieron en la expresión territorial de la indignación de los ciudadanos. La Puerta del Sol en Madrid se transformó en el símbolo de resistencia (Roitman Rosenmann, 2012). Esta territorialización de las manifestaciones sociales transformó durante un tiempo el paisaje urbano.

Este movimiento se apropió de las plazas y convirtió estos espacios públicos en escenarios simbólicos que ponían en tensión las representaciones del espacio por parte del poder. La conjunción espacio-temporal fue también un rasgo destacado: por un lado, ocupar el espacio público con el propósito de desarrollar debates asamblearios y expresar las críticas al sistema, y por otra parte, sostenerla toma del espacio público en el tiempo. En las primeras semanas, el 15M se destacó por la ocupación del espacio público; sin embargo, con el transcurso de los días, las acampadas se transformaron en el escenario de la construcción social y política que otorgó potencia a los contenidos de la protesta.

“La acampada pasó a representar uno de los vectores de reivindicación política del movimiento: la práctica de la democracia directa en el espacio público, el derecho al debate público sin mediaciones y la auto organización ciudadana de los recursos comunes en la ciudad” (Martínez y García, 2015: 165).

Bajo el lema “Tomar la calle” se expresaba una característica clave del movimiento: la intención de permanecer en el espacio público. Los “indignados” desafiaron a la legislación y a las autoridades, lo que dio lugar a una construcción colectiva de un paisaje urbano único, que resultó ser su rasgo de identidad (Espinar Merino, 2015). Los sujetos se auto convocaban a permanecer juntos, con la posibilidad de recrear el vínculo social e intentar superar el contexto de individualismo y fragmentación social, propio de los tiempos precedentes. Tal como expresa Arribas Lozano (2015), los sujetos activaron una red de vínculos con la intención de reencontrarse, reapropiarse del espacio público y construir en conjunto una nueva ciudadanía. Otra característica fue la heterogeneidad social e ideológica expresada en la circulación de las múltiples voces, que transformó el espacio público en un lugar de deliberación permanente de las ideas democráticas. Las palabras, las emociones, las pasiones, los intereses y el entusiasmo circulaban y transmitían el propósito de pensar un futuro con esperanza, pero además construyendo un presente diferente. El 15M fue “un espacio abierto de encuentro, movilización y politización, lo social en movimiento más que un movimiento social” (Arribas Lozano, 2015:157).

Tanto en la Puerta del Sol como en las calles y espacios públicos cercanos, los manifestantes y las asambleas ciudadanas que se desarrollaron durante cuatro semanas convivieron con los comerciantes del lugar, los turistas, las galerías comerciales, los bares y también con los peatones que recorrían circunstancialmente las calles y plazas, asombrados por la transformación del paisaje urbano. Caminar unas pocas cuadras era suficiente para dejar atrás lo que los medios de comunicación bautizaron rápidamente “la revolución española” (Guillén, 2015: 43) e ingresar a la ciudad cotidiana, donde el comercio y la circulación de vehículos y peatones retomaban la normalidad.

2. Incidencia de las emociones en las relaciones sociales

El espacio geográfico puede concebirse como un escenario donde los distintos actores a través de sus intencionalidades e intereses ejercen poder, valorizan el territorio y hacen visible “el sentido que le dan los seres humanos a los decorados que los rodean y que, en gran medida, han construido” (Claval, 2002:38). Esto permite acercar la mirada a las creencias, sentimientos y valores que articulan la vida de la sociedad. Comprender la dialéctica material y simbólica expresada en el territorio habilita la interpretación de las dimensiones de los procesos sociales y sus manifestaciones en el espacio geográfico.

En cuanto al paisaje urbano, éste es en primer lugar una creación cultural. Las personas inscriben sobre él las representaciones y significaciones que les pertenecen, de modo que dicho paisaje puede ser leído como texto. En una época en que la cultura se aborda en términos de comunicación e información, el paisaje retiene la atención porque sirve de soporte a las representaciones del mundo material y expresa las emociones y sentimientos de los sujetos. En este sentido, Denis Cosgrove sostiene que el “paisaje es la expresión más significativa del intento histórico de reunir imagen visual y mundo material y es en gran medida el resultado de ese proceso” (Cosgrove, 2002:71).

El paisaje urbano construido en las ciudades españolas durante el desarrollo de movimiento 15M puede analizarse desde tres dimensiones: las acciones de los sujetos, la trama de sentido que articuló las acciones de los sujetos y las formas espaciales que adquirieron dichas acciones. La trama de la subjetividad urbana entrelaza las prácticas de los ciudadanos con el sentido de sus acciones y con las formas espaciales que se plasman en el paisaje urbano (Lindón, 2010). El movimiento “Indignados” impulsó la construcción de un paisaje híbrido entre lo virtual y el espacio público real. Sin un líder destacado en la primera etapa, pero mediante una organización democrática de asambleas en las que se discutían las ideas y los reclamos que circulan en las redes, la permanencia en el espacio público era vital para los manifestantes: “(…) los movimientos sociales tienen que labrarse un nuevo espacio público que no se limite a Internet sino que se haga visible en los lugares donde se desarrolla la vida social” (Castells, 2012:27). Por esta razón, los ciudadanos ocuparon espacios de valor simbólico (plazas y edificios) que representan un rol destacado en el proceso histórico de construcción urbana a escala local. En esos mismos espacios se expresaban la convivencia, la confianza, los sentimientos y las emociones. Tal como expresa Dominique Moisi, las emociones reflejan el grado de confianza de una sociedad en sí misma y en las instituciones, y por su parte esto determina la capacidad de una sociedad para recuperarse de una crisis, responder a los nuevos desafíos y adaptarse a contextos cambiantes. “Pero la actual desilusión frente a las democracias occidentales es nueva, dolorosamente real y creciente” (Moisi, 2009: 144). De este modo, el espacio público se reconfigura con un sentido de unidad social, se reconstruye y esto es, sin dudas, la marca identitaria de este movimiento.

A partir de la última década del siglo XX, los problemas económicos se acrecentaron en los distintos Estados de la UE. Para los ciudadanos, los problemas financieros, incluso los problemas cotidianos, se convirtieron en sensaciones que expresaban el miedo al fin del Estado de Bienestar. En este sentido, Manuel Castells expresa:

“Si los orígenes de los movimientos sociales se encuentran en las emociones de los individuos y en sus interconexiones a partir de la empatía cognitiva, ¿cuál es el papel de las ideas, ideologías y propuestas programáticas consideradas tradicionalmente como la materia de la que está hecho el cambio social? En realidad son materiales indispensables para el paso de la acción impulsada por las emociones a la deliberación y la construcción de proyectos. (…) Cuanto más se generen ideas dentro del movimiento a partir de la experiencia de sus participantes, más representativo, entusiasta y prometedor será aquél, y viceversa” (Castells, 2012: 32).

Los movimientos sociales se originan por emociones derivadas de los acontecimientos socioeconómicos que impulsaron las acciones colectivas y estas desafiaron el poder de las instituciones del Estado, a pesar del peligro que suponen sus acciones. Estos movimientos son extra institucionales, están fuera de las instituciones. “Por eso la respuesta extra o anti institucional de los movimientos y revueltas es una respuesta desde abajo al hecho de que hay una violación de la institucionalidad desde arriba” (De Sousa Santos, 2015: 25). Las manifestaciones de indignación frente al sistema llevaron a la emergencia en el espacio público de las contradicciones entre los ideales (neo) liberales y la realidad cotidiana. Se generó un cuestionamiento a la legitimidad de las instituciones representativas de los ciudadanos, que desencadenó la construcción de un nuevo sentido político de la democracia.

Tal como sostiene Antoni Aguiló (2015), surgieron en este contexto “nuevos sujetos colectivos, espacios públicos contra hegemónicos y han puesto en marcha ejercicios de poder popular desde abajo” (Aguiló, 2015: 70). El análisis realizado permite afirmar que con la emergencia del “15M”, cuando los ciudadanos resignificaron el espacio público transformando el paisaje urbano en un espacio de socialización y reivindicación democrática, se instauró un reclamo reformista del orden público que permitió el salto al plano institucional. La emergencia de protagonistas políticos que formaron parte del movimiento antiglobalización que agitó la historia de principios del siglo XXI fue el antecedente de las protestas del año 2011, protagonistas que actualmente lograron ocupar un lugar en el tablero político electoral: “Tres años después de la ocupación pacífica de la Puerta del Sol de Madrid, Pablo Iglesias decidió encabezar el salto de la protesta callejera a las instituciones” (Rivero, 2015:13).

Reflexiones finales

El 15 de mayo de 2011, cuando ciudadanos españoles ocuparon la plaza de Madrid (Puerta del Sol), se inició una protesta contra el modelo neoliberal y las consecuencias sociales que se reflejaban en una alta tasa de desocupación, pérdida de derechos sociales, embargos de viviendas por hipotecas impagas, entre otros aspectos. El rasgo particular fue la persistencia de las protestas durante unas semanas en el espacio público. Este es el origen del movimiento de “indignados” o 15M. Un mes después, tras el desmantelamiento de la ocupación de las plazas, las acciones continuaron con manifestaciones y marchas, protestas y asambleas populares que se realizaban en los barrios de las ciudades, lo que dio continuidad al movimiento que comenzó en la Puerta del Sol. A largo plazo, el movimiento significó el despertar político y la expresión social de un movimiento con una forma de organización y funcionamiento particular, que se expresó territorialmente en el paisaje urbano de Madrid y de otras ciudades de España.

Los espacios públicos con lugares de circulación y encuentro (calles) y espacios de socialización e intercambio (plazas) resultaron resignificados durante el desarrollo de los movimientos sociales denominados 15M o “movimientos de indignación” frente a la crisis económica. Del modelo de ciudad neoliberal, con lugares planificados para el ocio, para el comercio y para la circulación (centros comerciales, peatonales) se pasó a la configuración de un nuevo espacio público; más bien, una resignificación de los espacios públicos, especialmente las plazas de las ciudades españolas. El movimiento “Indignados” propuso una ruptura del estatus institucional vigente y construyó un espacio público de debate, espacio que se sostuvo en el tiempo (durante unos meses) y derivó en la oportunidad de provocar una ruptura del orden democrático vigente. De este modo, se transitó desde las transformaciones del paisaje urbano durante la emergencia de las acampadas hacia la construcción de reivindicaciones democráticas y la proyección política del movimiento social.

El nuevo paisaje urbano que se construyó durante las manifestaciones sociales reconfiguró el contexto político y demostró que los sentimientos e intereses de los sujetos sociales abrieron una transición hacia un nuevo orden político. La particularidad de este proceso social radica en que los sujetos que lo protagonizaron creyeron en la recuperación de derechos sociales y económicos –salud, educación, seguridad social, transporte público, vivienda, entre otros– que en décadas anteriores les otorgaron contenido social a la democracia y al modelo social europeo. El movimiento fue heterogéneo, surgió y se consolidó a partir del uso de las redes sociales, y como rasgo destacado tuvo la capacidad de hacer visible el malestar de los ciudadanos. Expresión social, organización de asambleas, discusión, críticas al sistema vigente, entre otras, fueron las acciones que expresaron una disconformidad frente al modelo político e institucional, desafiaron las normas ocupando el espacio público y lograron proyectar las ideas en el campo de la política ciudadana.

Las plazas y calles se transformaron en el escenario de la protesta, en el lugar donde los sujetos se apropiaron del espacio y lo resignificaron, lo transformaron en el escenario de construcción del propio movimiento social. Acorde con el modelo democrático, las demandas del 15M se canalizaron en el marco de la aplicación de principios democráticos (asambleas participativas, discusiones plenarias con ejes temáticos, convivencia), con reivindicaciones legítimas y con una proyección política. El desarrollo de este proceso puso en evidencia lo que los sujetos sienten, piensan y expresan. Las manifestaciones sociales en las ciudades españolas demostraron que las emociones de los ciudadanos importan. Pusieron en juego las actitudes e ideas de los sujetos, impulsaron interrelaciones y fortalecieron los vínculos personales y virtuales. Y lo más significativo fue que lograron visibilizar e instalar en la opinión pública sus propuestas, y como consecuencia, los dirigentes políticos de cada ciudad ya no pudieron ignorarlas. En este sentido, el paisaje urbano fue el escenario donde se expresaron los derechos ciudadanos, las demandas de dignidad, y en definitiva, fue el lugar de expresión de los deseos y los reclamos de dignidad.

Cabe preguntarse si el movimiento político que logró trascender las fronteras del espacio público de las ciudades españolas y que se inició con una marcada heterogeneidad ideológica, podrá transformarse en una oportunidad histórica para lograr mayor cohesión social y, de este modo, transformar los reclamos de la ciudadanía “indignada” en intervención y acción política. Por su parte, ¿será posible la transferencia de este proceso a otros países europeos y extra europeos? También se puede plantear si estas expresiones sociales y territoriales de los ciudadanos están gestando la toma de conciencia necesaria para reconstruir instituciones que tengan la capacidad de trabajar en pos de los derechos de los ciudadanos.

 
Notas

1 Este artículo pertenece al Proyecto Territorios dinámicos, tramas complejas. Deconstruyendo las relaciones de poder, los actores y las tensiones en diferentes escalasen el marco del Programa de Investigación “Contextos territoriales contemporáneos: abordajes desde la geografía”, aprobado por Resolución N° 093-14 - CD - FCH - UNLPam.

i Esta denominación se inspiró en el libro ¡Indígnate! Un alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica, escrito por Stéphane Hessel y publicado en 2011. Hessel fue miembro de la Resistencia francesa y el único redactor aún vivo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. El autor convoca a realizar un movimiento pacífico, a rebelarse, a perder la actitud de indiferencia para comprometerse con las causas sociales y salvar los valores democráticos. De Sousa Santos, por su parte, indica que “el concepto de indignación remite a Spinoza (1999: 2019) que en su libro Ética la define como `odio hacia aquello que ha mal a otro´, concibiéndola como una pasión política movilizadora que puede llevar a rebelarse contra el mal hecho a otro y contra quien lo ha cometido” (Aguiló 2015:62).

 
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Fecha de recepción: 14 de agosto de 20415
Fecha de aprobación: 23 de octubre de 2015
Fecha de publicación: 18 de diciembre de 2015

 

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