Geograficando, vol. 12, nº 1, e006, junio 2016. ISSN 2346-898X
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Geografía

 

ARTÍCULOS/ARTICLES

 

¿Esperando a los bárbaros? la invención del (nos) otro (s) en la literatura de J. M. Coetzee

 

Juan Cruz Margueliche

Facultad de Humanidades y Ciencias de La Educación.
Universidad Nacional de La Plata.
jcruzmargueliche@gmail.com
Argentina

 

Cita sugerida: Margueliche, J. C. (2016). ¿Esperando a los bárbaros? la invención del (nos) otro (s) en la literatura de J. M. Coetzee. Geograficando, 12 (1), e006. Recuperado de http://www.geograficando.fahce.unlp.edu.ar/article/view/Geov12n01a06

 

Resumen
J. M. Coetzee es uno de los más importantes escritores sudafricanos. Ximena Picallo Visconti contextualiza al autor y sus obras en el marco de un cambio político cuyos basamentos fueron el postapartheid sudafricano y la desarticulación de un discurso dominante sedimentado durante mucho tiempo. En Sudáfrica, los procesos de identificación están plagados de intersticios y negociaciones (muchas veces dispares) en la búsqueda y construcción de significados (Picallo Visconti, 2007). La mirada de Coetzee nos impulsa como lectores a un proceso de deconstrucción y de cuestionamiento constante, superando las construcciones ancladas del eurocentrismo ejercidas por la práctica del colonialismo y por el sistema segregacionista del apartheid. Por ello, este trabajo indagará sobre la mirada del autor, intentando acercar algunas lógicas de su obra respecto de la invención de un “Otro”. Se trabajará sobre la novela Esperando a los bárbaros, en la que otro y espacio se tensionan para poner al lector en una disyuntiva superadora, en la cual quizás nosotros (el imperio) seamos los que nos encontramos fuera del muro.

Palabras clave: Otro; Territorio; Fronteras.

 

Waiting For The Barbarians? The Invention Of The (US) Other (S) In The Literature Of Jm Coetzee

 

Abstract
J.M. Coetzee is one of the most important South African writers. The role of his writing is seen as an ongoing process of political and historical intervention. The author Ximena Picallo Visconti contextualizes the author and his works in the context of a political change whose foundations were the South African post apartheid and the dismantling of a dominant discourse settled for long. In South Africa, the identification processes are riddled with gaps and negotiations (often disparate) in finding and making meaning (Picallo Visconti, 2007). Coetzee's view drives the readers to a process of deconstruction and constant questioning, beating the anchored eurocentrism constructions exerted by the practice of colonialism and by the segregationist apartheid system. Therefore, this paper will inquire about the view of the author, trying to bring some logic of his work in relation to the invention of an "Other". We will work on the novel "Waiting for the Barbarians", where "Other and space" are stressed, to put the reader in a groundbreaking dilemma, where maybe we (the rule) are the ones who are outside the wall.

Keywords: Other; Territory; Borders

 

 

Introducción

Desde un primer momento, el pensamiento ilustrado de Occidente se autoposicionó como fuente inagotable de conocimiento universal. Por consiguiente, se consideró a todo aquello que fuera “No Occidental” (que recibía diferentes nombres: “mundo antiguo”, “mundo en vías de desarrollo”, “Sur Global”) como una fuente de datos sin procesar (Jean Comaroff y John Comaroff, 2013). Como señalan autores del sur como Chatterjee (1997), la teoría euro-norteamericana a menudo sucumbió a la tendencia de tratar la modernidad como si fuera indisociable del surgimiento de la razón ilustrada. En su conjunto, supieron inspirar una misión europea que buscó “emancipar” a la humanidad de su incivil prehistoria, de una vida dominada por la hechicería, el encantamiento y la entropía. Desde la perspectiva occidental, el resto del mundo (el no occidental) queda al margen de la modernidad; es un margen que requiere traducción, mutación, conversión y comprensión. 1

J. Comaroff y J. Comaroff (2013) sostienen que tenemos dos instancias diferentes en los que encontramos esa “exterioridad”. Una de ellas es la literaria. En la novela de Elizabeth Costello, la cual transcurre en un crucero llamado “Northern Ligths” (“Luces del norte”) se destaca el diálogo que sostienen un escritor nigeriano y Elizabeth Costello (novelista australiana). “¿Cómo podríamos explorar un mundo en toda su profundidad?”, le pregunta Costello al hombre, “si al mismo tiempo hay que andar explicándoselo a los extranjeros”. En este diálogo, podemos ver que el mundo es desconocido para ambos personajes. Por un lado, para el europeo que lo desconoce pero dice poder conocerlo (que es diferente a querer descubrirlo), y por otro lado, el nativo, al cual hay que explicarle su propio mundo De esta manera, sería un desconocido en su propio territorio, y la presencia del europeo se hace imprescindible.

La otra instancia es la de corte académico y tiene que ver con la producción de las ciencias sociales desde el sur. Para Chakrabarty, el historicismo ofrece a las sociedades no occidentales una única trayectoria a seguir en caso de que quieran ser reconocidas como parte de la historia humana en general. Por lo cual propone hablar de una historiografía subalternista, la cual supone una separación relativa de la historia del poder desde cualquier historia universalista del capital, una crítica de la forma de la nación y una interrogación de las relaciones entre poder y conocimiento. Homi Bhabha (2002) plantea desplazar el proyecto de producción de teoría hacia un lugar “excéntrico”, con el propósito de capturar la energía inquieta y re-visionaria proveniente de los espacios más distantes de la población planetaria, cuyas genealogías no se remontan directamente hasta la Ilustración europea sino que sus modos de aprehender el mundo ponen de manifiesto sus diferencias: una visión periférica 2 (Bhabha, 2003). El geógrafo crítico Carlos Walter Porto Goncalves (2009) propone problematizar la relación entre saberes y territorios, a partir de desestimar el carácter unidireccional que los europeos impusieron y de reconocer nuevos lugares de enunciación. Por lo tanto, tenemos dos caminos para seguir. Por un lado, reconocer esa “ajenidad” que nos propone identificarla y decodificarla con otras herramientas; y por otro, el distanciamiento, no sólo para establecer lo extraño sino también para volver lo extraño como lo establecido.

Literatura y espacio

Las autoras Ximena Picallo Visconti y Silvia Araújo 3 sostienen que en la actualidad se advierte un creciente interés por el tratamiento del espacio en los textos literarios, que cuestiona y trasciende la clásica premisa de que éste es una forma secundaria y meramente instrumental de soporte de la acción. Aclaran que el espacio literario es un espacio verbal: una construcción mental derivada de las imágenes que suscitan las palabras. Recién en el siglo XX la categoría de espacio en la literatura comienza lentamente a ser problematizada hasta culminar, en la actualidad, en el “giro espacial” (Picallo Visconti y Araújo, 2013).

Las autoras resumen las principales premisas de la concepción del espacio en el marco de este denominado “giro espacial”:

- Interpretar el espacio y la espacialidad interdisciplinarmente.

- Considerar que los espacios son constructos sociales, culturales y discursivos.

- Priorizar la categoría de lugar frente a la de espacio, en tanto aquella se refiere a los espacios que se vuelven significativos por la acción humana y se transforman en lugares de la historia y de la identidad.

Espacio y literatura

En mi artículo “La lectura de la ciudad a través de la literatura” 4, publicado en el 2014, desarrollo con mayor profundidad la relación entre la geografía y la literatura. En este trabajo, sólo plantearé algunos elementos destacados de esa relación. Para empezar, la herencia literaria de la geografía se puede remontar hasta la geografía de los griegos. Los geógrafos de la Antigüedad hacían mucha referencia a la filosofía o la mitología y a la literatura. En esos momentos, la literatura se inscribía en el ámbito de la naturaleza y del cosmos. Pero en las primeras décadas el siglo XIX la figura de Alexander von Humboldt viene a proponer que la literatura es la única capaz de exponer el sentimiento de la naturaleza. De esta manera, la literatura es considerada como una fuente de imaginación científica, de estimulación intelectual, capaz de despertar deseos, de influir en los gustos y de incitar a la acción. Otro autor, Eric Dardel (1952), influye en el enfoque de la ola geo-literaria. Para él, la geografía debe mantenerse en la encrucijada de dos mundos: el físico y el humano. Michel Chevalier (2001), en su ensayo Geografía y literatura, profundiza en dos aspectos. Por un lado, la influencia del medio geográfico en la formación de la personalidad del escritor; por otro, los elementos geográficos que se hallan presentes en la literatura. Brosseau pone de manifiesto que la geografía durante mucho tiempo ha privilegiado la percepción visual (saber - ver), mientras que los ruidos, los olores y el gusto no se tomaron en cuenta. Al usar como ejemplo El perfume de Patrick Süskind (1985), demuestra que la literatura restituye los olores de los barrios, de las calles, de las plazas, etc. La geografía notó que el solo análisis de las formas materiales no podría dar cuenta de manera adecuada de la realidad de la ciudad (Racine, 2004).Por último, la geografía ha tomado de la literatura herramientas, conceptos y teorías para desarrollar una mirada crítica sobre el territorio. Miguel Ángel Silva (2012) nos recuerda cómo El Aleph de Jorge Luis Borges le sirvió de base al geógrafo norteamericano Edward Soja para su teoría del Tercer Espacio (la trialéctica espacial).

La literatura africana en el dilema hamletiano

Con la expansión de Europa a nivel planetario a partir del siglo XVI, los ideólogos europeos produjeron innumerables escritos con la intención de legitimar la apropiación de los recursos y explotación de los pueblos extra-europeos (Cagni, 2009). Pero no sólo de viajeros, comerciantes y misioneros se nutría el acercamiento hacia las colonias. Empiezan a aparecer escritores que presentan a África como una “otredad”, en la que la tierra primitiva, hostil y arrebatadora de conciencia y de racionalidad podía enloquecer al hombre civilizado.

Desde el proceso colonial pasando por las obras literarias europeas, la mirada hacia África ha estado teñida por la construcción deformada de la realidad del continente negro. Un discurso impuesto y carente de compromiso con su realidad, cuyo objetivo fue someter al continente, afirmando la incapacidad de autogobierno, producto de su salvajismo y barbarie. La obra de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas (1902) aborda la condición del africano desde estereotipos coloniales.

“No eran inhumanos. Bueno, ya saben, eso era lo peor de todo, la sospecha de que no eran inhumanos. Nos llegaría de a poco. Daban alaridos y volteretas, brincaban, y creaban muecas horrorosas; pero lo que más estremecía era precisamente la idea de su humanidad” (Conrad 51902: 69)

En cambio, Chinua Achebe, considerado el padre de la literatura africana moderna y principal referente de los estudios poscoloniales, con su obra “Todo se desmorona” (1958) desarrolla una literatura reivindicativa y de plataforma política. Por un lado, se propone recuperar la confianza y autoestima del africano, y por el otro mostrar al mundo la riqueza de su cultura. Su narración, a través del personaje Okonkwo 6, nos adentra en la vida de este personaje, la cotidianeidad, la danza, la relación con el otro, la construcción territorial, la cohesión social y el valor del trabajo comunal. Esta obra es interesante porque narra la vida pre-colonial hasta la llegada de los europeos; el título “Todo se desmorona” hace alusión al desmembramiento de la organización sociopolítica de la comunidad africana, y con ello su forma de vivir y pensar.

“Se acercaba la Fiesta del Ñame Nuevo y Umuofia estaba de talante festivo. Era una celebración para dar gracias a Ani, la diosa de la tierra y la fuente de toda fertilidad. Ani desempeñaba un papel más importante en la vida de las personas que cualquier otra deidad. Era el juez final de la moralidad y la conducta. Y se hallaba además en comunión íntima con los padres difuntos del clan cuyos cuerpos habían sido encomendados a la tierra.

La Fiesta del Ñame Nuevo se celebraba todos los años antes de empezar la recolección, para honrar a la diosa de la tierra y a los espíritus ancestrales del clan” (Achebe 7, 1958: 53).

En el fragmento anterior podemos ver en la cotidianeidad africana la relación comunal, el conocimiento de las temporalidades y el valor dado a la naturaleza, claramente distanciada de la imposición de la ecocracia y el colonialismo ambiental.

El pensamiento europeo de la modernidad invirtió ingentes energías en presentar a África y a los africanos como el punto más bajo de la condición humana, estrictamente en el límite entre lo humano y lo animal.

Eduardo D. Valdés (2011) realiza un trabajo interesante en el que recorre el pensamiento africano de la región. El pensamiento africano subsahariano se ha desarrollado en las últimas décadas y ello debe ser entendido en varios sentidos: crecimiento de la producción, diversificación, aumento explosivo de la institucionalidad intelectual y consolidación de agentes étnicos, genéricos, disciplinarios que generan pensamiento. Valdés entiende el pensamiento subsahariano como parte del pensamiento periférico. Se entiende por el pensamiento periférico el que se produce en algunos intelectuales que piensan en relación con el centro y que, a grosso modo, se mueven en la disyuntiva “ser-como-el-centro vs ser-nosotros-mismos”. Una de las más importantes tareas emprendidas por los intelectuales periféricos ha sido su reivindicación respecto de las descalificaciones sufridas como consecuencia del discurso del centro. El primer libro publicado por un africano con el explícito propósito de reivindicar a la raza negra fue el de Jaimes A. Horton, Países y pueblos del África Occidental. Una reivindicación de la raza africana, de 1968. Horton apuntaba a mostrar que una serie de características atribuidas a la raza negra, de tipo biológico o cultural, no son reales. Organiza su discurso para refutar a los antropólogos que no son capaces de ver África con calma, quietud y mente desprejuiciada. Empieza su libro señalando que pretende probar la capacidad del africano para tener un gobierno político real e independencia nacional, afirmación que lo ubica como uno de los primeros en plantear también la cuestión del Estado-nación.

Por ello, la literatura y las producciones académicas se han debatido en esta disyuntiva hamletiana: ser o no ser. Ser como el centro (euro-norteamericano) o ser nosotros mismos (Afrocentrismo). En cambio, Jean-Bosco Botsho planteaba en una conferencia el deber de la reconciliación en África. Sostenía que su continente se parece a un río alimentado por las aguas de tres regímenes diferentes: la tradición, Occidente (en particular Europa) y el medio divino (Alá, Dios, Nzambe, Nkulu, etc.). Para el autor, el desarrollo (por no decir la felicidad) dependerá de la capacidad de reconciliarse con los elementos mencionados: tradición, Europa y Dios. Se llegará así a un cuarto elemento: África y su propia reconciliación. Este desafío está en manos de los africanos, como otros tantos que deben afrontar o al menos proponerse (Patronelli y Margueliche, 2014).

¿El tercero en discordia?

“El cambio social y político que se dibuja en la Sudáfrica del postapartheid necesita ser pensado, también, desde y con la literatura. Y más específicamente desde el vértice de la escritura blanca, como una de las contribuciones a este cambio. La escena literaria sudafricana ha variado significativamente desde unos años a esta parte, presentándonos nuevos retos no sólo para la imaginación sino también a la hora de analizar la construcción y representación de identidades en constante negociación” (Picallo Visconti, 2007:1).

Si bien este trabajo no se enfoca en el contexto de Sudáfrica, las palabras citadas de Picallo Visconti nos permiten entender el rol de la literatura en escenarios de tensiones políticas y lógicas de poder que juegan un rol preponderante (a veces, pareciera de forma permanente) en la construcción de relaciones asimétricas que se respiran en toda la atmósfera de la esfera social. La figura de Coetzee aparece como una instancia superadora de la mirada de Conrad antes presentadas, que busca más allá de lógicas antagónicas de poder entre Occidente y África. Como plantea Picallo Visconti, Coetzee nos invita a reexaminar no sólo el panorama de la literatura (sudafricana) sino también el papel de la escritura y del escritor (como sujeto político) como un proceso de constante intervención política e histórica. La autora prosigue diciendo que su literatura (considerada literatura blanca) se convierte en un espacio diverso y polifónico, en el que se descentra la representación clásica del sujeto marginal y se le otorga un nuevo espacio. Por lo tanto, la elección de Coetzee para este trabajo queda sintetizada en la siguiente frase:

“La polifonía literaria sudafricana, celebrada en su ficción, representa el espacio político democrático que concilia la construcción de identidades plurales, diferidas e inestables que permiten indefinir fronteras y pensar una Nación singular dentro de la pluralidad” (Picallo Visconti, 2007: 7).

El aporte de Coetzee nos propone salir de los antagonismos para sumergirnos en aguas profundas y turbulentas que buscan una mirada de fronteras sin muros que inevitablemente nos ponen ante la mirada del/os otro/s y de nosotros mismos.

Conociendo y leyendo a Coetzee: su contexto de emergencia

Los comienzos de una literatura en Sudáfrica pueden ligarse a dos procesos históricos: el enfrentamiento contra los holandeses y el enfrentamiento contra los británicos 8. La reacción de los afrikáner fue un proceso ligado a la construcción de una nación a partir de las palabras: el lenguaje, la literatura y la identidad étnica fueron incluidos en una retórica populista y liberadora contra ingleses y holandeses. El lenguaje (propio) fue central, ya que unía y daba sustancia a los enfrentamientos contra la “anglinización” (Picallo Visconti, 2007).

Picallo Visconti distingue los siguientes momentos históricos en Sudáfrica con sus respectivos escritores emergentes. En el período de entreguerras aparecen escritores como Pauline Smith, Thomas Mofolo y el poeta Zulú Benedict Wallet Vilakazi, entre otros autores, que van configurando una literatura con sesgo anticolonialista. En 1950 aparecen autores en el marco de la literatura antiapartheid. Esta literatura surge desde un proyecto exclusionista pero que inevitablemente necesitó de un proceso de negación y oposición para constituirse en un espacio de resistencia (Picallo Visconti, 2007). A partir de este contexto de cambio político (transición a la democracia), el postapartheid y la desarticulación del discurso dominante, podemos presentar a J. M. Coetzee.

La estrategia de este ensayista y autor de ficción (Picallo Visconti, 2007) es estimular al lector a través de una escritura abierta, deconstructiva que le permita (y nos permita) cuestionar el mundo, más que entregarnos respuestas prefijadas. Sentimos todo el tiempo que tenemos en nuestras manos la decisión de pensar otras salidas y otras respuestas. La autora prosigue explicándonos el uso del procedimiento de “dialogización”, recurso literario que provoca en el lector preguntas como “¿Quién habla?” y “¿Desde qué posición/es?”.

Su narrativa contiene una idea de nación que incorpora tensiones y contradicciones que une espacios y sus procesos sociales, y cuestiona la literatura que se limita sólo a definir e indicar, en vez de transitar un camino de búsqueda y reconciliación (Picallo Visconti, 2007).

Territorio/s, frontera/s y la invención del Nos (otros)

Este artículo no busca realizar un desarrollo teórico y conceptual sobre la definición de nociones en términos aislados. Simplemente, se intenta posicionar estos tres conceptos de manera articulada, como conceptos configuradores de escenario de poder que imprimen su lógica en el espacio y de esta manera reparten funciones a sus actores y dejan posiciones establecidas sobre el territorio. Como diría Porto Goncalves (2001), las territorialidades “están instituidas por los sujetos sociales en situaciones históricamente determinadas que condicionan los caminos posibles” (en Tobío, 2012: 23). Omar Tobío (2012) plantea que una de las categorías de identificación clave del siglo XXI ha sido la territorial-nacional, y que las construcciones de estas categorías responden a una producción histórica. Sabemos que estas categorías incorporan a ciertas personas y excluyen a otras. Cuando la frontera se vuelve porosa (permeable), empieza a resquebrajar esta territorialidad-nacional y pone en situación de intercambios a las personas. Allí, el binomio nosotros – ellos (o sea, los “otros”) entra en tensión y aparecen lógicas de restricción a los espacios y a los derechos. El “otro” aparece como el invasor, el culpable y el que debe ser controlado para que se mantenga en los bordes. La relación territorio, fronteras y otros no puede terminar de cerrase sin las lógicas de poder que mueven al resto, lo que genera, en palabras de Tobío, “territorios de la (in) certidumbre 9”.

¿Esperando a los bárbaros? La invención del otro en el espacio literario y territorial

En este apartado vamos a desarrollar una lectura y análisis del libro Esperando a los bárbaros de J.M. Coetzee, con el apoyo de otros autores. El artículo propone el mismo título de la obra del escritor sudafricano pero entre signos de pregunta. La interrogación del título se basa en varias cuestiones: la construcción del otro para la justificación de la apropiación y expansión de un imperio, la estigmatización como instrumento de construcción de asimetrías y estrategias de esquive, y la dimensión espacial como sustrato y sustento de estas lógicas antes mencionadas como escenario de análisis de tramas relacionales de poder. La obra describe dimensiones espaciales que van desde la lógica de las fronteras como frente inquebrantable (separación) y como representación simbólica (movediza y porosa) hasta múltiples fronteras que nos llevan a recorrer la novela por diferentes intersticios. Pareciera que la libertad de caminar por múltiples espacios se convirtiera en un juego de superposiciones que nos permiten entender que las fronteras están dentro de los propios personajes de la novela.

Esperando a los bárbarospresenta un Imperio que se encuentra detrás de una frontera, que marca el interior de una civilización, y un exterior, que es el mundo de los bárbaros. Será considerado un bárbaro cualquiera que se encuentre sobre ese suelo exterior, fuera del Imperio. Pero, aparentemente, dentro del Imperio existe una presencia constante y acechante de un otro. En este contexto, ¿quién llegó primero? Pareciera la pregunta disparadora de la novela, que nos vamos haciendo a medida que esta se va desplegando. ¿Los del imperio?, aquellos que construyen fronteras, fuertes, límites, barreras, leyes, normas y castigos. ¿O los “otros”?, los que sin voz en la obra hacen sentir que allí están, que al igual que los otros (los del Imperio) ocupan un espacio. Se nos plantea un interrogante que supera simplemente una distinción temporal, ya que detrás de ella encontramos lógicas de poder y estrategias de dominación.

A continuación, los fragmentos de la novela acompañarán lo propuesto anteriormente, tratando de identificar en el texto de Coetzee el otro, el territorio y las fronteras. “El imperio no exige que sus servidores se amen los unos a los otros, sino únicamente que cumplan con su obligación(Coetzee, 2003: 15).

El protagonista de la novela es un magistrado local, funcionario responsable al servicio del Imperio (no dice de cuál: podemos pensar en cualquier Imperio de la historia), que desempeña su cargo en este tranquilo lugar de la frontera y sólo espera su retiro. Entre sus funciones podemos mencionar la de cobrar impuestos, supervisar oficiales jóvenes y presidir el tribunal de justicia. Pero, comenzaron a llegar de la capital rumores de agitación entre los bárbaros a partir de supuestos ataques y saqueos a rutas de comerciantes. En esta misma sintonía, en las murallas de esta historia aparecen un anciano y un joven que fueron detenidos por merodear fuera de la frontera.

“Se rumoreaba que las tribus bárbaras se estaban armando. El imperio debía tomar medidas de prevención ya que con toda seguridad habría guerra” (Coetzee, 2003:19).Pero para el magistrado esta percepción era errada ya que no había indicios fundados de tal afirmación. En cada generación los bárbaros provocaban un episodio de histeria en el colectivo político–militar, que luego impregnaba al resto de la sociedad.

“No existe a lo largo de la frontera mujer que no haya visto en sueños la mano morena de un bárbaro surgiendo bajo su cama para agarrarle el tobillo. Ni tampoco hombre que no se haya atemorizado con visiones de los bárbaros celebrando orgías en su hogar rompiendo los platos, inundando las cortinas y violando a sus hijas. Estos imaginarios son producto de la excesiva tranquilidad. Que muestren un ejército de bárbaros y entonces lo creeré” (Coetzee, 2003:19).

A partir del supuesto acecho de los bárbaros y la supuesta coalición de tribus bárbaras, surge todo un contexto de cambios y giros en la obra. El contexto de tranquilidad empieza a tensionarse hasta fracturar la atmósfera de paz y calma. Parecería que en la novela los espacios se acortan y a la vez se multiplican, una atmósfera asfixiante nos empieza a tomar por sorpresa. Es inevitable e ineludible sentir en el discurso la presencia de los bárbaros, su avance y la posible organización entre las tribus. Se empieza a sentir ese acecho, que nunca encuentra sustento real, pero que nos pone alertas y atentos.

El pasatiempo del magistrado era excavar en las ruinas fuera de la muralla, buscando cosas. El historiador Emanuel Pfoh, en su artículo “Geografías imaginadas, práctica arqueológica y construcción nacional en Israel/Palestina” (2014), presenta un apartado bajo el título “Arqueología e identidades: desenterrando naciones”. De él podemos citar el siguiente fragmento, que deja en claro el rol político de la arqueología en la construcción de la identidad.

“La actividad arqueológica y los argumentos históricos fueron considerados, tanto por los especialistas científicos (arqueólogos, historiadores, geógrafos) como por el público en general en Occidente (…), el criterio de cientificidad que garantizaba una legitimación para sostener diversos reclamos políticos en torno a la ocupación de un territorio (…)” (Pfoh, 2014: 6).

Lo que propone el autor es demostrar como constitución de la identidad (en su trabajo en relación a Israel), se encuentra estrechamente vinculada a la necesidad de encontrar un enraizamiento en el territorio (nacional) a través de la práctica arqueológica.

Para Pfoh, la noción de geografías imaginadas se refiere a toda incursión que se realice en el territorio a partir de diferentes premisas que conllevarían la sub-representación de las sociedades locales o directamente la negación de su testimonio (del otro que comparte y co-habita el mismo espacio). Para ello, se constituye la creación de un lugar dentro de otro, imaginario pero con una capacidad performativa sobre espacios y personas u objetos que fueron así reemplazados (de lugar o significados).

El magistrado de la novela cree que quizás debajo de esas ruinas se encuentre otro fuerte (parecido al que él habita), arrasado por los bárbaros. Aquí se sustenta (todavía) una lógica por la cual el protagonista avala en la realidad universal del Imperio que ellos siempre estuvieron primero. Las tablillas encontradas en sus excavaciones privadas y personales fuera del fuerte lo llevan a pensar (se) que esos vestigios encontrados tienen alguna lógica o que conformarían algún mapa de la localización de los territorios bárbaros en tiempos pasados. Aquí, el juicio del magistrado sigue considerando que la única superposición de civilizaciones únicamente puede darse porque ellos (los bárbaros) vinieron de afuera y sólo una guerra en colisión los pudo poner en contacto.

La lectura del “otro” en la obra se tiñe de desencuentros y perspectivas antagónicas. Los prisioneros que aparecen al inicio de la novela son considerados bárbaros. Pero el magistrado advierte y acusa: “¿No se le aclaró a nadie la diferencia entre pescadores con redes y jinetes nómades con arcos?” (Coetzee, 2003:32). Al principio, a pedido del magistrado estos prisioneros son cuidados y alimentados pero sus peleas, enfermedades y olores nauseabundos empiezan a molestar al entorno más cercano. Se empieza a correr el rumor de que están enfermos y de que traerán una epidemia al pueblo. Así, ellos son otros dentro del muro que hay que eliminar. La primera instancia de acercamiento a estos prisioneros se da a través de un acto de humanidad que el magistrado intenta sostener hasta que la situación lo desborda.

De los prisioneros, el magistrado deja entrar a su casa (y también a su vida y a sus pensamientos) a una joven bárbara.

“Decidí que cuando la civilización supusiera la corrupción de las virtudes bárbaras y la creación de un pueblo dependiente, estaría en contra de la civilización. (¡Y esto lo digo yo que ahora meto a una muchacha bárbara en mi cama!)” (Coetzee, 2003:60)

En la convivencia entre el magistrado y la joven bárbara empieza a construirse un puente que parece darse entre iguales. En su relación hay silencios, intercambios de miradas y un juego en que el magistrado empieza a perder el control. Empieza a darse entre ellos un amor platónico. Esta relación empieza a “fisurar” el mundo del Imperio y con ello, el del propio magistrado. En el capítulo II de la novela, salen (el magistrado local y la supuesta bárbara) de viaje fuera de las murallas para llevar a la muchacha con los suyos. La experiencia del viaje presenta la hostilidad del ambiente que los rodea. Pareciera que al salir de la muralla, el mundo civilizado se va perdiendo entre los recuerdos a cada paso y cada milla que se van alejando. La distancia que separa del fuerte nos acerca al mundo de lo salvaje. En el encuentro con los bárbaros, el magistrado les entrega a la muchacha: “Y aquí estoy yo, arreglando las relaciones entre los hombres del futuro y los hombres del pasado, devolviéndoles, con disculpas, un cuerpo del que hemos chupado la sangre” (Coetzee, 2003:109).

De vuelta a la muralla, la plaza central que allí se encuentra había cambiado. El ejército había desplegado sus tiendas de campaña en el lugar. “(…) el ejército ha llegado, la prometida campaña contra los bárbaros está en marcha” (Coetzee, 2003: 114).

A su retorno, producto del contacto con los bárbaros y de su desempeño, el magistrado es acusado de traidor y es encarcelado. De esta manera, empieza a vivir las penurias como si fuera ahora él un bárbaro: está contaminado. Lo acusan de salir del muro para alertar a los bárbaros sobre la campaña para expulsarlos. Está envuelto en una clara denuncia de conspiración y sus actos lo condenan.

La plaza central pasa a ser un lugar de castigo y de mensaje para los prisioneros bárbaros nuevos, traídos por los soldados. “¿A dónde puede llevarnos esta causa sino a deponer nuestras armas y abrir las puertas del pueblo a aquellos cuya tierra hemos invadido?” (Coetzee, 2003: 159).

En realidad, no había conflictos fronterizos antes de la llegada del ejército. Pero se pone en agenda que hay un conflicto instalado y que la guerra es inminente e inevitable. El magistrado observa tales atropellos y barbaridades que se expone a los militares enfáticamente y deja en claro su descontento: “Esos pobres prisioneros que trajo, ¿son ellos el enemigo que he de temer? (…) ¡Usted es el enemigo, Coronel!” (Coetzee, 2003: 167).

Pero no sólo los militares son portadores de discursos de guerra. Los discursos se multiplican en otras voces. “Dicen que los bárbaros han excavado un túnel, bajo las murallas, que entran y salen a placer y cogen lo que quieren, que nadie está seguro ya” (Coetzee, 2003: 167).

Los soldados tiranizan a la población dentro y detrás del muro. El “Nosotros” se ha convertido en el lema de los leales. Aquí el “nosotros” conforma una doble barrera: la de los extraños (el afuera) y los traidores (el adentro). Pero detrás de la muralla ahora se va perdiendo el control y el caos ya no tiene ni adentro ni afuera.

“¡Los imperios tienen la culpa! Los imperios han creado el tiempo de la historia. Los imperios no han reubicado su existencia en el tiempo circular recurrente y uniforme de las estaciones, sino en el tiempo desigual de la grandeza y la decadencia, del principio y el fin, de la catástrofe. Los imperios se condenan a vivir en la historia y a conspirar contra la historia. La inteligencia oculta de los imperios solo tiene una idea fija: cómo no acabar, cómo no sucumbir, cómo prolongar su era” (Coetzee, 2003: 193).

Desde la capital, la orden es tajante: salvar el Imperio cueste lo que cueste. “No hay nada que hacer salvo tener las espadas desenfundadas, vigilar y esperar” (Coetzee, 2003: 61).

En el transcurrir de la novela, esta estrategia de esperar lo inevitable toma un giro que lleva a una propuesta de realismo bélico: fuera de la frontera (¿Cuál frontera? ¿Contra quiénes vamos a pelear?), todos son considerados bárbaros y, por lo tanto, enemigos del Imperio. Se etiqueta como bárbaro a todo aquel que esté fuera de las murallas y de las ciudades, y también a los traidores: se pasa de ser un establecido a ser un outsider. En esta representación del otro como enemigo en el mismo espacio, podemos mencionar la noción de fundamentalismo cultural, que fue utilizada por primera vez por la antropóloga Vera Stolcke para conceptualizar una retórica de exclusión que exalta la identidad nacional fundada en el exclusivismo cultural. La especificidad del fundamentalismo cultural es su cosificación de la cultura, la que concibe como un todo compacto y territorializado.

Si lo contraponemos al racismo, éste ordena los grupos jerárquicamente de modo vertical y estableciendo relaciones de superioridad-inferioridad; en cambio, el fundamentalismo cultural los ordena espacial y horizontalmente, reforzando las separaciones (Grimson, 2011). Y es en este momento de la novela que el otro no debe participar ni compartir el mismo espacio. Las jerarquías, que no se reconciliarán jamás, son reemplazadas por la segregación espacial.

La ofensiva general consiste ahora en expulsar a los bárbaros de la frontera y hacerlos retroceder a las montañas. El relieve en la novela cobra tintes políticos. Para Monstesquieu, el clima tenía influencia sobre el comportamiento psicológico y político. Y Aristóteles, en La política, reconocía que los tipos de gobierno eran fijos y que la influencia del medio (natural) los modificaba. Es lo que autores como Kasperson y Minghini (1969) denominan “Período de las relaciones político-ambientales y el determinismo”. En la novela se busca expulsar al “otro” del territorio, ya que la convivencia no es una opción.

Para el magistrado, la frontera no sólo existe entre el muro y la montaña. Por primera vez siente que se forma una barrera, la barrera entre lo militar y lo civil. En estos episodios podemos ver cómo las fronteras empiezan a multiplicarse.

“(…) Quise vivir fuera de la historia que un Imperio impone a sus súbditos, incluso a sus súbditos perdidos. Pero nunca quise que los bárbaros soportaran el peso de la historia de un Imperio” (Coetzee, 2003:222).

Puntos de contacto entre la novela y los discursos antropológicos, sociológicos y geográficos.

Todos los grupos sociales establecen reglas y, en un determinado momento y bajo ciertas circunstancias, también intentan aplicarlas. Esas reglas sociales definen las situaciones y comportamientos considerados apropiados, diferenciando las acciones “correctas” de las “equivocadas” y prohibidas. Cuando la regla debe ser aplicada, es posible que el “supuesto” infractor sea visto como un sujeto especial, como alguien incapaz de vivir según las normas acordadas por el grupo (que impone estas reglas) y que no merece confianza. Hablamos de estos otros como los outsiders, los marginales (Becker, 2009).

Becker (2009) considera que la persona etiquetada como outsider puede tener un punto de vista diferente sobre este tema y sobre su posición en esta marginalidad impuesta. Quizás éstos, los marginales, no acepten las reglas por las cuales están siendo juzgados y rechacen esta supuesta legitimidad de sus jueces. Becker, en el apartado “¿Las reglas de quién?”, de su Outsiders. Hacia una sociología de la desviación, plantea que surge de este modo un segundo significado del término. El infractor puede sentir que sus jueces son los outsiders. Becker afirma que un primer problema que tenemos que abordar es construir una definición de desviación. La desviación puede definirse de varias maneras: estadísticamente, de manera generalista, clínicamente, entre otras. Becker propone una perspectiva sociológica de corte relativista, que define la desviación como el fracaso a la hora de obedecer las normas grupales.

“Una vez que las reglas vigentes de un grupo son explicadas a sus miembros, podemos señalar con bastante precisión si una persona las ha violado y es, por lo tanto, desde una perspectiva, un desviado” (Becker, 2009: 27).

Pero una sociedad está integrada por muchos grupos, cada uno de los cuales tiene su propio conjunto de reglas y la gente, además, pertenece a muchos grupos simultáneamente. Pero ¿qué sucede cuando las reglas no son expuestas, explicitadas ni explicadas? ¿Cómo sabe el “otro” que su accionar es una desviación? ¿Cómo plantear una desviación en territorios en los que se impone una segregación espacial de carácter horizontal?

Para Becker, la desviación no es una cualidad del acto que la persona comete sino una consecuencia de la aplicación de las reglas y sanciones sobre el “infractor” por manos de terceros. Es decir que es un desviado aquel sujeto que ha sido exitosamente etiquetado como tal y el comportamiento desviado es el comportamiento que la gente etiqueta como tal. ¿Quién puede, de hecho, obligar a otros actores a aceptar sus reglas y cuáles serían las razones de su éxito? Becker sostiene que ésta es una cuestión de poder político y económico. Hablamos de una diferencia de poder que establece posiciones sociales asimétricas y desiguales, que van desde la imposición de violencias físicas y simbólicas hasta el acceso a los recursos.

En la misma línea de trabajo, Norbert Elías plantea la relación entre dos grupos de residentes en un mismo espacio. Uno de estos grupos se estableció allí hace ya bastante tiempo y otro grupo es de conformación más reciente. Estos dos grupos conforman lo que el autor define como los “establecidos y los marginados” 10. Entre ambos grupos se dan diferentes procesos de distanciamiento. Esta asimetría política y social se sustenta en una variable temporal: ¿quiénes llegaron primero? El espacio se territorializa a partir de su ocupación y su apropiación. Para Elías, se deben pensar los procesos que se desarrollan dentro de los marcos temporales de largo plazo a partir de una “mirada sociológica procesual”. Estas diferencias entre los establecidos y los marginados no se sustentan en las diferencias de nacionalidades, procedencias étnicas, el color o la raza sino que con estas cuestiones se ocultan instancias de poder. En la novela de Coetzee, las diferencias de poder entre ambos grupos (establecidos: el Imperio y outsiders: los bárbaros) radican en los siguientes factores:

Ramiro Segura, en su libro Vivir afuera- Antropología de la experiencia urbana (2015), trabaja y retoma las ideas de Norbert Elías pero en la periferia de la ciudad de La Plata. En un capítulo de su obra propone que entre ambos grupos, los que hace tiempo que viven allí (propietarios) y los nuevos asentamientos (intrusos), existe una trama relacional, históricamente construida. Por ello, es necesario el abordaje relacional de la vida social dentro de estos espacios, que no siempre pueden ser entendidos desde categorías estables. El trabajo demuestra que a partir de los usos y representaciones cambiantes del territorio, el espacio se vuelve heterogéneo y singular, y en él las unidades territoriales no siempre coinciden.

Se dan formas de territorialidad exacerbadas y aparece así la condición de extranjeridad, en la que Wacquant (2007) 11 plantea la estigmatización territorial, que produce efectos similares entre los residentes de configuraciones socio espaciales distintas. Dentro del espacio de los “otros”, podemos ver y entender cómo la construcción se da, para una lectura simplista y dominante, en términos de homogenización. Por eso debemos mirar estas construcciones desde diferentes perspectivas y espacios.

Con los autores antes mencionados (Becker, Wacquant, Elías y Segura), podemos pensar y discutir algunas cuestiones de manera conjunta. Por un lado, la constitución y construcción de las normas por parte del sector dominante, que generan un espacio político cerrado 12, que legitima su posición a través de la configuración espacio-temporal de su habitar en el territorio, cargándolo de registros impuestos y manipulados que constituyen un nosotros (adentro) y un los otros (afuera). El territorio ocupa un escenario de disputas y control que debe ser ocupado desde instancias materiales y también simbólicas. El distanciamiento entre estos dos grupos resguarda la identidad y a la vez genera un marco normativo: aquel que lo transgreda puede pasar de establecido a outsider (como en el caso del magistrado en la novela de Coetzee). Por otro lado, el rol del Estado y los medios de comunicación en la imposición unilateral de la representación de la realidad, también deben ser analizados. Se busca reducir la polisemia y de esta manera eludir interpretaciones de los acontecimientos. Por omisión o por desmedro, la homogenización de las políticas conlleva no distinguir la diversidad en el espacio. Por último, la propuesta de Ramiro Segura no sólo acerca estas cuestiones a una escala cotidiana y local sino que pone en evidencia esta misma lógica de marginalidad en espacios a su vez considerados (desde los centros) como marginales. Por ello, en el marco de los procesos territoriales estas divisiones se encuentran en diferentes espacios.

Reflexiones finales

La propuesta del trabajo no fue narrar simplemente la historia de una novela, sino presentar, a través de ella, una situación que se vive suscitando en diferentes ámbitos en relación con el otro, el territorio y las fronteras. La riqueza de la novela concentra una variedad de temas a indagar pero consideramos que los seleccionados destacan problemáticas actuales que buscan pensarse de manera crítica y constructiva. Según Kristeva (1991), con todo lo que la extranjeridad tiene de social sería posible regularla, con la posibilidad de alcanzar una sociedad politópica y flexible, que no se limite a la nación o a su religión ni quede anárquicamente expuesta a todos sus estallidos. En cuanto al “otro” como un posible y acechante enemigo, Umberto Eco (2011) sostiene que desde el principio se construye como enemigos no tanto a los que son diferentes, y que nos amenazan directamente (como sería el caso de los bárbaros), sino a aquellos que alguien tiene interés en representar como amenazadores aunque no nos amenacen directamente, de modo que lo que ponga de relieve su diversidad no sea su carácter de amenaza, sino que sea su diversidad misma la que se convierta en señal de amenaza.

En la novela, y en nuestro análisis, el territorio se nos presenta con la mirada puesta en un enemigo, que despliega con mayor intensidad las acciones de avance y atropello, en vez de pensar que el otro también tiene los mismos derechos. Es aquí donde muchas veces aparece lo que Giorgio Agamben (2003) define como el “Estado de excepción”, como ese momento del derecho, en el que se suspende el derecho, precisamente para garantizar la continuidad e inclusive su existencia. O también, la forma legal de lo que no puede tener forma legal, porque es incluido en la legalidad a través de su exclusión. Su tesis es que el Estado de excepción, que se supone de carácter provisorio, en el cual se suspende el orden jurídico, se ha convertido durante el siglo XX, como una realidad permanente de gobierno. De allí se puede entender la lógica de la guerra civil legal, la guerra global o la vuelta al realismo bélico.

¿Coetzee presenta la pasividad del sujeto que resiste en su novela? ¿Ese sujeto resiste o sólo espera lo inevitable? Quizás el autor sólo buscó generar este interrogante desde la lógica del dominador. Raúl Zibechi (2009) en el ámbito latinoamericano, pregona la existencia de territorios en resistencias, a partir de contrapoderes “desde abajo”, pensando estos espacios con oficios y virtudes de emancipación. Las grandes transformaciones no empiezan desde arriba sino desde los movimientos pequeños y que a veces parecen irrelevantes para el ojo político. Quizás, una lectura que se puede desarrollar para comprender estos territorios de la resistencia sería intentar reescribir desde una perspectiva borgeana 13 la visión y la posición de los bárbaros. Una mirada de la historia que parta de otra perspectiva. Los bárbaros ¿cómo ven al Imperio? ¿Lo consideran como un Imperio que los domina? ¿Cuáles son sus construcciones y representaciones del espacio? ¿Las lógicas de distanciamiento son las mismas que les impone el Imperio? Y porqué no pensar en la posibilidad de que ellos (los bárbaros) quieran recuperar sus territorios y que por ello la guerra sea inminente. Y como lo planteaba Becker, los supuestos bárbaros pueden sentir que sus jueces (el Imperio) sean en realidad los outsiders.

 

Notas

1. En Orientalismo, Edward Said analiza el discurso de Balfour (1910), que expresa la justificación del imperio británico para continuar en Egipto. En ese discurso, Said reconoce en el pronombre “nosotros” al inglés, distinguido y poderoso, el mejor de la historia. Por otro lado, al mundo occidental como el ejemplo de la civilización mientras al mundo oriental hay que readaptarlo, conocerlo para dominarlo y quitarle autonomía. La labor del orientalista es convertir Oriente en algo diferente de lo que realmente es. Debe realizar un proceso de conversión.

2. Chatterjee plantea cambiar la figura europea de nacionalismo universal, por un nacionalismo periférico que rescate la potencialidad de los fragmentos, una política de la heterogeneidad, que propugna estrategias contextuales, históricas y siempre de carácter provisional.

3. Las autoras, en un artículo denominado “Espacio y literatura”, explican cómo se trabaja el espacio en la teoría literaria a través de un recorrido histórico sobre cómo lo trata la literatura.

4. Publicado en Geograficando (2014) y disponible en http://www.geograficando.fahce.unlp.edu.ar/

5.A través de Marlow, el protagonista de su novela El corazón de las tinieblas (1902), Joseph Conrad condensa años de política y pensamiento europeo.

6. Nombre del protagonista, que debe leerse como un “héroe fallido”, con sus motivaciones humanas y psicológicas, sus miedos al fracaso, su relación distante y compleja con su padre del que quiere diferenciarse, con la interacción con su contexto de vida. Chinua Achebe describe su drama personal inseparable del gran escenario que lo contiene (pero no lo detiene) del colonialismo europeo.

7. Su obra condensa lo más brillante del realismo narrativo europeo con lo más genuino de la tradición oral igbo: rituales, proverbios, normas de cortesía, festejos, cuentos, canciones, etc.

8. La intención del artículo no es realizar un análisis de la historia política de Sudáfrica. Por ello solo marcamos la existencia de los enfrentamientos de los sudafricanos con los holandeses y luego con los británicos en el marco de lo que generó en la literatura sudafricana. Solo destacamos de manera esquemática, algunos momentos que deberían ser indagados en un marco de escala temporal más amplio y necesariamente articulado. 1) En 1852, existencia de cuatro estados: Cabo y Natal (ingleses) y Transvaal y Orange (Boers). 2) En 1900, las dos provincias Boers son sometidas por los ingleses, 3) En 1909 se crea la Constitución para la joven nación. 4) En 1948, accede al poder el Partido Nacional y surge el nacionalismo racista que crea el apartheid. 5) Tras la masacre de Shaperville en 1960 y los levantamientos de Soweto en 1976 surge la que se considera como literatura de resistencia sudafricana, que en palabras de Ximena Picallo Visconti incrementó la exploración de una literatura como arma de enfrentamiento contra la imposición colonial. 6) En el año 1994 Nelson Mandela es elegido como el primer presidente negro de la Sudáfrica democrática 7) Período actual: posmandela y/o posapartheid.

9. En palabras de Tobío, plantea una certidumbre que existe en la incertidumbre. Existe una incertidumbre percibida y producida que circula por los territorios disfrazada de maneras diferentes. Hablamos de nuevas formas de poder y control social de la mano de diferentes actores que representan las lógicas del capital.

10. Para Norbert Elías, puede tratarse de señores feudales y siervos, blancos y negros (apartheid sudafricano), judíos y no judíos, protestantes y católicos, Estados grandes y poderosos en relación con Estados pequeños y débiles.

11. En su libro Los condenados de la ciudad. Gueto, periferias y Estado, Wacquant (2007) intenta fundamentar, a través de un trabajo con datos empíricos y un análisis socio-espacial comparativo, cómo se diferencian el gueto de Chicago (EE.UU.) y un barrio suburbano industrial de Paris. El autor deja en claro que los procesos de marginalidad no son iguales en todas partes. Y que los discursos políticos y de los medios de comunicación intentan homogeneizar los problemas bajo el lema de la “guetización” de las ciudades pero omiten una lectura más amplia. La proliferación de estos barrios-problema alrededor de las ciudades europeas, por su parte, traduce la descomposición de territorios obreros por el efecto conjunto de la desindustrialización, la precarización del trabajo y la mezcla étnica de poblaciones hasta aquí fuertemente compartimentadas. Por ello, en el título de su obra aparece el Estado, como actor presente u omnipresente ante esta situación.

12. Para profundizar sobre el concepto de espacio político (abierto o cerrado) ver Grinberg, L. (2011). Libro: Política y violencia en Israel/Palestina. Democracia vs régimen militar. Editorial Prometeo. Buenos Aires

13. Como lo podemos ver en los cuentos “La casa de Asterión” de Jorge Luis Borges o “La noche boca arriba” de Julio Cortázar.

 

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Fecha de recepción: 6 de noviembre de 2015
Fecha de aprobación: 18 de mayo de 2016
Fecha de publicación: 13 de julio de 2016

 

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