Geograficando, vol. 18, nº 2, e118, noviembre 2022 - abril 2023. ISSN 2346-898X
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Geografía

Artículos

Las barricadas como lugares efímeros: el caso de las movilizaciones sociales de Aysén (2012) y Chiloé (2016)

Miguel Contreras

Departamento de Geografía, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile, Chile
Cita recomendada: Contreras, M. (2022). Las barricadas como lugares efímeros: el caso de las movilizaciones sociales de Aysén (2012) y Chiloé (2016). Geograficando, 18(2), e118. https://doi.org/10.24215/2346898Xe118

Resumen: Las barricadas son acciones que los movimientos sociales realizan para lograr visibilizar sus demandas y expresar su malestar. Cuando las barricadas tienen una duración mayor de días o semanas se transforman en sitios donde se genera interacción social y debate. A partir de un estudio de fuentes secundarias y un análisis de discurso de 56 entrevistas semiestructuradas, este artículo examina a través de un enfoque cualitativo el significado que las barricadas tuvieron para quienes participaron en los movimientos sociales de Aysén (2012) y Chiloé (2016), ubicados en el sur de Chile. En ambos casos, las barricadas estuvieron compuestas por personas de diversas clases sociales, que permanecieron durante semanas en dichos espacios, estableciendo una vida comunitaria con sus propios ritmos y temporalidades. Se formaron así lugares que se vinculaban con significativos elementos culturales de esos territorios (la fogata, la comida, el mate), que permitieron el encuentro y la socialización entre personas de diferentes orígenes y clases sociales. Allí también se realizaron debates y aprendizajes clave para los movimientos sociales y sus acciones. En estos sitios las barricadas fueron sitios integración social, afectando positivamente la vida de sus participantes y las comunidades, constituyéndose como verdaderos lugares efímeros.

Palabras clave: Barricadas, Movimientos Sociales, Lugar Efímero, Espacio Público, Chiloé, Aysén.

Barricades as ephemeral places: The case of the social mobilizations in Aysen (2012) and Chiloe (2016)

Abstract: Barricades are actions that social movements carry out to make their demands visible and express social discomfort. When barricades last longer than days or weeks, they become places in which mobilized people interact and debate. Based on secondary sources as well as discourse analysis of a set of 56 semi-structured interviews, this article examines, through a qualitative approach, the meaning that barricades had for those who participated in the social movements of Aysén (2012) and Chiloé (2016), located in southern Chile. In both cases, barricades gathered people from different backgrounds, who remained in these sites for weeks, establishing a specific, different community life with its own rhythms and temporalities. In so doing, barricades became places woven through with significant cultural elements from those territories (the campfire, the food, the mate), promoting socialization and debates among people of different origins and social classes. Debates and learning experiences which were key for social movements and their action also took place there. These barricade sites fostered social integration, positively affecting the lives of their participants and local communities, thus becoming true ephemeral places.

Keywords: Barricades, Social Movements, Ephemeral Places, Public Space, Chiloé, Aysén.

Introducción

Durante las últimas dos décadas en diversas partes del mundo han ocurrido numerosas movilizaciones sociales y protestas que han revalidado la ocupación prolongada del espacio público como escenario crucial de expresión política. Cuando el espacio público se ocupa durante un período de tiempo relativamente largo, por días o semanas, surgen dinámicas socialmente interesantes. Así, por ejemplo, el año 2016, en el campamento Oceti Sakowin, en Standing Rock, Dakota del Norte, varias comunidades de nativos americanos y numerosos simpatizantes se reunieron durante meses para protestar contra el oleoducto Dakota Access. En ese período, el campamento se transformó en un sitio de intercambio cultural y aprendizaje para los miles de participantes (Brooker y Meyer, 2019; Deem, 2019). Otros casos similares de debate e interacción social en el espacio público ocurrieron en las protestas de la Plaza Tahrir en Egipto (Aslam, 2017), en el campo de protesta de Mongkok en Hong Kong (Yuen, 2018), y en la Plaza Baquedano de Santiago de Chile en octubre de 2019 (Cortés, 2020).

En el caso chileno, durante los años previos al estallido social de octubre de 2019 se produjeron varias movilizaciones que ocuparon el espacio público, tales como las huelgas estudiantiles de 2011, los movimientos feministas de 2019, y las acciones de grupos ambientalistas en diferentes lugares del país (Salinas, 2016). En todos ellos la ocupación del espacio público involucró la construcción de significados simbólicos, ideológicos y culturales, algo propio de las movilizaciones sociales contemporáneas (Della Porta, Fabbri & Piazza, 2013). En este contexto, el presente artículo analiza cómo la ocupación del espacio público durante semanas es capaz de producir lugares socialmente significativos, aunque efímeros o de corta duración. Para ello, analiza dos casos de movilizaciones sociales: la de Aysén ocurrida en febrero-marzo de 2012, y la de Chiloé de mayo de 2016. En estos casos, la ocupación del espacio público mediante barricadas, a pesar de sus costos y consecuencias negativas, fue un elemento fundamental para la acción colectiva, que hizo visibles las demandas sociales, y obligó a las autoridades a negociar (Contreras, 2019; Fauré, Karmy y Valdivia, 2014; Madeira, 2016).

La primera sección de este artículo explica, desde la perspectiva de la geografía social crítica, los principales conceptos utilizados: lugar, espacio público y barricadas, en el contexto de las movilizaciones sociales. El segundo apartado explica los materiales y métodos utilizados, entre los que fue central la aplicación de entrevistas semiestructuradas. La tercera parte aborda los resultados, y describe las barricadas y su rol como sitios socialmente diversos y de debate colectivo. En la última sección, de conclusiones, se conceptualiza a las barricadas como lugares efímeros basados en la experiencia colectiva, con memoria, apego y significado para las personas movilizadas.

Encuadre teórico: lugar, espacio público y barricadas

Tal como ocurre con la mayoría de las nociones centrales de la geografía y las ciencias sociales, el concepto de lugar resulta difícil de definir. Muchos autores definen el lugar como vinculado a procesos locales, concretos, que se producen “desde abajo” (bottom up) y que tienen significado para las personas y los grupos, donde ocurren las actividades cotidianas, y donde las personas y grupos expresan su agencia (Agnew, 2005). Otros autores vinculan el lugar con el concepto de apego (attachment) e incluyen la idea de topofilia (Tuan, 1979), lo que, además, se liga a las experiencias, interacciones y vínculos potencialmente significativos entre personas (Cresswell, 2004). Por otra parte, ha habido interesantes debates en torno al carácter progresista o excluyente de los lugares. A menudo, las identidades basadas en el lugar, incluidos los nacionalismos y los regionalismos (Paasi, 2003), presentan tendencias excluyentes y xenofóbicas. En este sentido, el lugar es a menudo censurado o condenado como retrógrado y reaccionario (Agnew, 2005, p. 86). En respuesta, Massey propone construir la idea del “sentido global del lugar”, que entiende a los lugares como sitos no estáticos, no delimitados, no segregados, ni basados ​​en una sola identidad, aunque, al mismo tiempo, se definen como únicos y socialmente valiosos (Massey, 1994, p. 155).

Ahora bien, en gran parte de la literatura no aparece bien discutida la relación entre tiempo y lugar, por lo que existen aparentes contradicciones sobre esta. Así, el lugar se relacionaría con algún nivel memoria y con cierta permanencia (Said, 2000). Tuan (1979) resalta la relevancia de la estabilidad del lugar en su análisis de símbolos públicos, siendo el lugar el sitio donde se desarrollan condiciones relativamente duraderas para los seres humanos y las comunidades. Por otra parte, al mismo tiempo, el lugar siempre se encuentra emergiendo y en constante transformación, al ser en sí mismo una construcción social (Staeheli, 2003). Aunque la temporalidad importa para la constitución de un lugar, la construcción de un sentido de lugar podría no requerir de mucho tiempo. Clay (1989) considera que todos los lugares tienen, de alguna manera, un carácter efímero; sin embargo, algunos serían menos efímeros que otros. Lo relevante, entonces, es que el lugar se construye a través de la experiencia humana (Cresswell, 2004), la cual no depende totalmente de su durabilidad en el tiempo, puesto que la experiencia puede ser de corta duración, pero intensa en interacciones sociales; así, los lugares pueden ser efímeros, pero altamente significativos.

La relación entre movilizaciones sociales, entendidas como acciones colectivas de carácter informal en que las personas protestan ante algún problema colectivo (Della Porta & Diani, 2006; Eyerman & Jamison, 1991), y la construcción de lugar se expresa de varias formas. Por un lado, las movilizaciones se organizan normalmente ante problemas que ocurren en las experiencias cotidianas de las personas y los lugares en los que habitan (Nicholls, 2009) y que se pueden asociar a conflictos de reconstrucción de identidad social o cultural (Touraine, 1985). Por otra parte, las movilizaciones resignifican los sitios de manifestación y protesta, a la vez que construyen y reconstruyen lugares (Della Porta et al., 2013). En este sentido, las movilizaciones no se organizan en sí mismas para refirmar los lazos comunitarios del lugar, pero sí tienen interesantes implicancias sobre estos lazos.

El segundo concepto relevante para este análisis se relaciona con la idea de espacio público, el que también trae aparejadas ideas contradictorias. Por un lado, Mitchell indica que: “El espacio público engendra temor, el cual se deriva de la sensación del espacio público como espacio sin control, como un espacio en el que la civilización es excepcionalmente frágil” (Mitchell, 2003). En América del Sur y Chile, el miedo al espacio público a menudo se relaciona con experiencias de criminalidad y violencia social (Mazza, 2009). Por otra parte, el espacio público es, también, el espacio de la ciudadanía, la integración social y la democracia, y donde las personas ejercen sus derechos. Salcedo (2002) señala que las deficiencias del espacio público en América Latina son la promesa incumplida de la modernidad, en tanto este debería estar contemplado como parte fundamental de un sistema democrático. Según este punto de vista, el espacio público se concibe como el sitio donde se permite la existencia de grupos e individuos socialmente diversos y que pueden expresarse. Sin embargo, dado que el espacio público es también la expresión de las relaciones de poder, nunca alcanza por completo su potencial emancipatorio (Salcedo, 2002).

Para muchas movilizaciones sociales, la ocupación del espacio público es crucial, ya sea a través de tácticas contenidas, tales como marchas, actos culturales y declaraciones públicas; o bien, transgresivas, que van desde lo disruptivo (barricadas o tomas) hasta lo violento (quema de autobuses o infraestructura pública), tal como lo señalan diversos analistas (Medel y Somma, 2016). Algunos autores consideran estas acciones como una forma de “ciudadanía espacial” (Martin, 2015, p. 180). En este sentido, numerosas investigaciones empíricas y análisis teóricos sobre movilizaciones sociales consideran el uso y ocupación del espacio público como un elemento crucial de su acción política (Davis et al., 2005; Della Porta & Diani, 2006).

Finalmente, para este análisis se debe considerar una herramienta específica que las movilizaciones sociales de protesta realizan sobre el espacio público: las barricadas o bloqueos. Normalmente durante las movilizaciones sociales, las personas que participan actúan en el espacio público para visibilizarse y realizan acciones disruptivas con barricadas o bloqueos, que pueden tener diferentes duraciones. Las barricadas tienen por objetivo controlar el espacio público y perturbar las actividades habituales de un territorio, algo notable en la tradición de las movilizaciones sociales latinoamericanas (Torres, 2011). Las sociedades democráticas normalmente aceptan sin grandes problemas las acciones de tipo contenido (marchas, declaraciones, actos culturales) como parte de su vida política y social habitual.; sin embargo, la tolerancia de los gobiernos ante la instalación de barricadas es usualmente menor, puesto que implica la pérdida parcial del control territorial por parte del Estado, lo que socava, o al menos cuestiona, uno de los pilares fundamentales de la institucionalidad contemporánea.

Las barricadas han estado presentes en diversas movilizaciones sociales y políticas, al menos durante los últimos tres siglos. Los análisis históricos y sociológicos han identificado continuidades en las formas que las personas movilizadas instalan las barricadas, a la vez que resaltan el notable aprendizaje colectivo y la adaptabilidad con que las personas a lo largo del tiempo realizan los bloqueos, especialmente en el contexto europeo (Hazan, 2015) y latinoamericano (Gordillo, 2012). Además, más allá de su utilidad táctica, las barricadas son también una expresión de los rasgos culturales de las comunidades movilizadas y un sitio de interacción social, solidaridad, cohesión y debate, que expresa la legitimidad de la protesta (Bos, 2005).

Participar en las barricadas, también conocidas como “piquetes” en Chile y Argentina, puede generar profundos efectos en la vida de las personas, pues en ellas se genera solidaridad entre quienes participan. Las barricadas, a través de intercambios cara a cara, fomentan “la capacidad de los actores para reconocer a los demás y ser reconocidos como pertenecientes a la misma unidad social” (Hunt & Benford, 2004, p. 439). Del mismo modo, la cercanía física entre las personas, que necesitan solucionar cuestiones tácticas en la barricada, requiere diálogo y generación de confianzas, lo que termina generando sentimientos de pertenencia y compromiso colectivo (Hazan, 2015).

Materiales y métodos

Esta investigación, articulada desde un enfoque cualitativo, analiza las barricadas realizadas durante las movilizaciones sociales y las protestas ocurridas en la región de Aysén en 2012 y en la provincia de Chiloé en 2016. Estos casos fueron seleccionados porque sus participantes realizaron las protestas que han durado más tiempo en la historia reciente de Chile (al menos antes del estallido de octubre de 2019), y porque en ambos casos se alcanzó un alto nivel de legitimidad y apoyo social, tanto a nivel regional como nacional (Contreras, 2019; Salinas, 2016).

Aysén es una región ubicada en la Patagonia chilena (1.360 km al sur de Santiago). Tiene una superficie de 108.904 km2, y es relativamente poco poblada, con solo 103.158 habitantes en 2017. Aysén tiene complejas condiciones topográficas, que incluyen valles profundos, fiordos, canales marítimos, cientos de islas, lagos y montañas escarpadas. En febrero de 2012, diversos actores y organizaciones sociales (sindicatos de pescadores, asociaciones de empleados púbicos, grupos ambientalistas, organizaciones gremiales de comercio y de transporte, entre otros), luego de una serie de reuniones, generaron un petitorio al gobierno nacional e hicieron un llamado a la movilización social bajo el lema “Tu problema es mi problema”. El petitorio solicitaba, entre otras cuestiones, la rebaja del impuesto a los combustibles, la redistribución de los recursos pesqueros, impedir la instalación de represas hidroeléctricas y solucionar las deficiencias históricas en infraestructura y servicios sociales en la región. Los residentes de todas las localidades de Aysén realizaron marchas masivas, levantaron barricadas y realizaron diversos eventos culturales. Así, durante 40 días la movilización consiguió realizar una paralización general que incluyó la realización de asambleas en calles y plazas, donde se debatió sobre el futuro de la región (Fauré et al., 2014). El gobierno de Chile, bajo la administración derechista de Sebastián Piñera (2010-2014), respondió agresivamente a las movilizaciones, aplicando una extremadamente violenta represión policial que provocó cuantiosos heridos (INDH, 2012a, 2012b). El conflicto terminó en marzo de 2012, cuando el gobierno y algunos voceros de la región llegaron a un acuerdo político, que fue desigualmente valorado por la comunidad (Contreras, 2019).

Chiloé, por su parte, es un archipiélago ubicado unos 1.100 km al sur de Santiago. Con un área de 9.181 km2 y 164.356 habitantes en el año 2017, Chiloé cuenta con una historia, arquitectura, cultura e identidad distintivas, surgidas de la mezcla de los pueblos chono y huilliche con los colonos españoles en el siglo XVI. Una parte significativa de la economía local se basa en la explotación de los recursos marinos, incluida la pesca y la recolección de algas y mariscos, y el cultivo de salmón. A principios de 2016, más de 4.600 toneladas métricas de residuos de salmones muertos por causas desconocidas se vertieron en el Océano Pacífico cercano, un evento que provocó altos niveles de contaminación marina (INDH, 2016), lo que impidió la recolección de recursos marinos y la suspensión de la actividad salmonera. Ante esta situación, que impedía el sustento de muchas familias, en mayo de 2016 los sindicatos de pescadores artesanales comenzaron a movilizarse bajo el lema “Chiloé está priva'o” (“Chiloé está muy enojado”, en la variedad del español chilote). A esta movilización, también conocida como “El mayo chilote”, se unió gran parte de la sociedad del archipiélago, lo logrando una huelga general que duró dos semanas (Contreras, 2019). El gobierno nacional, bajo la presidencia de centroizquierda de Michelle Bachelet, no reprimió las protestas y desarticuló la movilización mediante negociaciones aisladas y paralelas en cada comunidad local, en las que se acordó la entrega de bonos de tipo monetario a las familias para compensar la pérdida de ingresos debido a la crisis ambiental.

En el presente análisis, los testimonios sobre las barricadas de estas movilizaciones se rescataron mediante la aplicación de 56 entrevistas semiestructuradas, realizadas presencialmente en trabajo de campo en los lugares de residencia y/o trabajo de las personas entrevistadas, entre abril y septiembre de 2016. Las entrevistas abordaron, de forma abierta, tópicos relacionados con la relación de las personas con su región y su identidad, la experiencia de la movilización social, la dinámica de las barricadas y la evaluación general de los resultados de la acción colectiva. Los antecedentes de las entrevistas se complementaron con datos e información adicional obtenida de recursos en línea de medios de comunicación chilenos, así como de las páginas y blogs que los grupos y personas movilizadas emplearon durante el período de movilizaciones (principalmente Blogspot y Facebook). Las entrevistas semiestructuradas y el enfoque cualitativo empleado son consistentes con las metodologías propuestas para el análisis en profundidad de las movilizaciones sociales (Blee y Taylor, 2002). Las personas entrevistadas fueron seleccionadas por muestreo de bola de nieve en cada caso (Johnson, 2014), definido durante el trabajo de campo. Las entrevistas se sometieron a un análisis de discurso que consideró el texto (transcripción literal), el contexto (sitios de las entrevistas), el tono de voz y el ritmo de la conversación (registrados en audio), y se identificaron temas recurrentes y/o críticos (Lazaraton, 2009). El análisis buscó la detección de patrones y temas emergentes dentro de los datos, a través de la audición y lectura iterativas de las entrevistas, lo que implicó un proceso inductivo, tal como se sugiere para comprender este tipo de fenómenos (Braun & Clarke, 2006; Fereday & Muir-Cochrane, 2006). Cada participante recibió información sobre el propósito de la entrevista, firmó un formulario de consentimiento informado y acordó ser grabado en audio digital. Para este artículo se han cambiado todos los nombres de los entrevistados para garantizar su anonimato y confidencialidad. Cuando se detalla un testimonio, se señala un nombre ficticio, junto con la edad real al momento de la entrevista y la zona en que la persona participó o fue testigo de la movilización (Aysén o Chiloé).

Resultados

a) Las barricadas como sitios de control del espacio público

Una barricada típica, en Aysén y en Chiloé, consistía en una acumulación de maderas, ramas, planchas de metal de techos, neumáticos, algunos desechos y otros materiales recogidos y traídos por manifestantes para bloquear la calle e impedir el tránsito vehicular. En ambos casos, además, estas barricadas se situaban tanto en los caminos de acceso a las ciudades, pueblos y ciudades, como también en los principales cruces de calles dentro de áreas urbanas (especialmente en las ciudades de Ancud, Castro, Puerto Aysén y Coyhaique). En cada barricada solía haber un fogón que normalmente estaba encendido día y noche, y era alimentado con maderas y otros desechos.

El objetivo central de las barricadas, de acuerdo con lo señalado tanto en artículos de prensa como en las entrevistas, era hacer efectivo los llamados al “paro regional” en Aysén y al “paro provincial” en Chiloé. En ambos casos, diversas organizaciones y actores sociales hicieron llamados a movilizarse y “parar” las actividades; principalmente, no asistir a trabajar y que los estudiantes no fuesen al colegio, liceos o institutos profesionales. En ninguno de los casos se hicieron llamados explícitos a levantar barricadas, sino que estas acciones resultaron de la acción espontánea de las personas residentes de ambos territorios, en una acción que emergió “desde abajo”. Sin las barricadas, los “paros” no hubiesen tenido el carácter masivo y de relativa larga duración que lograron en ambos casos:

Se cortó el camino en distintas partes de la región y con un horario de pasada. Como había muchos cortes, y tantos piquetes que nunca podías hacer el trayecto completo de una sola vez. Todo eso surgió espontáneamente (Rolando, 37, Aysén).

Fueron unos 15 días de movilización, con 4 barricadas en la carretera que cortaron el tránsito en el camino. Había dos marchas diarias: una a las 12 del mediodía y otra a las 7 de la tarde. Mi percepción era que las del mediodía eran más pequeñas con 2.000 personas, y las de la tarde se duplicaban, con 4.000 personas e incluso en algún momento hasta 6.000. Al menos aquí en Castro hizo que la ciudad pareciera controlada por la ciudadanía. No funcionaba prácticamente ningún organismo público (Luciano, 57, Chiloé).

Quienes participaban en las barricadas se reunían casi permanentemente alrededor del fogón, algo explicable por las usualmente bajas temperaturas nocturnas de Chiloé y Aysén que ocurren durante todo el año. De acuerdo con los testimonios, muchas barricadas duraron varias noches y días. En ellas la gente traía sillas, mesas para acomodar a los participantes y se usaba la fogata para cocinar, hervir agua y preparar café, té y mate (esta última una infusión típica de la Patagonia y Chiloé, y culturalmente compartida con Argentina, Uruguay, Paraguay y el sur de Brasil). Dado que tanto Aysén como Chiloé son territorios relativamente poco poblados, las fuerzas policiales locales son relativamente pequeñas y no muy preparadas para intervenir en este tipo de protestas. Además, debido a que son territorios aislados del resto del país, el Estado chileno se demoró en responder a la instalación de estas barricadas.

Las barricadas no estuvieron exentas de conflicto con personas que requerían trasladarse por diversos motivos. Ante ello, la estrategia fue generar horarios de pasada para vehículos livianos particulares. Además, las ambulancias y otros vehículos de emergencia siempre tenían permitido el paso. En el caso de Chiloé en específico, para evitar desabastecimiento, se permitió abrir las barricadas en algunos horarios para el paso de camiones con mercaderías que abastecían al comercio local. Con este tipo de tácticas, las personas movilizadas aminoraron conflictos dentro de la comunidad, aunque en algunos momentos hubo tensiones y debates al respecto.

El número total de barricadas que hubo durante las movilizaciones de Aysén y Chiloé es difícil de calcular, pero según los testimonios y la información complementaria de fuentes secundarias, superaron las dos decenas en cada caso de estudio. En las ciudades de Puerto Aysén (ubicado en el centro de la región de Aysén) y Castro (la ciudad capital de Chiloé), los entrevistados afirmaron que manifestantes instalaron barricadas en muchas esquinas. Por otra parte, no se debe olvidar que las barricadas estaban principalmente constituidas por personas: por ciudadanos/as, vecinos/as y residentes de las localidades, quienes durante días ocuparon el espacio público. En general eran personas de diversos grupos sociales, congregadas en gran número. Cristian (26, Chiloé) comentó que “en las barricadas había 50 personas de día, 20 personas de noche; en algunos momentos [hubo] cifras impensadas, como 200 personas en el día y como 100 en la noche. En Chiloé no se había vivido algo así antes”. En Aysén los testimonios confirman que en las barricadas había usualmente decenas de personas, día y noche.

Las expresiones más repetidas usadas por los entrevistados para describir el ambiente de las barricadas apelan a “algo bello” o “maravilloso”, y señalan lo poderosa que fue la experiencia de ser parte de tal acción política. Julio (43), residente de Aysén, dijo: “el vecino que estaba al lado mío fue un compañero (…); si nos vemos hoy, nos saludamos con una sonrisa, recordando que estuvimos ahí [en la barricada]”. Adolfo (37, Chiloé) explicó que:

Es esperanzador; se logró la organización; somos más de los que creíamos; eso me pone alegre porque yo nunca pensaba encontrar a esta o esta otra persona en la marcha; nos encontramos; la marcha, la protesta, la barricada fue un espacio de encuentro, de reencuentro de la comunidad.

El sentimiento de alegría y orgullo no solo se transmitía a través de palabra de las personas entrevistadas; la gran mayoría sonreía al recordar la experiencia y sus rostros y postura corporal expresaban felicidad, algo no necesariamente esperable para rememorar sitios asociados al conflicto político y de potencial enfrentamiento con las fuerzas del Estado.

Los testimonios, además, enfatizaron la solidaridad que emergió en las barricadas, algo abordado por diversos análisis sobre este tipo de acción colectiva en el espacio público (Traugott, 2010). Al respecto, Julio (43, Aysén) comentaba:

me sentí parte de una masa; fue muy enriquecedor en el alma; fue bien “de abajo”; sentirse parte de esa inorgánica-orgánica me pareció maravilloso; fuimos uno en las protestas, fuimos uno en llevarle agua a la gente, uno en colaborar con que hubiera orden [para evitar acaparamiento ]; fue bonito ser parte de ese diálogo.

Asimismo, Rosa (60, Aysén) agregó que “ese mes hubo una unión enorme en que todos éramos uno; todos ayudábamos; fue muy bonito lo que se vivió en cuanto a esa cosa de convivencia; algo que nos dejó marcados para la historia”.

También hubo solidaridad cuando la escasez de alimentos se hizo significativa después de algunos días de movilización. La mayoría de los participantes recuerda con alegría el ambiente de colaboración durante las movilizaciones. Luisa (48, Chiloé) comentó: “Nuestra barricada era una escuela, una familia; la gente llegaba a dejarnos comida; luego, nosotros mismos empezamos a ayudarnos entre las barricadas, compartiendo pan, leche”. Ciro (67, Aysén) señalaba que hubo “solidaridad con la gente que estaba en las barricadas; les llevaron un cordero, pan, sopaipillas, un saco de papas; se hacían tallarines, les dejaban cigarros”. Del mismo modo, Mary (55, Aysén) comentaba que

de repente a un compañero le faltaba esto y [decíamos:] “¡ya! vamos a buscar eso y llevemos”; llevamos balones de gas; ¡sí, en ese tiempo la gente cooperaba!; lo que le faltaba a ella y el otro tenía, se compartía; eso sí que yo no lo veía desde hacía mucho, mucho tiempo.

b) Barricadas como lugares de diversidad e interacción social

Muchos entrevistados destacaron algo emocionante y notable en torno a las barricadas: el ambiente relativamente pacífico y de diversidad social que generaron. En Chiloé, las movilizaciones fueron tranquilas durante todo el paro provincial, que duró dos semanas, sin enfrentamientos significativos con las fuerzas policiales. En Aysén, a pesar de algunos días de violenta represión ejercida por la policía, las barricadas estuvieron rodeadas de un ambiente tranquilo durante cinco semanas.

Mariela (31, Aysén) recordaba que había “chicos cantando en la plaza; la gente se juntaba en las barricadas; eran el lugar donde los viejos conversaban; [no como] se ve en Santiago en que la barricada es 100 % violencia y del enfrentamiento”. En el caso del pueblo de Chile Chico (Aysén), cerca de la frontera con Argentina, incluso hubo ciertos acuerdos entre la comunidad movilizada y la policía local. Al menos así lo explicó Gabriel (35, Aysén): “Aquí [en Chile Chico] no hubo enfrentamiento con la policía; nosotros estuvimos día y noche, haciendo turnos y relevos; en la noche nos tomábamos un mate y conversábamos con carabineros mientras ellos nos cuidaban a nosotros”.

Los entrevistados en Aysén expresaron la existencia de un ambiente casi familiar en barricadas, tanto en áreas urbanas como rurales. Danilo (37, Aysén) comentó que, en la pequeña localidad de El Blanco, que tiene poco más de 250 habitantes, “el camino estaba cortado con una barricada muy familiar, con hombres, mujeres, niños ¡y perros!”. Asimismo, Ricardo (39, Aysén) agregó que en las barricadas había “familias, a las 11, 11 y media de la noche, 12, 12 y media de la noche, con mate; haciendo sopaipillas en la barricada; [era una] barricada grande, de vereda a vereda, familias completas con los cabros chicos”. En Chiloé, las imágenes de familias de distintos niveles sociales marchando por las calles y reunidas en las barricadas también constituyeron un rasgo central de las movilizaciones, y fueron frecuentemente mencionadas por las personas entrevistadas. Antonio (60, Chiloé) explicó que “todas las tardes había reuniones y luego marchas hasta una barricada a la entrada norte de la ciudad [de Castro], donde se puso un escenario con música y otras manifestaciones: ¡fue impresionante! ¡muy bonito!; eran en familia”. Complementariamente, Cristián (26, Chiloé), quien permaneció activamente en un bloqueo, dijo: “Yo estuve participando en las barricadas; en la Chichería; siempre mantuvimos una especie de convivencia familiar”. Orlando (55), pescador de Chiloé, coincidió: “El ambiente era algo familiar; familias completas de diferentes sectores”.

Esta sensación de convivencia casi familiar sirvió también para establecer un lugar de fraternidad, donde muchos vecinos se reunían con viejas amistades, ex compañeros de clase y colegas del trabajo. Las personas movilizadas apreciaron mucho este lugar para encuentros sociales. Tamera (35, Aysén) explicó: “Nos juntábamos con las chiquillas; muchas de las vecinas éramos amigas de infancia y, como ya nos conocíamos, nos tomamos ese punto”. Mariela (31, Aysén) dijo que “en las barricadas de repente te encontrabas con el vecino que no veías hace un montón de rato”. Por lo tanto, es destacable que en los momentos en que las barricadas eran pacíficas, familiares y fraternales emergieron importantes rasgos que, a pesar de su corta duración, las transformaron en lugares reales, involucrando que involucraban una experiencia que retom los lazos comunitarios.

El carácter de lugar de las barricadas también se basó en su significado simbólico y cultural para los grupos movilizados. En Chiloé y Patagonia existen al menos tres elementos clave que reúnen a personas, familiares y amigos en las actividades cotidianas: la cocina a leña, el mate y la comida (Arriagada, 2016; Núñez et al., 2017). De este modo, la sala de la cocina, generalmente una con estufa de leña, es el núcleo de las casas familiares. En la vida rural, las fogatas al aire libre también son un elemento esencial de interacción social y familiar. Notablemente, durante las movilizaciones, las barricadas proporcionaron una fogata comunitaria ubicada en el espacio público, lo que fue señalado por algunos entrevistados. Como señaló Mariela (31, Aysén), las barricadas expresaron algo propio de la cultura local, en tanto el fogón hacía eco de la tradición patagónica de la estufa a leña de las casas como sitio de encuentro, conversación y convivencia. En este contexto, Alicia (45, Chiloé) recordaba que: “a las 3 de la noche, teníamos de todo en la barricada; había fuego, café, pan, lo que tú quieras”. Para Cristián (26, Chiloé), “la comida era muy trascendental” para mantener a la gente movilizada y reunida en la barricada día y noche. Los testimonios sobre la importancia de compartir comida y beber mate mientras se hablaba durante horas reflejan el “sentido de lugar” ligado a las raíces históricas y culturales, como sugiere Said (2000). Las barricadas, entonces, se convirtieron temporalmente en un hogar comunitario, construidas alrededor de la chimenea, el mate y la comida:

Se empezaron a hacer mateadas. [Las personas] se juntan a tomar mate y conversar; una cosa súper sencilla. Pero [para] la gente de acá el mate es muy significativo [...]; es como toda una cosa que los une, los lleva un poco como a su historia, a sus raíces, aunque sus familias no sean [originalmente] de acá. Tienen esa vinculación, esa cosa hogareña. Lo mismo que pasa con la cocina a leña, es más que un aparato que te da calor o que te sirve para cocinar, es toda una instancia que tiene un cariz distinto (Mariela, 31, Coyhaique).

De esta forma, compartir mate, cocinar y comer cerca de la barricada reforzó los lazos sociales. Muchas personas, en especial las mujeres, participaron en la recolección y preparación de alimentos para quienes se dormían en las barricadas. Mary (52, Aysén) señalaba cómo las mujeres preparaban y repartían almuerzos que se entregaban a las personas en las barricadas. Asimismo, Hortensia (52, Aysén) comentó que “nosotros generalmente hacíamos la comida aquí en la sede de la junta de vecinos, y se le daba a la gente”. Las barricadas expresaron elementos culturales de las comunidades locales en contextos materiales específicos; construían un lugar que, pese a ser temporal o efímero, está lleno de significado la gente ahí se sentía cómoda. Todas estas condiciones proporcionaron un lugar real donde la organización social emergía con fluidez.

Además de estos elementos de significado cultural, el carácter de lugar de las barricadas también se manifestaba en el hecho de que interactuaron personas de diferentes clases sociales (quizás slo sin incluir a las más altas elites locales) y orígenes. En Aysén y Chiloé, residentes de diversas edades, actividades económicas, niveles de ingresos, de educación, y de distintas etnias se reunieron en las barricadas. Muchos de los entrevistados expresaron su sorpresa por la presencia de manifestantes de casi todo el espectro político y de diversos orígenes sociales, que participaban y debatían en barricadas:

Nunca me hubiese imaginado a la gente de acá peleando contra la policía y tirando piedras. El punto cero existía con barricadas en que había funcionarios públicos y otras personas que nunca pensaste que se iban a movilizar (Laura, 46 años, Aysén).

Recuerdo que íbamos caminando por las calles y yo miraba; yo soy una persona de izquierda, todo el mundo me ubica, y yo miraba para el lado y tenía gente de derecha, con la que ni me saludaba antes y estábamos todos juntos (Soledad, 50 años, Aysén).

En Chiloé las demandas que surgieron dentro de la comunidad de pescadores y trabajadores de la industria salmonera rápidamente movilizaron al resto de la sociedad. Así, las barricadas se convirtieron en lugares de encuentro cívico, solidaridad e interacción entre clases. Antonio (60, Chiloé) agregó que “las barricadas no siempre estuvieron a cargo de los pescadores; fueron cabros de poblaciones que tenían muchas ganas de colaborar, y con una generosidad a toda prueba, impresionante”. Otros participantes enfatizaron el valor socialmente integrador de las barricadas:

Fue muy especial lo que pasó tanto gente marginal como marginada e intelectuales lograron un encuentro. Yo creo que las barricadas fueron un espacio de comunión, de fraternidad, donde se enfrentaba el actuar de carabineros, a la presencia de un político. Un profesor, una enfermera o un “supuesto” delincuente iban a actuar en conjunto. Todos podíamos llegar a ser uno en ese espacio. Ese espacio ni siquiera tenía estrato social (Cristián, 26, Chiloé).

Las barricadas lograron unir a las personas al proporcionar comida y mate para compartir, así como un sentido de solidaridad y significado colectivo, al establecer un lugar en el que las personas se conocían y reconocían entre sí. Como no excluían a nadie y permitían una significativa diversidad social y política, las barricadas se convirtieron en verdaderos lugares de integración y transformación social. Diversas experiencias en la barricada, como un lugar único y efímero tanto de acción política como de regeneración social, tuvieron importantes efectos en varios participantes. Aldana (34, Ancud) afirmó: “En las mismas barricadas uno empieza a encontrarse con mucha gente que no conocía; los amigos de barricada siguen hasta hoy; te empiezas a encontrar, a conversar”.

c) Las barricadas como lugares de “detención”, reflexión, debate y asamblea

Las barricadas constituyeron, también, sitios para el desarrollo del debate público y el aprendizaje colectivo. Dado que la mayoría de los comercios, servicios y lugares de trabajo tuvieron que cerrar o interrumpir sus actividades, la vida cotidiana de los residentes se vio alterada cambiaron rutinas diarias, lo que les dio tiempo para participar en las asambleas y barricadas. Una vez que se instalaba una barricada y el fuego comenzaba a arder, la gente comenzaba a hablar, intercambiar información y debatir, participando así en una dinámica típica de los bloqueos de este tipo.

La mayoría de las personas entrevistadas enfatizaron el hecho de que quienes estaban en la barricada tuvieron conversaciones profundas y significativas. Por ejemplo, Aliro (30, Chiloé) dijo: “Mi barricada era de mucha conversación y reflexión; de encuentro fraterno entre todos los sectores transversales de la ciudad”. Su testimonio sugiere que todas las personas tenían total libertad para hablar, expresar sus opiniones, ideas y sentimientos. No hubo líderes asignados en las barricadas, y los manifestantes trabajaron e interactuaron en dinámicas de horizontalidad. Al debatir y comunicarse, la gente estableció un lugar donde la barricada y la asamblea se fusionaron; estos sitios no eran solo lugares de acción, sino lugares de pensamiento colectivo, tal como explicó Celeste (42, Aysén):

Y se generó la conversación que eran asambleas en la calle en que la gente se reunía en la plaza y decía si se iba a hacer una acción, y ahí se debatían los temas, se proponía, la gente decía “mira, podríamos hacer tal cosa”, “mañana esto” …

Sin embargo, no fueron solo los temas específicos de la coyuntura los que fueron objeto de discusión en las barricadas. Los participantes también aprendieron las experiencias de otras personas, quienes compartieron sus vivencias cotidianas y preocupaciones sociales sobre diversos temas. Por tanto, en las barricadas se produjo un aprendizaje colectivo, una producción comunitaria de conocimiento, un claro ejemplo de cómo la acción colectiva produce nuevos conocimientos sociales (Eyerman & Jamison, 1991):

Te empiezas a encontrar, a conversar con gente que trabaja en las salmoneras, con buzos y te cuentan sus relatos y te vas armando tu opinión; es un espacio para poner en la mesa mucha información de personas distintas; vas construyendo tu versión (Aldana, 34, Chiloé).

Mucha gente llegaba a nuestra barricada porque fue una escuela, porque nosotros le enseñábamos a los que llegaban el valor que tenía nuestra naturaleza, que todos éramos culpables de lo que le pasó a nuestro mar (Luisa, 58, Chiloé).

Como se mencionó anteriormente, durante varios días las barricadas fueron lugares pacíficos donde las personas compartían alimentos, conversaban y pasaban tiempo juntos. En estos lugares socialmente integradores las comunidades crearon agencia colectiva en que diversos individuos se conocieron, intercambiaron experiencias, debatieron, tomaron decisiones y actuaron sobre el espacio. La materialidad proporcionada por las barricadas (fuego, comida) fue central en la producción y organización de estos lugares, y la alteración de la rutina ofreció algún espacio y tiempo para la acción política y la reflexión colectiva.

Conclusiones: las barricadas como lugares efímeros significativos

Entre las estrategias y herramientas con que cuentan las movilizaciones sociales para presentar sus reclamos colectivos al Estado y a la sociedad en conjunto, la ocupación del espacio público sigue siendo algo crucial. En particular, los bloqueos y las barricadas son la acción más evidente y disruptiva que muchas movilizaciones, históricas y actuales, despliegan en calles y carreteras. Al respecto, los casos de Aysén (2012) y Chiloé (2016) constituyen ejemplos altamente informativos del surgimiento de dinámicas de lugar, en el sentido teórico social y geográfico del término, alrededor de barricadas, con una experiencia con significativas implicancias de interacción social y de valor político. Sin embargo, lo anterior no debe implicar una romantización de las barricadas (como a veces se puede desprender de los testimonios), puesto que en ellas las personas expusieron sus cuerpos y su integridad física ante los potenciales y reales riesgos de conflicto y represión policial. En el caso de Aysén, la policía reprimió muy violentamente a las personas e hirió a un número considerable de participantes con balas de goma, y estos, además, sufrieron los efectos del uso indiscriminado de los gases lacrimógenos durante los enfrentamientos. Pese a ello, en los testimonios de prácticamente la totalidad de quienes fueron entrevistados en este estudio salieron a flote intensas emociones positivas sobre la experiencia en torno a las barricadas, que fueron descritas como sitios de integración social, convivencia y debate colectivo.

Los hallazgos y testimonios presentados en este artículo sugieren que, en los casos de estudio, las barricadas fueron la principal materialización de la movilización social y jugaron un doble rol. Por un lado, eran sitios donde los ciudadanos ejercían el poder colectivo en sus territorios circundantes, al bloquear el tráfico en calles y carreteras. Por otro lado, y quizás de forma más relevante, las barricadas se conformaron como lugares de reflexión colectiva, camaradería, debate, integración social, y, finalmente, democratización. Todo ello estaba mediado significativamente por el hecho de haberse mantenido activas durante un extenso período de tiempo y por homologar elementos culturales particulares presentes en esos territorios. En este sentido, el punto inicial es una ocupación no coordinada y masiva del espacio público, que alteró la vida cotidiana, las actividades económicas y el flujo de las personas y los vehículos en territorios relativamente extensos. Ello duró varios días en ambos casos, lo cual generó un ritmo o temporalidad distinta en los territorios: todo era más lento, pausado, y permitió, por un lado, incrementar la asistencia a las barricadas, y, por otro, pensar colectivamente y dialogar en el espacio público. A través de esta interacción y experiencia colectiva, la ocupación se transformó en un “lugar” en el que las personas se identificaron y construyeron nuevos significados colectivos y políticos.

Es así como, tanto en Chiloé como en Aysén, las barricadas no solo sirvieron para reunir a los individuos en torno a un conjunto de demandas sociales, o para ejercer simples protestas, sino que produjeron verdaderas comunidades democráticas. Envueltos en elementos culturales específicos poseedores de un valor sustancial para los lugareños (fuego, comida, mate, café y largas conversaciones durante las frías noches), las barricadas produjeron durante varios días un sentimiento de solidaridad e incluso seguridad, y generaron las condiciones para un ambiente de comunidad, un lugar integrativo, de relaciones horizontales y progresista en términos sociales.

Dado este carácter inclusivo, las barricadas atrajeron a mujeres, hombres, personas mayores, niñas, niños, familias enteras y vecinos de diferentes clases sociales y niveles educativos. Estas personas cocinaron, compartieron recursos, se ayudaron mutuamente y construyeron un sentido de comunidad y lugar. Además, las barricadas fueron un sitio para la asamblea: un lugar político real para los ciudadanos. Los participantes debatían, compartían experiencias, hablaban sobre las contingencias y el conflicto y tomaban decisiones. Así, las barricadas fueron lugares efímeros que, si bien desaparecieron una vez que las movilizaciones sociales terminaron, tuvieron profundos efectos en las comunidades, y perduraron en la memoria como algo que positivo y socialmente valioso.

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Recepción: 31 Mayo 2022

Aprobación: 10 Septiembre 2022

Publicación: 01 Noviembre 2022

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