Geograficando, vol. 18, nº 2, e120, noviembre 2022 - abril 2023. ISSN 2346-898X
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Geografía

Artículos

Desafiando los discursos dominantes en el territorio. Apuntes sobre la importancia del mapeo colectivo para la construcción del conocimiento social

Paula Aldana Lucero

Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (UNLP-CONICET), Universidad Nacional de La Plata, Argentina
Cita recomendada: Lucero, P. A. (2022). Desafiando los discursos dominantes en el territorio. Apuntes sobre la importancia del mapeo colectivo para la construcción del conocimiento social. Geograficando, 18(2), e120. https://doi.org/10.24215/2346898Xe120

Resumen: El objetivo de este trabajo es presentar los resultados de un taller en el que se utilizó la metodología de cartografías sociales para conocer las prácticas y discursos en torno al uso de agrotóxicos en el partido de Junín, Buenos Aires. Dicho taller se realizó en una escuela rural y participaron madres y alumnos/as. Se concluye que la percepción sobre la contaminación del territorio cambia según quiénes lo observen. Un lugar puede ser percibido como riesgoso mientras que otro cercano, no. El mapeo colectivo permitió encontrar una fisura en el entramado discursivo hegemónico, que a primera vista parecía infranqueable. Las madres que participaron del taller, a partir del discurso oculto, permitieron descubrir la problematización y transición de la categoría nativa remedio a veneno para referirse a los agrotóxicos. También ellas, en privado, relataron situaciones de intoxicaciones y emitieron un discurso más crítico en torno al modelo imperante del agronegocio.

Palabras clave: Cartografías sociales, Mapeo colectivo, Agronegocio, Agrotóxicos, Prácticas.

Challenging dominant discourses in the territory. Notes on the importance of collective mapping for the construction of social knowledge

Abstract: The objective of this work is to present the results of a workshop where the methodology of social cartography was used to learn about the practices and discourses around the use of agrochemicals in Junín district, Buenos Aires. This workshop was held in a rural school in which mothers and students participated. It is concluded that the perception of the contamination of the territory changes depending on who observes it. One place may be perceived as risky while another nearby is not. The social cartography allowed us to find a fissure in the hegemonic discursive framework that at first sight seemed insurmountable the transition from the native category "remedy" to "poison" to refer to pesticides. They were also the ones who, in private, related situations of poisoning and issued a more critical discourse on the prevailing agribusiness model.

Keywords: Social cartographies, Participatory mapping, Agribusiness, Agrotoxics, Practices.

Introducción

El objetivo de este trabajo es presentar los resultados de un taller en el que se utilizó la metodología de cartografías sociales (Fernández Romero, 2021) para indagar sobre las prácticas y discursos en torno al uso de agrotóxicos en el partido de Junín.1

El partido de Junín integra la Zona Núcleo Granífera y se encuentra en el noroeste de la provincia de Buenos Aires. Es una ecorregión que posibilita la producción agrícola con rentabilidad desde hace más de un siglo. Esta región estuvo atravesada por los cambios acontecidos en el modelo agroalimentario a nivel mundial y local –y por las políticas macroeconómicas nacionales–. Desde mediados de la década de 1990, en nuestro país se consolida el modelo del agronegocio, que incluye un paquete tecnológico con tres aristas principales: semillas genéticamente modificadas, siembra directa y uso de agrotóxicos (fungicidas, insecticidas y herbicidas).

El taller de cartografías sociales que se describe en este artículo fue de vital importancia en términos de descubrimiento etnográfico (Guber, 2016), tanto para comprender esas prácticas y discursos en términos espaciales, como para captar la forma específica que adquiere la resistencia a las fumigaciones, resistencia protagonizada en gran parte por las mujeres habitantes de la zona de estudio.

Metodología

El trabajo de campo de la investigación se realizó entre julio de 2015 y diciembre de 2019, utilizando un enfoque etnográfico dentro de una perspectiva cualitativa, y retomando los aportes de Guber (2016), quien señala que la etnografía comprende tanto un enfoque como un método, y un tipo de texto que permite conocer el modo en que los actores sociales significan los fenómenos sociales, y supone una descripción teorizada de estos, a partir de la perspectiva del actor.

Una de las herramientas de recolección de datos utilizada fue la entrevista no directiva con estadía prolongada en el campo. La entrevista no directiva es, siguiendo a Guber (2016), una situación cara a cara en la que se encuentran distintas reflexividades y a partir de este encuentro se produce una nueva reflexividad. Es una relación social en la que los datos que provee la persona entrevistada son la realidad que ésta construye con quien entrevista en el momento del encuentro. Otra de las técnicas de trabajo de campo etnográfico utilizada es la observación participante. Guber (2016) señala que consiste en observar lo que acontece en torno al investigador y participar en actividades de la población. La etnografía se complementó con la técnica de mapeo colectivo (Iconoclasistas, 2013). En el año 2016 se realizó un taller participativo en la escuela primaria de Morse.2 En dicho taller se construyeron cartografías sociales para reconocer los sentidos sociales del riesgo, prácticas y discursos sobre los agrotóxicos de alumnos/as, maestras y familiares, al identificar en una imagen satelital de la zona los lugares que ellos/as consideran son afectados (o no) por las fumigaciones.

En este sentido, Fernández Romero (2021) señala que estas metodologías en las que se construyen mapas a partir de experiencias y conocimientos de grupos sociales (comunidades originarias, habitantes de barrios urbanos, poblaciones campesinas, etc.) se vienen utilizando de manera creciente en los últimos años.

El autor afirma:

“Este tipo de actividades ha recibido una variedad de nombres tales como cartografía social, mapeo participativo y mapeo indígena, aunque ninguna de estas denominaciones alude a un conjunto totalmente homogéneo de prácticas; en efecto, investigadores y activistas cuyas prácticas de mapeo son similares pueden preferir nombres diferentes, y prácticas diferentes pueden reclamar la misma denominación” (Fernández Romero, 2021, p. 13).

En este artículo, y siguiendo el criterio mencionado por el autor, se utilizarán los términos “cartografías sociales” y “mapeo colectivo” como sinónimos, ya que aluden a las mismas prácticas.

Las cartografías sociales son una metodología participativa que permite repensar las prácticas cotidianas, a partir de la propuesta de la persona que dirige el taller: “El momento histórico, las ideas dominantes, los marcos institucionales y las propias experiencias e intereses personales generan temáticas que el investigador percibe como socialmente relevantes” (Vázquez y Massera, 2012, p. 96). En el caso del taller, todos los participantes fueron mujeres e hijos/as de esas mujeres. Sánchez y Pérez (2014) afirman que estas técnicas de mapeo colectivo o mapeo colaborativo forman parte de las cartografías no hegemónicas que surgen al interior de la cartografía crítica en la década de 1990, y que incorporan la mirada política y las interpretaciones sobre el espacio de los sectores subalternos. Se desafían los relatos dominantes sobre los territorios a partir de la experiencia cotidiana de los participantes (Risler y Ares, 2013, en Sánchez y Pérez, 2014).

La mayoría de los nombres propios de personas que aparecen en esta investigación han sido modificados para salvaguardar la intimidad de los informantes. Las personas referidas por sus nombres reales dieron su expreso consentimiento, ya sean funcionarios públicos o responsables de toma de decisiones. Se utiliza la cursiva para hacer referencia a categorías nativas. Las comillas se usan para designar frases o expresiones literales usadas en el marco de conversaciones y/o entrevistas.

Resultados y discusión

De la conformación al taller al descubrimiento etnográfico

Como ya se señaló, en una de mis visitas a la escuela de Morse, en el año 2016, pude realizar un taller participativo de construcción de cartografías sociales. Se utilizó la técnica de mapeo colectivo intentando que se “visibilice el territorio, identificando problemáticas, reflexionando sobre conexiones con otras temáticas y proponiendo alternativas liberadoras” (Iconoclasistas, 2013). La propuesta de taller consistía en el trabajo con imágenes satelitales de Morse e íconos impresos del Colectivo Iconoclasistas. Este Colectivo surgió en 2006 y, mediante el uso de herramientas cartográficas, tiene como objetivo crear espacios de trabajo colaborativo para estimular la reflexión crítica y lograr prácticas de resistencia y transformación. Los íconos elegidos fueron los creados y utilizados por ese grupo en diversos talleres que buscaban discutir con el uso corporativo del territorio (como la megaminería y el agronegocio). Del taller participaron 8 mamás y unos 20 alumnos/as de 5° y 6° grado de primaria.

En la imagen satelital se le pedía a cada grupo que marcara: 1) Sus casas, 2) Escuela, 3) Plaza / Lugares de juego, 4) Centros de salud, 5) Casas de familiares, 6) Negocios/Empresas, 7) Campos, 8) Espacios de contacto con la naturaleza, 9) Espacios de contacto con la naturaleza, donde se piense que hay riesgos para la salud y/o el ambiente, 10) Otros elementos que surgieran en el momento.

Antes de comenzar, me presenté y les conté la dinámica del taller; para esto había preparado 5 hojas A4, en las que figuraban los disparadores de lo que quería que fueran marcando. Trabajaron por un lado las mamás y por otro los/as nenes/as. Una vez que terminaron de marcar en las imágenes de Morse, se realizó una puesta en común entre todos/as: muestran las casas, la plaza, los negocios, la escuela. Uno de los grupos de alumnos/as propone las fumigaciones como un lugar de riesgo para la salud (había escuchado previamente a la maestra señalarlo como un posible lugar de riesgo); otros grupos proponen el basural como un lugar donde hay riesgos para la salud y el ambiente. Pregunto por qué habían marcado la parte de la fumigación como un riesgo para la salud: “–Y… porque fumigan”, me responden. Vemos los cuatro afiches restantes: en todos señalaron el basural a cielo abierto, donde “–Queman basura”, y la chanchería “–Porque da mucho olor”.

Como la temática de las fumigaciones no había sido abordada por los grupos, retomé el mapa donde lo habían marcado para preguntar por dónde pasaba el mosquito. Una mamá comienza a señalar el camino por el que pasa el mosquito lleno de matayuyo. Me marcan “–Por acá y por acá” (dos calles aledañas al pueblo). –Pasa cargado con veinticuatro d” (2.4.D). La misma mamá afirma:

“Acá hay muchas cosas que no se cumplen, pero el pueblo vive del campo, no se puede hacer otra cosa. La gente del campo tiene que fumigar; si no, no crece nada, y no se le puede decir al dueño del campo que no se fumigue” (Diario de campo, septiembre 2016).

Una de las maestras señala: “El avión fumigador sobrevuela el pueblo sin problema” (Diario de campo, septiembre 2016). Pregunto por la existencia de la franja verde (la zona de “franja verde” es una zona donde se puede fumigar, con productos “Banda verde” como el glifosato) que hay en Morse, y surgen respuestas variadas desde el desconocimiento: “–Acá no hay franja verde”; “–No sé si hay, pero fumigar se fumiga igual”. Los agrotóxicos son nombrados como matayuyo o veneno; no hay un reconocimiento particular de qué productos son, pero sí tienen en claro que caen del mosquito por todo el pueblo.

A lo largo del taller los/as participantes reflexionaron sobre la temática, pero sin explicitar un discurso abiertamente crítico. En términos de descubrimiento etnográfico, lo importante fue que sirvió como puerta de entrada para vincularme con los/as habitantes del pueblo.

A continuación, se presentan las imágenes trabajadas por los distintos grupos:

Figura 1
Mapeo colectivo sobre imagen satelital de Morse
Mapeo colectivo sobre imagen satelital de Morse

Figura 2
Mapeo colectivo sobre imagen satelital de Morse. Trabajo de grupo de alumnos/as
Mapeo colectivo sobre imagen satelital de Morse. Trabajo  de grupo de alumnos/as

Figura 3
Mapeo colectivo sobre imagen satelital de Morse. Trabajo de grupo de alumnos/as
Mapeo  colectivo sobre imagen satelital de Morse. Trabajo  de grupo de alumnos/as

Figura 4
Mapeo colectivo sobre imagen satelital de Morse. Trabajo del grupo de madres
Mapeo colectivo sobre imagen satelital de Morse. Trabajo del grupo de madres

Figura 5
Mapeo colectivo sobre imagen satelital de Morse. Comparación
Mapeo colectivo sobre imagen satelital de Morse. Comparación

Las Figuras 1, 2, 3 y 4 corresponden al trabajo de los distintos grupos sobre la imagen satelital. Un solo grupo marcó la posibilidad de contaminación por fumigación; todos/as marcaron el basural. El parque Samuel Morse, que queda al lado de un acopio de cereales, fue marcado por el grupo de madres como “contacto con la naturaleza”.

La Figura 5 corresponde a una comparación de trabajo sobre la misma fracción del territorio, en tres grupos: madres y dos grupos de alumnos/as. Los tres grupos marcaron el basural a cielo abierto como riesgoso para la salud, pero sólo uno eligió poner el ícono de la calavera para referirse a la semillera que hay en la localidad.

El discurso oculto como modo de resistencia. Análisis del taller

Al culminar el taller no habían aparecido muchos debates en torno a las fumigaciones; este tema tampoco fue forzado por mi parte para no imponer una temática que parecía, a primera vista, no ser relevante para las/los participantes. Lo llamativo fue que todo lo que no se dijo en público (en el transcurso del taller) fue dicho en privado. Para analizar esto, es necesario retomar aquello que Scott (2003) señala como la relación de poder y de clases en la conformación del discurso público y del oculto. Este discurso se manifestó en las personas que ocupan un lugar inferior en las relaciones de poder del agronegocio. Una muestra de ello fue el agradecimiento de una maestra. Antes de irse, me dijo: “–En Morse se fumiga por todos lados”. Una mamá me contó que su cuñado “–Se intoxicó por fumigar con glifosato”, pero no lo dijo públicamente porque trabajaba para el marido de otra persona que estaba participando del taller. Me lo contó en secreto y con temor; cuando le pedí el contacto del cuñado se negó: dudaba de que su cuñado quisiera hablar conmigo.

Scott (2003) enfoca su análisis de las formas en las que el discurso oculto adquiere manifestaciones públicas. Sus caracterizaciones sirven para entender cómo el chisme o lo que se dice “por lo bajo” forman parte de procesos de resistencia que se encuentran en distintos momentos sociales. Este análisis nos permite comprender que los grupos sociales organizados frente a los agrotóxicos participan de relaciones de poder de forma dialéctica. Se trata de

“un estudio diferente del poder que descubre contradicciones, tensiones y posibilidades inmanentes. Cada grupo subordinado produce, a partir de su sufrimiento, un discurso oculto que representa una crítica del poder a espaldas del dominador. El poderoso, por su lado, también elabora un discurso oculto donde se articulan las prácticas y las exigencias de su poder que no pueden expresarse abiertamente. Comparando el discurso oculto de los débiles con el de los poderosos, y ambos con el discurso público de las relaciones de poder, accedemos a una manera fundamentalmente distinta de entender la resistencia ante el poder (Scott, 2003, p. 21, en Henríquez y España, 2004)”

Esta manera de entender la resistencia permite interpretar por qué varias veces durante el transcurso de la investigación fui percibida como activista ambiental o inspectora gubernamental, ocupando un lugar de alguien que iba a denunciar o fiscalizar sobre las fumigaciones. En ese contexto, yo trataba de desmarcarme, lo que llevaba un gran esfuerzo de mi parte para diferenciar mi investigación de actividades de militancia. En algunos casos, ese desmarcarme permitió que luego de culminado el Taller algunas madres participantes me permitieran entrevistarlas o acceder a otros informantes para hacer entrevistas no directivas. Una de ellas fue Julieta, que tiene un nene que asiste a la escuela. Es hija de un productor rural que ahora arrienda la mayor parte del campo pero que mantiene la casa para ir los fines de semana porque tiene “parrilla y pileta”; la casa de Julieta es antigua, a una cuadra de la plaza principal pero reciclada a nuevo. Sobre las fumigaciones me dice:

“Son un mal necesario, como cuando te medicás con un antibiótico, que decís “Bueno”. Pero lo tenés que tomar, aunque te perjudique a lo mejor en otro órgano. Acá es igual. Si no lo pasás, las plantitas, los yuyitos que nacen, te matan el cereal. Entonces, bueno: hay que matarlos. En el campo se pasa con suma cautela; para colmo, mi mamá amante de las plantas. Entonces mi mamá decía: `Le tenés que decir al tractorista de esta gente [los que arriendan el campo] que no pase tan cerca del alambrado. Porque me está matando las achiras´. Entonces, hace bien en un lado y perjudica otro” (Diario de campo, septiembre 2016).

Para comprender el análisis de Julieta hay que partir de la base de que ella no está ligada directamente con la producción agropecuaria. La categoría de lugar (Souto y Benedetti, 2011) se torna relevante. El lugar de Julieta, donde ha construido todos sus recuerdos y que usa para descansar, debe permanecer libre de agrotóxicos. Para mantener económicamente ese lugar no importa cuánto se fumigue. Fumigar es “el mal menor”.

Distinta es la mirada de Verónica. Ella es esposa de un trabajador agropecuario; ubicada en una zona alejada del pueblo, su casa es más humilde que la de Julieta. Me ceba unos mates mientras llega el marido de hacer un mandado. Su mirada es mucho más crítica con respecto a las fumigaciones. Señala que “el tema de los bebés se lo atribuyeron a la contaminación”. No habla sólo de las fumigaciones sino también de la planta de biodiesel:

“La aceitera que explotó y llenó de aceite las calles: estaban usando el desagüe de la canaleta de la calle para tirar toda la porquería. Sumado a la chanchería, sumado a los fumigadores, en el término de tres meses nueve bebés se perdieron; 9, 10 embarazos se perdieron entre los 4 y los 5 meses”, pero “nunca se comprobó que era por eso” (Diario de campo, septiembre de 2016).

Tanto ella como una de las personas que trabajaba en el CAPS (Centro de Atención Primaria de la Salud) atribuyeron la perdida de embarazos a razones ambientales. Si bien hay literatura científica que abone esta teoría, en el partido de Junín no hay ninguna investigación que avale estas afirmaciones. Por esto, quedan en el plano del “secreto”: ambas personas se refirieron a los abortos espontáneos de forma privada.

También me cuenta de una amiga de ella que es casera en un campo en el que siembran soja: “Está muy en contacto con los agroquímicos”. La amiga tiene un bebé y un día de mayo Verónica estaba tomando mate en el campo con ella y el bebé, que

“tenía dos meses, había soja sembrada y la curan con el famoso camioncito fumigador. Envolvimos al bebé y salimos corriendo porque con la puerta cerrada nos ahogaba el olor. Salimos las dos tosiendo. El campo de ella es al revés: está todo el sembradío adelante y el campo, la casa atrás y la rodea el campo; o sea, la casa está en el medio, fumigaron todo el campo”. No sólo fumigan alrededor sino que “cuando van a curar ahí, el veneno lo guardan en el galponcito de enfrente de la casa. Cuando fumigan se siente el olor y los nenes tosen” (Diario de campo, septiembre 2016).

Ni la amiga ni ella son dueñas de la producción; están ahí y tienen que tolerar lo que los dueños del campo decidan hacer. En su relato hay una dualidad constante entre el veneno con sus efectos en las personas y la cura para la planta o las semillas, porque así se le ha representado simbólicamente a lo largo de su vida. Ese veneno, paradójicamente, cura la soja, el maíz y el trigo; esas plantas que dan trabajo, casa y comida mientras envenenan personas son parte central de la organización social de los pueblos del interior. Aunque la contradicción remedio/veneno exista y conviva en el discurso, problematizarlas como veneno es un paso importante en la conformación de otro discurso distinto del hegemónico. Igualmente, no es menor que esta contradicción no termine de resolverse. La idea del mal menor o de venenos que curan se relaciona con la noción de contaminación y peligro (Douglas, 1973). El peligro surge del miedo a la posibilidad de dejar de producir alimentos y no poder seguir viviendo del campo: eliminar los agroquímicos de la producción agraria es visto como una amenaza al orden social. La contaminación forma parte del relato contrahegemónico. En clave de Douglas (1973), el riesgo es interpretado de dos formas: por parte de los defensores del establishment, el riesgo se presenta ante la posibilidad de perder el campo como fuente de riqueza. Por parte de los contrahegemónicos, el riesgo es enfermarse por contaminación. Los actores contrahegemónicos aquí retratados tienen un sentido del lugar más arraigado que aquellos que quieren mantener el orden establecido. Si bien la resistencia en esta instancia aparece como discurso oculto, no es menor que aparezca; existe y ha sido observada en la investigación.

Por nuestro rol social, históricamente las mujeres hemos encabezado las prácticas de cuidado en la familia. A partir de la distinción en lo que Meillassoux caracterizó como modos de producción (a cargo de los jefes de familia) y modos de reproducción (a cargo de las mujeres) (Meillassoux, 1977, en Faur, 2014), se empezó a discutir la diferenciación entre casa y trabajo, entre estructuras y dinámicas de parentesco. Según Esquivel, Faur y Jelin (2012), hay un patrón social claro: se espera que las mujeres sean las que se dediquen a las tareas de cuidado; esto incluye la presencia en actos, actividades escolares y la atención primaria de la salud. Es desde este punto de vista que estas mujeres piensan el uso de agrotóxicos y su relación con la salud y el ambiente. Tal como señalan Lan, Gómez, Mikkelsen y Di Nucci (2000), el hecho de que del taller en la escuela hayan participado solamente madres radica en la experiencia de que no todos los espacios son propios de ambos géneros; esto dirige nuestra conducta sin que lo advirtamos. Igualmente, acordamos con Kunin (2019), quien discute con ciertas corrientes del feminismo, para las cuales cuidar es quitar posibilidades a las mujeres. La autora sostiene que estas tareas de cuidado son las que motorizan la agencia de las mujeres, las que les permiten criticar el uso de agrotóxicos (por ejemplo, en la deconstrucción del discurso hegemónico), tal como veremos en los próximos apartados.

Fueron mujeres, a veces como madres-vecinas y otras como maestras preocupadas por el bienestar de sus alumnos/as, las que enunciaron el mayor riesgo que producen los venenos a la salud y al ambiente, pero también la contradicción de oponerse a la fuente de trabajo de su familia:

“Acá [a dos cuadras de su casa] no fumigan más. Antes fumigaban, pero ya no fumigan más porque los nenes estuvieron rejodidos de los bronquios por el veneno. En ese momento el dueño del campo era el Delegado. Él mismo vio que los nenes se estaban enfermando y no sembró más” (Diario de campo, septiembre 2016)

Sus palabras van y vienen en un continuum entre lo que “hace mal” y “lo que se necesita hacer para el campo”. Oscila entre considerar la realidad de “un chico que estuvo complicado con la fumigación” porque “vos podés curar un día, pero cuando pasan muchos días y vas aspirando el mismo pulmón se tapa”, pero por otro lado “el que tiene campo precisa fumigarlo porque la semilla se muere, la soja es atacada por un gusano que donde la agarró, listo: se muere, no hay más”.

Son varias las historias narradas sobre las personas fumigadas. Su papá también se intoxicó con “esa porquería del randap (RoundUpTM)”y se quemó las manos. Me dice que hay “mucha gente intoxicada con el matayuyo, casi todos trabajan en el campo. Mi papá trabajó toda la vida en el campo y si viviera le tocaría fumigar, seguramente”. (Diario de campo, septiembre 2016).

Como vemos, su argumento es una síntesis pendular entre tolerar contaminarse y enfermar o resistir a las fumigaciones y perder la productividad agrícola que da identidad al pueblo:

“Este pueblo… ¿Viste cuando vos entrás, que dice `Cuna de cosecheros´? Porque la mayor parte de la gente vive de la cosecha y muy pocas veces el hijo de un cosechero se dedica a otra cosa; por lo general, sigue la misma línea del padre. O si no, sigue la misma línea que tiene que ver con la semilla, agroquímicos, agrotécnico... pero va todo muy agarrado de la mano” (Diario de campo, septiembre 2016).

El trabajo de campo etnográfico me ha permitido captar sin disolver esta contradicción estructural de los sujetos de estudio. No se trata de una negación de las evidencias; se trata de aceptar que las dos partes del argumento son verdad al mismo tiempo: si asumen que el glifosato contamina, intoxica, enferma y envenena a las personas y militan para que deje de usarse, se quedan afuera del modelo productivo del agronegocio pampeano actual. Tal como señala Silveira (2007), el proceso de dominación se relaciona con la forma en la que empresas multinacionales logran construir la hegemonía en el territorio usado (Santos, 2000), donde la población se convence de la necesidad del progreso pues piensa que eventualmente asegurará su continuidad laboral, participando de los mercados mundiales.

A partir de los aportes de Scott (2003) se pueden comprender mejor los discursos de madres y maestras; discursos orales, siempre dichos en privado y en secreto.

Varias de las maestras de la escuela de Morse son esposas de productores agrarios, pero no fue hasta mi segundo año de trabajo de campo que me empezaron a contar sus opiniones y experiencias.

“Estábamos con dos maestras [Maestra 1 y Maestra 2] organizando un taller sobre ambiente, al que fui invitada por la directora el día de la Fiesta de la Escuela, con dos meses de anticipación. No habíamos formalizado ningún tema en particular, y yo no quería forzar una propuesta:

Maestra 1: ¿El Taller tiene que ser sí o sí lo de los agroquímicos?
Investigadora: No, en realidad me interesa saber qué es lo que se ve como un problema ambiental, que no siempre son los agroquímicos.
Maestra 2: Es lo que yo decía. Acá no se ve como un problema. El chico de [apellido] y el de [apellido] estuvieron intoxicados, pero fue eso puntual, por trabajar con el randap (Round UpTM), pero queda como algo puntual.
Maestra1: En el pueblo de ella había una industria plástica que son los que hacían plásticos y empezó a haber gente con cáncer alrededor… la gente juntó firmas, había también un médico… Ellos ahora reciclan, hacen pallets. Reciclan los bidones de randap (Round UpTM) y hacen pallets con eso. Yo iba a comprar, pero después dije: `¡Ni loca!´. Esto está contaminado.
Maestra 2: Volviendo al proyecto, nos gustaría empezar con el agua, que mañana puedas trabajar sobre el uso del agua…
Investigadora: Sí. Lo que a ustedes les sirva.
Maestra 2: Les voy a decir una cosa que por ahí es una pavada: el otro día vi un informe que dice que las napas que en 2011 estaban a 17 metros, hoy están a un metro. Eso lo hablábamos con los chicos, les encantó.
Investigadora: También el tema de las inundaciones, eso es más local… El tema de la siembra directa.
Maestra 1: Claro, también, porque desde el norte se talaron todos los bosques, el quebracho colorado… Entonces, el agua baja.
Investigadora: Claro, entonces podemos trabajar sobre el exceso de agua, la falta de agua, el agua como recurso, para qué sirve…
Maestra 1: Claro, empezar por lo que ellos saben.
Maestra 2: Y después reforzar con las fotos y videos que vas a traer.
Investigadora: Lo de las fumigaciones se lo podemos preguntar [siempre insistiendo sobre lo mismo].
Maestra 2: Si querés traer una encuesta, se la mandamos a los papás.
Investigadora: Sí, no sé si tengo tiempo para hacerlas para mañana. ¿Acá cerca de la escuela fumigan? ¿Fumigan con aviones?
Maestra 2: Acá no he visto, pero en Laplacette (localidad ubicada al norte del partido de Junín, de 22 habitantes), yo estuve el año pasado de maestra y te fumigan al lado. Yo entraba a los chicos a la escuela, pero no porque nadie me dijo, sino porque me parecía a mí. Cada vez que fumigaban, a los dos o tres días las hojas de los árboles estaban medio secas.
Maestra 1: Cuando vas en el auto como para Arenales [General Arenales es un partido de la provincia de Buenos Aires ubicado al noroeste de Junín], cuando fumigan yo, que conozco el olor porque soy del campo, les digo `Cierren todo porque se siente´.
Maestra 2: Mi amigo vive con alergias porque es cosechero. Y se contaminó con ParatiónTM, que le quedó en las manos…”
(Diario de campo, septiembre de 2017)

Hasta ese momento nunca habíamos tenido una conversación sobre los agrotóxicos, pero claramente su postura no era ingenua. En esa conversación se manifestó el rol docente en las escuelas fumigadas, el cuidado de las docentes hacia los alumnos/as cuando fumigan, o cuando van en el auto en la ruta y sienten el olor. Esa misma mañana de preparación del taller pude charlar con otras dos maestras, ambas residentes de Morse. Una de ellas es esposa de un trabajador rural y otra maestra es esposa de un productor rural que hacía tarea de fumigaciones:

“Es ingeniero agrónomo y trabaja con sus papás y su hermano en el campo. Él fumigaba antes, preparaba los productos, todo, pero no lo hizo más porque es peligroso. Ahora contrata a alguien para que fumigue en el avión. Igual es el que prepara todo, el producto, hace la mezcla, todo” (Diario de campo, septiembre 2017)

Las maestras se ríen cuando ella me cuenta que ahora “contrata un avión”. Se ríen en complicidad por el lugar que me habían otorgado en el campo en contra de mi voluntad, es decir: ese lugar de veedora moral del uso de agroquímicos. Esa risa significaba que su marido “era de los malos”.

Reflexiones finales

Una de las reflexiones de esa investigación radica en pensar que el territorio usado tiene múltiples niveles de análisis. En el nivel material (sistemas de objetos), los lugares son concretos, están ahí (basural y semillera), pero en el nivel simbólico (sistemas de acciones) la percepción sobre la contaminación del territorio cambia según quiénes lo observen. Un lugar puede ser percibido como riesgoso mientras que otro cercano, no. Por ejemplo, si tenemos en cuenta el sentido social del riesgo de enfermar y contaminar, el basural es percibido como contaminación y las fumigaciones, no; al menos, no son consideradas en la misma magnitud. La significación otorgada a cada uno tiene que ver con la percepción del espacio y el sentido social del riesgo construido por cada uno de los actores.

En este trabajo también se ha analizado cómo las prácticas de cuidado a lo largo de la historia han correspondido a las mujeres y que estas prácticas de cuidado no despojan a las mujeres de agencia, sino que, por el contrario, son estas prácticas las que impulsan una mirada crítica sobre el efecto del agronegocio (específicamente el uso de pesticidas) en la salud.

En relación con el uso de la metodología de mapeo colectivo, tal y como señala Fernández Romero (2021), el fin no es el mapa en sí; es el proceso de construcción del mapa lo que permite que surjan debates y reflexiones en torno a una problemática. En este caso, permitió descubrir la problematización y transición de la categoría nativa remedio a veneno, dualidad que permite analizar la agencia que las personas otorgan a las palabras. Qué se dice, cómo se dice y, especialmente, cuándo se dice. Las categorías de análisis de espacio concebido y de espacio vivido (Lefebvre, [1974] 2013) cobran relevancia en el descubrimiento etnográfico de binomio público / privado; remedio/veneno. Lo que queremos afirmar es que por un lado circulan los discursos en la esfera de la representación del espacio (en el espacio concebido, público), y por el otro (privado) circulan los espacios vividos, donde la agencia de las mujeres les permitía expresarse bajo la protección de la clandestinidad. Es decir, en el espacio concebido circula el discurso hegemónico; en cambio, bajo la protección del espacio vivido se vislumbran las contradicciones en torno a este discurso hegemónico.

El uso y posterior análisis de esta metodología permitió encontrar una fisura en el entramado discursivo hegemónico que a primera vista parecía infranqueable: en el discurso oculto (Scott, 2003) aparece la resistencia, el discurso oculto también muestra que opera la dominación. No hay silencio absoluto, tampoco hay movimientos territoriales organizados contra las fumigaciones; es un discurso oculto que, en este caso, encarnan las mujeres y que demuestra que el silencio también puede ser interpretado.

Referencias

Douglas, M. (1973). Pureza y peligro. Un análisis de los conceptos de contaminación y tabú. Madrid: Siglo XXI.

Esquivel, V., Faur, E. y Jelin, E. (2012). Hacia la conceptualización del cuidado: familia, mercado y estado. En V. Esquivel, E. Faur y E. Jelin (Eds.), Las lógicas del cuidado infantil. Entre las familias, el Estado y el mercado (11-43). Buenos Aires: IDES.

Faur, E. (2014). El cuidado infantil en el siglo XXI: mujeres malabaristas en una sociedad desigual. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.

Fernández Romero, F. (2021). Cartografías emergentes: prácticas e investigaciones en cartografías sociales en Argentina. Revista Universitaria de Geografía, 30(1), 13-41.

Guber, R. (2016). La etnografía: método, campo y reflexividad. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores. 1° ed., 3° reimpr.

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Notas

1 Esta metodología fue utilizada en el marco de la investigación realizada para la Tesis doctoral en Geografía. Forma parte de una investigación más amplia en la que se estudiaron las transformaciones territoriales producidas por el agronegocio en el partido de Junín (provincia de Buenos Aires) entre 1996 y 2016. El taller de cartografías sociales se enmarcó dentro de dicha investigación y su objetivo estuvo orientado a conocer las prácticas y discursos en torno al uso de agrotóxicos de la comunidad.
2 Morse es un pueblo del partido de Junín. Está ubicado a 30 km de la ciudad y cuenta con 553 Habitantes (INDEC, 2010)

Recepción: 03 Febrero 2022

Aprobación: 30 Mayo 2022

Publicación: 01 Noviembre 2022

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